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LA CASA DEL PUEBLO 

APUNTES PARA UNA INTRAHISTORIA SOCIALISTA DEL PUENTE DE VALLECAS

por Mario Nuño Sevilla


 
Años de fundación

No sabemos quiénes ni cuántos eran, pero desde la última década del siglo XIX hay constancia de socialistas organizados en el Puente de Vallecas. En torno a 1890 debió fundarse la primera Agrupación socialista (seguramente en la actual Villa de Vallecas), aunque no debió tardar la apertura de una nueva Agrupación en las cercanías de las industrias yeseras del barrio de San Diego, y no muy lejos del floreciente cruce comercial del Puente de Vallecas.

Lo sabemos por la extracción social de los componentes de aquel primer grupo de socialistas. Entre ellos había yeseros, albañiles, canteros y estuquistas, pero también zapateros, dependientes, carreteros, colchoneros, tintoreros y sastres. Obreros, en muchos casos recién llegados a los cada vez más populosos barrios de Doña Carlota, San Diego o La China, que incrementaban, según nos remiten Luis Castellanos y Carlos Colorado, una abundatísima mano de obra barata a merced de la buena voluntad o del decidido afán de explotación de su patrono, sin ley alguna que impidiera la sobreexplotación del trabajador, con jornadas laborales de diez y doce horas como media, y sin ningún tipo de garantía social salvo la caridad pública.

En aquel Vallecas, los pioneros del Partido Obrero, frente a terratenientes e industriales de nuevo cuño, encontraron una masa de jornaleros, trabajadores y pobres de solemnidad que fueron adoptando el ideario socialista por única esperanza. Su ánimo de lucha se recoge en un artículo del periódico "La Voz de Vallecas": "si el socialismo ha de traernos prosperidad, bienvenido sea el socialismo y lo que fuere".

Pero los conceptos de "Agrupación", "Círculo", "Sección" o "Centro Obrero", como medio, resultaban simples y estrechos para la verdadera finalidad que aquellos fundadores pretendían. La mera actividad política de unos pocos trabajadores ilustrados dirigiendo a contingentes de obreros sin cualificación o analfabetos, por intensa y eficaz que fuese, no abundaría en la gran estrategia de construcción del socialismo. Así, el concepto "Casa del Pueblo", más amplio y finalista, buscaba trascender del activismo para comprender un auténtico hogar de los obreros, el lugar donde unos a otros se darían cobijo, apoyo, asesoramiento, formación y cultura.

Más lecturas, menos analfabetismo: el fomento de la cultura entre los trabajadores fue interpretado de inmediato como el principal instrumento revolucionario, necesario aunque no suficiente, para que la transformación social pudiera ser regida por sus auténticos protagonistas.

En definición de Núñez de Arenas: "En las Casas del Pueblo, las bibliotecas, bien surtidas de obras españolas y traducciones, sacian las ansias de saber de unas clases trabajadoras, cada vez más proclives a buscar y desear soluciones políticas propias que varíen, reformen o revolucionen un sistema político que, siendo ajeno, sufren en carne propia...".

Décadas de esfuerzo de cuántos empeñaron "en la medida de sus posibilidades, sustraerse mediante una mayor cultura, de la esclavitud social...", desde las Jornadas Obreras del Instituto Libre de Enseñanza, las sesiones y conferencias de la Escuela Nueva o, en versión local, las Escuelas Racionalistas del Puente de Vallecas, donde "un grupo de compañeros, enarbolando la bandera roja de la libertad del pensamiento y de la escuela racionalista, por la que el cerebro ha de discernir libremente, sin trabas ni prejuicios, valientemente fundaron estas escuelas... ¡Hacer obreros cultos y conscientes es dar pasos de gigante hacia la liberación proletaria!...".

Por eso, no es posible recomponer, negro sobre blanco, la historia del socialismo en el Puente de Vallecas sin atender en primer plano a sus protagonistas o el escenario primordial: la Casa del Pueblo. Esto es, la intrahistoria del socialismo vallecano.

Años de debate

En el origen del asunto que nos ocupa, la nula documentación y las escasas referencias de aquel fin de siglo, nos obligan a sospechar más que conocer los avatares que determinaron la fundación obrera en Vallecas, sus protagonistas, sus modos organizativos, sus líneas de acción o sus posiciones políticas dentro del Partido Socialista y las Secciones Obreras del Sindicato.

