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EL AMANECER DE LAS BIBLIOTECAS  COMO BIEN PÚBLICO: EL CASO DE VALLECAS.

Inocencia Soria

INTRODUCCIÓN

 

Con mi agradecimiento a Paloma Gil Alonso, directora de la Biblioteca Pública Municipal de Vallecas.

 

      A principios de siglo XIX en los países anglosajones surgen bibliotecas dependientes de los Estados y de organizaciones religiosas. Tambn las incipientes asociaciones obreras intentan poner el libro a disposición de las clases que en el pasado- no habían tenido acceso a la cultura. En España, el nacimiento de las bibliotecas públicas es más tardío que en el resto del mundo occidental.

      Las  primeras  bibliotecas  públicas  en  España  están  ligadas  a  los  procesos  de  la desamortización eclesiástica. Durante el siglo XIX, los gobiernos liberales respaldaron en varias ocasiones leyes destinadas a expropiar bienes de las comunidades religiosas para pasarlos a manos privadas y al Estado.

Manuel Ruiz Zorrilla, ministro de Fomento,

impulsor del decreto de bibliotecas populares de 1869

    Así nacen, en 1838, durante la regencia de María Cristina, las primeras bibliotecas públicas provinciales con el fin de conservar los fondos  de  las  instituciones  religiosas  desaparecidas  durant las  primeras  leyes desamortizadoras. Instaladas en muchos casos en los institutos de segunda enseñanza de las  capitales  de  provincia, más que  difusoras  de  cultura,     estas     bibliotecas   públicas     provinciales constituyen un sistema de recogida y conservación del patrimonio   bibliográfico.  Dada  su  procedencia,  la mayor   parte   de   sus   fondos   no   debían   se muy sugestivos para atraer a nuevos lectores.

    Un mayor impulso para la lectura pública se produce durante la revolución denominada La Gloriosa -en 1868- con los ministros progresistas de Fomento Manuel Ruiz Zorrilla y José de Echegaray. Un  decreto  de 1869 crea las bibliotecas populares dirigidas a completar la enseñanza. Como medida  inicial, la petición de los lotes de libros para estas nuevas bibliotecas  corría a cuenta de los distintos ayuntamientos. Se instalaan en las escuelas, al cuidado de los maestros o en el propio ayuntamiento.

    En el curso 1869- 1870, se pusieron en funcionamiento 93 pequeñas bibliotecas cuyos fondos oscilaban entre 150 y 200 títulos.

      En los apéndices de la Memoria que el jefe de negociado Felipe Picatoste presenta -en 1870- al entonces ministro de Fomento, José Echegaray, se analizan las bibliotecas instituidas y se relacionan las que han sido solicitadas por ayuntamientos, corporaciones o particulares.

     El nombre de Vallecas aparece en la página 120 entre las solicitadas por el señor gobernador, pero no consta que se pusiera efectivamente en marcha (Picatoste 1870, 120).

     A finales de 1882 se habían establecido 746 bibliotecas tanto en capitales como en pueblos de cierta importancia. Pero muchas de estas bibliotecas van a ir desapareciendo paulatinamente hasta quedar reducidas a nada al extinguirse el espíritu de la revolución que les había dado vida y el apoyo gubernamental.

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