Una de las primeras referencias la encontramos en febrero de 1896, dentro de las demostraciones de oposición activa a la guerra y de la resistencia a los embarques de tropas hacia Cuba y Filipinas, distintas agrupaciones, secciones y círculos socialistas, tanto del Partido como de la UGT, convocaron una manifestación que avanzó desde el centro de Madrid hacia la barriada del Pacífico. Al concluir la marcha, frente al cuartel de artillería, tomaron la palabra en un mitin improvisado Antonio García Quejido, Francisco Mora y Pablo Iglesias. Entre los varios centenares de participantes, Santiago Castillo cita la concurrencia de obreros vallecanos.

Asistencia que se repetiría el uno de mayo de 1898, cuando tuviera lugar otra manifestación con idéntico itinerario y oradores, añadiendo a las reivindicaciones un manifiesto de solidaridad con los obreros norteamericanos represaliados por el Gobierno del Presidente republicano McKinley, donde entre otras muchas se recoge la adhesión de la Agrupación Socialista de Vallecas.

Sin embargo, Juan José Morato refiere que ya en el IV Congreso del PSOE, celebrado en 1894, intervino un delegado vallecano en el seno de un gran debate donde el objeto era ir abandonando progresivamente la perspectiva revolucionaria teórica, para facilitar la entrada en el Partido de colectivos que podrían mantener peculiaridades propias si aceptaban el programa. El delegado de Vallecas, junto a otros de la minoría, se opuso entonces, no sólo a orientar las posiciones teóricas del Partido hacia las luchas refomistas donde ya se venían empleando tiempo atrás los partidos burgueses avanzados, sino que subrayó la contradicción entre el discurso radical que enfatizaba la dirección del Partido y su obrar con prácticas reformistas.

Resulta curiosa la afectuosa vinculación que a lo largo de los años e incluso décadas guardaron no pocos dirigentes del Partido Socialista y la UGT con la Agrupación vallecana, a pesar de que Vallecas vendrá representando reiteradamente durante todo un siglo, posiciones políticas encontradas con la dirección, por lo general radicalizadas y casi siempre minoritarias.

Así, a comienzos de 1905, meses después de que Juan José Morato fuera expulsado del Partido Socialista, por haber aceptado un empleo público que le ofrecieran los liberales Rafael Gasset y Julio Borrell en el Negociado de Industria y Trabajo del Ministerio de Fomento, el propio Morato recomendó a su viejo amigo Vicente Asensi el traslado desde la Agrupación de Valencia a la de Vallecas, sin que nadie, ni siquiera Mariano García Cortés, el Secretario del Partido que propugnó aquella expulsión, objetara nada del traslado de Asensi, a pesar del estigmatizado mentor.

El ebanista valenciano Vicente Asensi había sido compañero de Morato, y también de Iglesias y otros fundadores del PSOE y la UGT, en los años de la Sección Española de la Internacional. Incluso, en 1872, formó parte del Consejo Federal, junto a figuras tan destacadas como Anselmo Lorenzo y José Mesa. No sospechamos los motivos que impulsaron a Asensi a instalarse en Madrid con su familia, pero sí que, aconsejado por Morato, decidió trasladar su afiliación a la Agrupación Socialista del Puente de Vallecas.

Corría el año de 1905, en el que cabe destacar la primera constancia de la ubicación de una sede socialista vallecana, en un sótano de Peña Prieta, donde compartían dos habitaciones y un gravoso alquiler, la Agrupación Socialista y las Secciones Obreras del Sindicato. Un lustro después Vicente Asensi sería elegido Presidente de la Agrupación, y participaría también como Delegado del Puente de Vallecas en decisivos Congresos entre 1908 y 1927.

Años decisivos y azarosos, plagados de incertidumbre, de lenta y aún endeble implantación organizativa. Los socialistas, empujados por los acontecimientos, trataban de elaborar una nueva síntesis teórica que olvidara el "inminente derrumbe del capitalismo" que tanto profetizara Iglesias desde su guesdismo simplificador, para entender que la consecución del socialismo necesitaba un cierto desarrollo industrial en España. La nueva praxis política, sustanciada en la reformulación reformista y en las alianzas con los partidos republicanos, vino a contrastarse con acontecimientos tan hondos como graves: la guerra de Marruecos con su Semana Trágica, o el autoritarismo maurista con sus restricciones democráticas.

Entre tanto, Maximiliano Tomás (un colchonero de Doña Carlota del que no tenemos más referencia), como Secretario de la Agrupación, tras la aprobación en Asamblea de hacer efectiva la Conjunción en Puente de Vallecas, solicitaron al Comité Nacional que refrendara un acuerdo que en la práctica era ya un hecho. En 1907, cientos de obreros llenaron la Carretera de Valencia en una manifestación convocada contra la guerra de Marruecos a la que también asistieron los republicanos.

Desde aquel año hasta que se hiciera efectiva la Conjunción en 1909, fueron numerosos los apoyos que los socialistas prestaron a la oposición republicana en el Ayuntamiento de Vallecas. Pero en aquella ocasión, el Comité nacional del PSOE rechazó la solicitud de alianza del Puente de Vallecas; decisión en absoluto ajena al rechazo que en la Agrupación de Vallecas Villa había cosechado el reformismo republicano.

Dos años después del traslado de la sede nacional de las Juventudes Socialistas a Madrid, en 1913, los hijos de algunos militantes del Partido constituyeron la Agrupación de Juventudes en el Puente de Vallecas, con un adolescente Teodoro Medina como primer Secretario. Aunque sería relegado al poco por el luego tercerista y militante del PCE, Evaristo Gil, aún Medina asistiría en 1915 como Delegado de Vallecas a la IV Conferencia Nacional de Juventudes Socialistas.

En 1916, un fallecido militante de la UGT donó en herencia su vivienda del barrio de San Diego a los socialistas vallecanos, que trasladaron allí la Casa del Pueblo, abandonando el oneroso alquiler que venían pagando por el sótano de Peña Prieta.

La nueva casa del Pueblo "era una casa baja de una planta. Constaba de tres salas, dos grandes y una más pequeña... Había dos pequeños patios donde estaban situados dos servicios... Los muebles de dichas salas eran muy viejos y carecían de toda comodidad... En el verano abrasador era insoportable la estancia en dichas salas. Los bajos tejados y la escasez de ventanas al exterior impedían la entrada del aire... Y en los inviernos, se mitigaba un poco el frío con la ayuda de una estufa de serrín que daba más humo y lágrimas... que calor en los cuerpos ateridos...", pero al fin, en aquella calle del barrio de San Diego que a partir de 1926 tomaría el nombre de Pablo Iglesias y hoy conocemos como Puerto Alto, disponía el socialismo vallecano de una Casa propia para dar cobijo a sus organizaciones obreras, sus militantes y sus esperanzas de transformación social.

Años de ruptura

A finales de noviembre de 1917, las dos Agrupaciones vallecanas, sumándose a un general movimiento de simpatía popular que ampliaba con mucho las fronteras de Partido y Sindicato, dejaron a un lado sus arcanas diferencias para convocar un mitin conjunto en favor de la amnistía de los miembros del Comité de Huelga condenados a cadena perpetua, Largo Caballero, Besteiro, Anguiano y Saborit.

En los determinantes Congresos Extraordinarios de 1920 y 1921, la delegación vallecana fue un reflejo casi meridiano de la división del Partido. Vicente Asensi, contradiciendo su historial crítico, cedió los votos a las tesis de la dirección, que censuraban la sumisión a Moscú y la imposición de las 21 condiciones con las que los bolcheviques pretendían condonar la autonomía del socialismo español y radicalizar su praxis política. El otro delegado de Puente de Vallecas, Evaristo Gil, figuró de ponente junto a Oscar Pérez Solís, Isidoro Acevedo y Virginia González, en la defensa de vincular al PSOE a la nueva Internacional propiciada por Lenin.

Hasta el segundo Congreso Extraordinario, la mayor parte de la afiliación de Puente de Vallecas era tercerista, aunque no consta ningún vallecano en la primera escisión de 1920, la que dió origen al PCE. Pero la presión de las influyentes Secciones Obreras de la UGT, de marcado antitercerismo, la habilidad política de Vicente Asensi, y la difusión de un manifiesto suscrito por Iglesias contra la errónea adhesión a Moscú, cuya campaña de firmas fue apoyada en Vallecas por sendas visitas de Trifón Gómez y Núñez Tomás, cambiaron el rumbo de la mayoría vallecana.

Así, en el tercer Congreso Extraordinario, cuando los terceristas perdieron la votación plenaria por 6.025 votos frente a los 8.808 de la mayoría, y concluyeron abandonar el Partido para constituir el PCOE, sólo un reducido grupo de vallecanos secundó a Evaristo Gil en el tránsito político que acabaría en fusión con el PCE.

En el Congreso extraordinario de 1927, con Vicente Asensi y Casimiro Vitienes, el Puente de Vallecas, como había venido haciendo desde la dimisión de Prieto de la Ejecutiva en 1924, con la que se solidarizó, volvió a plantear su oposición a participar en la Asamblea Nacional Consultiva convocada por Primo de Rivera. La censura de Vallecas se extendió también al papel que venían desempeñando LLaneza y Largo Caballero en las instituciones de la Dictadura.

A pesar de la posición crítica del Comité vallecano respecto a su "colaboracionismo", Francisco Largo Caballero mantuvo siempre una afectuosa vinculación con la Agrupación del Puente de Vallecas, y en especial con Casimiro Vitienes, que había sustituido recientemente en la Presidencia a un ya muy enfermo Asensi, tras un lustro de compartir la dirección como Secretario.

Los afectos de Largo Caballero tornaron muchas veces en manifiesta cooperación política. En sus memorias recoge que en 1928, ante el requerimiento de Vitienes, visitó la aduana del Cerro de la Plata que habían creado Eduardo Dato y Jesús del Pino, respectivos alcaldes de Madrid y Vallecas, con el pretexto de favorecer la inspección sanitaria de mercancías, entregando la gestión a una compañía privada. "Un exámen rápido -asegura Caballero- llevó a mi ánimo al convencimiento de que efectivamente había defraudación... De la confrontación de la hoja (de recaudación) entregada a la Compañía con la conservada en el archivo y la matriz", resultó el descubrimiento de más de 10.000 pesetas de diferencia. "Todos los encartados quedaron cesantes e ingresaron en la cárcel hasta la celebración de juicio... excepto el jefe de la Compañía, hombre de muchas influencias, que quedó en libertad provisional mediante el depósito de una fianza de 10.000 pesetas".

Pero no todo era llana actividad política y reivindicativa en la Casa del Pueblo. Desde los comienzos de la década de los veinte, la iniciativa de algunos maestros procedentes de la Escuela Nueva y afiliados a la UGT, instituyó la que sería principal función de la sede de la calle Pablo Iglesias: las Escuelas Racionalistas. La enseñanza de los obreros y sus hijos en gramática, aritmética, historia, geografía, geometría, ciencias naturales e incluso esperanto, en una población como Vallecas "carente de las escuelas municipales necesarias, y donde la enseñanza conventual y catequista tiene que ser aceptada ante el dilema amargo de que los niños quedan analfabetos", se convirtió en prioritaria dedicación de los dirigentes vallecanos.

A partir de 1923, ante la creciente demanda, tuvieron que ofertar anualmente plazas de maestro, remuneradas con 260 pesetas al mes, que se publicaban en la prensa obrera madrileña. Aunque no era condición imprescindible ser militante del Partido Socialista, los aspirantes debían poseer "el título de profesor de Primera Enseñanza, (tener) entre 28 y 45 años, y pertenecer a la Sociedad de Maestros Laicos...", muchos de ellos acabaron afiliados al PSOE, y desde luego todos a la UGT.

Tal es el caso de un maestro toledano que, en septiembre de 1927, comenzó a trabajar en las Escuelas de la Casa del Pueblo, que por entonces ya habían tomado el nombre de la calle donde se ubicaban: Pablo Iglesias.

Amós Acero cumplió un total de seis años en sus clases a niños mayores y adultos, en 1933 tendría que abandonar la docencia por su doble condición de Alcalde y Diputado. Pero no debemos relegar al anonimato a otros maestros que, como Amós, ambicionaban "formar obreros en la libertad de pensamiento, la cultura y el civismo... con ideas democráticas y humanistas... y con conocimientos para valerse por sí mismos..."; entre ellos, quedan en la memoria indeleble de muchos vallecanos los nombres de Benito Rodríguez, María Rojas, Aurelio Mañas, Manuel Horcajada, María Bensi, Pilar Huetos, Manuel y Vicenta Melero, Bernabé Hernández, Rosario Ramos y Jesús Barbosa.

Aunque, según algunos entrevistados, ya había un grupo de teatro en 1923, sólo nos consta que en diciembre de 1925, con motivo del fallecimiento de Pablo Iglesias, el Cuadro Artístico de la Casa del Pueblo escenificó un homenaje hagiográfico del fundador en un pequeño teatro de la calle Bustos, donde el que luego sería Grupo Artístico Cultural Socialista mantendría representaciones mensuales durante casi una década.

Es posible que no logremos hacer ver la mayúscula importancia que alcanzó este Cuadro Artístico, no sólo como herramienta educativa y cultural de los socialistas vallecanos, sino también como despuntante vanguardia de los escenarios madrileños en una época no precisamente huera en los órdenes literario y teatral. Baste citar que aquel Cuadro lo dirigía Manuel Dicenta, que era acompañado en numerosas ocasiones por la Banda Municipal de Vallecas, que el Maestro Dafaussen ofrecía clases de canto a los actores, y que Ignacio Sánchez Mejías, mediante corridas benéficas, colaboraba al sostenimiento de este Grupo (como también a "La Barraca" de Federico García Lorca).

Se reunían para preparar las obras en los bancos de la Escuela de la Casa del Pueblo. En la nave de la calle Bustos realizaban los ensayos y al menos la representación mensual de un "juguete cómico", pero actuaban también a menudo en el Cine San Méndez, en el Teatro del Pueblo de Vallecas, e incluso en el Teatro María Guerrero y en el Monumental de Madrid. Contaban con un repertorio fundamentalmente de elaboración propia. Al estallar la Guerra Civil, el Cuadro representaba en la Casa del Pueblo "Salvarse en una tabla", del Concejal socialista Pedro Pintó.

Por su participación como actores en el Grupo Artístico Cultural, conocemos los nombres de algunos militantes de las Juventudes Socialistas entre 1925 y 1936: Vicente Matei y "Papá" Illagas (afiliados del Partido que ayudaban a Manuel Dicenta), Félix Muñoz, Enrique Carpintero, Matilde y Juan Rodríguez, los hermanos Peralta, Maciá "el pionero" (que moriría años después en un campo de exterminio nazi), Paco "el del Pueblo de Vallecas", Gonzalo y Amosito Acero, Vázquez "el hijo del Concejal", y Tomás Esteban González (que ejercía de traspunte).

Años de esperanza

Las vísperas del advenimiento de la República, entre los ecos y resonancias de la sublevación de Jaca, afincaron en Vallecas tensiones, algaradas y tumultos que disimulaban mal la esperanza de muchos ciudadanos, no sólo obreros, que empezaban a avistar un horizonte tan proximo como fecundo, aunque en aquel Vallecas de pobreza y beneficencia"las ilustres damas de la aristocracia (siguieran) obsequiando el aguinaldo a los obreros".

En enero de 1931, ocho miembros de la corporación municipal de Vallecas, que estaba compuesta mayoritariamente por afiliados a la "Unión Patriótica" del ex-dictador, pasaron a apoyar a la minoría republicana. Desde las dos agrupaciones socialistas de Vallecas y las sedes de partidos republicanos, ante lo que pudiera pasar en el plenario municipal, se convocó a los vecinos frente al Ayuntamiento. "Los (guardias) civiles detienen en la carretera las camionetas que transportan ciudadanos a Vallecas... se apean y son cacheados... Más civiles de caballería -infantes no faltaban- impiden el acceso...". Sin embargo, nadie podía vedar que la multitud, expectante, se hiciera presente en la Casa Consistorial. "Mientras el pueblo espera en el salón de sesiones y en la calle, contenido por la Guardia Civil, los Concejales debaten borrascosamente... en un despacho contiguo". Cuando el Gobernador Civil de Madrid llegó al Ayuntamiento, violentas refriegas se sucedieron en la calle, incluso algunos ciudadanos "provistos de garrotes" trataron de acceder a la habitación donde deliberaban los Concejales, de lo que resultaron heridos varios vecinos.

Al fin, tras horas de encierro, la prudencia determinó adecuar el Ayuntamiento a la nueva mayoría: el Alcalde, Jesús del Pino, sumó varios Concejales republicanos y socialistas a su Gobierno. Incorporación de socialistas que fue rechazada en una Asamblea Extraordinaria celebrada el 31 del mismo mes en la Casa del Pueblo de Pablo Iglesias, seguramente aguardando mejores días tras las elecciones.

Pocas semanas después, los socialistas vallecanos volcaron el empeño en una campaña electoral que, en principio, obligaba más allá de las meras elecciones municipales convocadas para el 12 de abril.

Por un informe de la División de Investigación Social de la policía conocemos el contenido del principal mitin que la Agrupación del Puente de Vallecas organizó en campaña. Se celebró el 9 de abril en el cine Goya, con la asistencia de al menos tres mil personas, y la intervención de Andrés Saborit, Hildegart Rodríguez, Amós Acero y algunos candidatos a Concejal. El miedo "a las consecuencias de lo que pudiera ocurrir" se dejó traslucir en algunos oradores. Mientras que Amós Acero, precavido, aconsejó "boicotear a los patronos que traten de sobornar a los obreros el día doce"; Julio Díaz, excitaba a los obreros conscientes a "dejarse matar antes que claudicar, procurando evitar atentados a los candidatos (republicano-socialistas)".

Pero aquel 14 de abril nada raro ocurrió, excepto la victoria de las candidaturas republicano-socialistas y, muy por encima de las previsiones, la explosión popular que con tanta hermosura describiera años después María Dolores Acero, hija del que iba a ser el primer Alcalde socialista de Vallecas: "¡Viva la República! (Aquel día) se hacían hogueras, se bailaba alrededor de ellas. Unos lloraban, otros reían, se abrazaban, se cogían de las manos. Todos los corazones radiaban felicidad. Todo iba a ser diferente... pan para todos... trabajo en abundancia... y las cárceles, se iban a cerrar para siempre... Todos eran hermanos... ¡Qué hermoso resultaba ver todo aquello! ¡Cuántos, que ya dormían en sus tumbas, se habrían levantado para gozar de una visión semejante! Porque no hay espectáculo en el mundo más digno de admiración... que ver a la humanidad revolverse en el éxtasis del triunfo, de un sueño conseguido...".

La Casa del Pueblo de la calle Pablo Iglesias, sin previa convocatoria, fue haciéndose la cita de todos, militantes, obreros y curiosos, que acudían a celebrar su victoria. Las noticias volaban: acababa de proclamarse la República desde el balcón del Ministerio de la Gobernación, ante una Puerta del Sol tomada por la multitud, entre vítores y aclamaciones al nuevo Régimen y al Gobierno Provisional.

Un día después, los vallecanos trasladaron su alegría al Pleno Extraordinario del Ayuntamiento, donde tomaban posesión los nuevos Concejales y, por aclamación unánime, el nuevo Alcalde: Amós Acero Pérez; "un hombre modesto, humilde, pero que ostenta un título honrosísimo, el de Maestro... (un hombre de) gran capacidad y extraordinaria cultura...", en palabras que su antecesor, Jesús del Pino, pronunció al entregarle el bastón de autoridad de la Corporación vallecana.

Pero, con Amós Acero, destacados socialistas del Puente de Vallecas entraron aquella tarde como Concejales: Julián Vinagre Peinador, Manuel Ruiz Baisabén, Juan Antonio Torbellino Torres, Eusebio Vázquez Cascajero, y Pedro Pintó Pomeda. Todos ellos abandonaron su lugar en el Comité vallecano para poder desempeñar libremente su nueva función.

El escrupuloso concepto que Amós Acero tenía del desempeño de sus funciones al frente del Ayuntamiento, muchas veces excesivo, le obligaba a informar en las Asambleas del Partido de numerosos asuntos estrictamente municipales. Ocurrió así al poco de tomar posesión, cuando resolvió reanudar en nuevo presupuesto las obras del matadero, una vieja reivindicación de los comerciantes vallecanos.

La antigua Corporación presupuestó en dos millones su construcción, "pero la concluyó sin corrales ni agua", enclavándola además "en terreno perteneciente a la Sociedad Felgueras-Roig, mangoneadora del Ayuntamiento...". Otras tantas Asambleas se ocuparon de la desaparición de la maquinilla del yeso, la sustitución de las placas de la Carretera de Valencia por otras con el nombre "Mártires de la Libertad" o bien "Avenida de Galán y García Hernández", el traslado del edificio del Ayuntamiento al Puente de Vallecas, las campañas de alfabetización y los comedores populares.

No puede decirse que Julio Díaz, nuevo Secretario del Comité tras el paso de Julián Vinagre al Ayuntamiento, opusiera la dirección política de la Agrupación al trabajo institucional de Amós Acero; antes al contrario, aquél parecía estar subordinado a éste, al menos hasta la dimisión de Largo Caballero en 1935. De hecho, la radicalidad obrerista en la Casa del Pueblo, descuidada por las direcciones política e institucional, pasará a manos de otras organizaciones como las Juventudes Socialistas o el Socorro Rojo, que en plena etapa constituyente de la República enfatizaban "la situación del régimen capitalista y la represión que los gobiernos burgueses ejercen sobre los trabajadores... la represión se agudiza tomando caracteres violentos...".

Pero la acción política de los socialistas vallecanos al frente de las instituciones, a la hora de afrontar hondas reformas, no podía ser sino posibilista. En 1933, cuando Amós Acero fuera elegido Diputado en Cortes, además de impulsar la inclusión de los maestros laicos históricos en el Régimen General del Magisterio Nacional, ayudó a muchos de ellos mediante el trámite de subvenciones especiales, como es el caso del vallecano Aurelio Mañas, que habiendo pasado media vida en las Escuelas Racionalistas, apenas le correspondía ya una escasa pensión del Ministerio. Su doble condición de Alcalde y Diputado, favoreció la disposición de Amós Acero, no siempre entendida por el Comité de la Agrupación, para buscar soluciones particulares o generales, a los problemas del municipio vallecano. Así, bajo auspicio del Alcalde, constan en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo frecuentes citas de Diputados socialistas con vallecanos, bien líderes vecinales, bien pequeños empresarios, bien simples ciudadanos, entre los que destacan Félix Muñoz, Rafael Mira, Manuel Lobo, Rafael Baca y Fernando López Grass.

Con el afianzamiento de la República, los nuevos retos que ambicionaba el socialismo vallecano reclamaban mejores medios. En el otoño de 1933, las Sociedades de Oficios y de Dependientes Municipales de la UGT, la Agrupación del Partido, las Juventudes Socialistas, las Escuelas Racionalistas y el Grupo Artístico Cultural Socialista, decidieron adquirir en común un solar en la calle Concordia a Pablo de Villota y Díez, un rentista vallecano vinculado con las industrias yeseras. Para financiar la compra, las entidades socialistas suscribieron una hipoteca que invirtieron en el pago del préstamo de casi 40.000 pesetas y en la construcción de la Casa.

Bajo la dirección de Juan Fernández, un aparejador afiliado a la UGT y al Partido, los militantes vallecanos fueron levantando con su esfuerzo un edificio de dos plantas, "con un gran salón de actos, nueve despachos para las distintas organizaciones (políticas y sindicales), dos aulas para las Escuelas Racionalistas y una vivienda del conserje". Trabajando "diez y doce horas al día y de lunes a domingo", los más ejercían de albañiles al regreso de sus trabajos, y otros, ocupando todo el día, "se turnaban para comer en sus casas o en un bar de la calle Concordia, frente a los muchos solares que había en la zona". En torno al verano de 1934 fue inaugurada la nueva Casa del Pueblo.

En 1935, lo que antes fuera unidad y solidaridad con los procesados en Consejo de Guerra por los sucesos de Asturias, pasados pocos meses, volvió a su sino de desencuentro entre las organizaciones vallecanas. La dimisión de Largo Caballero como Presidente del PSOE, provocada por la decisión de la mayoría de la Ejecutiva de limitar la autonomía del Grupo Parlamentario frente a los órganos del Partido; dimisión que fue secundada sólo por tres miembros de la misma Ejecutiva: Enrique de Francisco, Wenceslao Carrillo y Pascual Tomás, provocó que, en contra de la solidaridad mostrada por el Comité del Puente de Vallecas con los dimitidos, el Círculo Socialista de Entrevías-Picazo se apresurara a enviar una carta de apoyo a la nueva mayoría, pidiendo "que exija la disciplina más severa de todos los afiliados... Considerando que todos y cada uno tienen facilidades dentro de los Congresos de nuestro Partido para exponer su criterio colectivo...". Así, el Círculo de Entrevías, fundado como Sección de la Agrupación del Puente de Vallecas recién inaugurada la República, inició un camino de segregación práctica, que llevaría a la constitución de un Comité un año después. Lo presidiría Apolinar de Frutos, antiguo Secretario del Círculo y autor de aquella carta.

Aunque en el breve lapso de las elecciones del 16 de febrero, la victoria del Frente Popular trajo de nuevo la concordia al seno de las organizaciones vallecanas, incluso subrayada con una ingente concentración popular frente al Ayuntamiento. Una vez más, el 30 de marzo de 1936, las eternas discrepancias entre las dos Agrupaciones de Vallecas precisaron la intervención de la Comisión Ejecutiva del PSOE, que resolvió convocar en Asamblea a "todos los afiliados sin distinción de la Organización Socialista a que pertenezcan, a la antevotación" para la elección de candidatos a Concejales. Respuesta que no gustó al Presidente de la Agrupación, Teodoro Medina, que pretendía vincular la candidatura municipal al grupo de Concejales que venían colaborando con Amós Acero desde 1931, en su mayor parte militantes del Puente de Vallecas. La Agrupación de la Villa de Vallecas no discutió la relevancia popular de Amós Acero, aunque sí la proporción de Concejales que les correspondía. Finalmente, como resultado de la votación plenaria, el mayor peso de la Agrupación del Puente inclinó la balanza hacia las tesis de Teodoro Medina.

No tardaría el Comité del Puente de Vallecas en resucitar la vieja filiación caballerista. El Secretario, Álvaro Artigas, respondió al requerimiento de la Ejecutiva de proponer candidatos para suplir las vacantes de Francisco Largo Caballero, Enrique de Francisco, Wenceslao Carrillo y Pascual Tomás. La carta planteaba, además de restituir a los dimitidos en una nueva lista de Ejecutiva donde desaparecían prietistas y besteiristas, celebrar un Congreso Extraordinario (en lugar del Ordinario previsto) con el siguiente orden del día: "1.- Examen de los antecedentes y desarrollo del movimiento revolucionario de octubre de 1934; 2.- Discusión de la reforma del Programa del Partido, acordada por la ASM; 3.- Discusión de la (reforma de la) Organización general del Partido; 4.- Discusión de la propuesta de unificación (con el PCE) en un partido de clase...". La circular que enviara Vallecas a la Ejecutiva Nacional, que acusaba a la misma de no interpretar "el sentir de la mayor parte de los afiliados del Partido", no llegaría a tener efecto alguno: un mes más tarde estallaría la Guerra Civil.

Años de contienda

Al recibir las primeras noticias del Golpe, reunido con urgencia el Comité de la Agrupación, se redactó un manifiesto de condena en el que exigía al Gobierno de Casares Quiroga "dadas las graves circunstancias, armas para combatir la criminal sedición... contra el pueblo... y contra la República". Al tiempo, repitiendo las muestras multitudinarias de regocijo de abril de 1931 y febrero de 1936, los vallecanos fueron concentrándose en la Casa del Pueblo, llenandola de un gran alborozo que contrastaba con la premonición que un viejo militante vaticinó en la calle Concordia, aquel 18 de julio: "mucha alegría que traerá muchas lágrimas".

En efecto, tras la euforia aflora la inquietud y la necesidad de "arrimar el hombro para defender con la razón y la fuerza, pero también con la vida, lo que tanto había costado". Así, las organizaciones vallecanas emprenden suscripciones, donaciones y ayudas solidarias "pro víctimas de la criminal sedición fascista". Mención aparte merece el "festival deportivo a beneficio de las Milicias Populares de Vallecas... Organizado por el Comité pro Olimpiada Popular de Barcelona y patrocinado por el PCE, la CNT y la Agrupación Socialista de la barriada", que el 30 de agosto de 1936 enfrentó en el "Stadium Dinamo (antiguo Vallecas)" a la Selección de Asturias, el Madrid F.C. y el Athletic Club de Madrid con la Selección vallecana de fútbol.

Las Juventudes Socialistas se lanzaron entonces, con eficacia y voluntarismo, a iniciativas sociales tan necesarias en la retaguardia como el Hospital de Sangre, los comedores populares, o el reparto de "víveres para nueve mil familias necesitadas, por un valor de 100.000 pesetas". Obras instituidas y subvencionadas por los socialistas del Ayuntamiento de Vallecas, y, en buena medida desde la Agrupación, apoyadas muchas veces por voluntarios del Partido y de la Asociación de Mujeres Antifascistas. Obras que, como indica un artículo del periódico "Milicia Popular", muestran "lo capacitado que se encuentra el proletariado para hacer frente a los momentos de más adversidad, así como para crear, sin ayuda extraña alguna, cuantas instituciones de beneficencia y asistencia social precisan las clases populares".

Pero, si vital era atender la retaguardia, mucho más fue nutrir el frente, las brigadas que defendían el norte, el sur y el oeste de la Capital, y el laureado Batallón de Voluntarios de la República, con milicias formadas en las organizaciones de la izquierda política y sindical. La Casa del Pueblo sirvió durante toda la contienda de Oficina de Reclutamiento, y de ella salieron a combatir muchos militantes de distinta edad, sexo y condición, como el Concejal socialista Pedro Pintó Pomeda, el Secretario de la Agrupación Álvaro Artigas, y las jóvenes Agustina Corporales y Ana "la de Vallecas", que destacó como zapadora en el frente de Guadarrama.

La Guerra, su noticia y macabro espectáculo, atrajo a periodístas, fotógrafos y observadores extranjeros, para los que la Casa del Pueblo fue también referente de primera magnitud, sede de entrevistas e información de primera mano, al traducir el desastre en las primeras planas de todo el mundo. Tal es el caso de Robert Capa, que "pasó mucho tiempo en el barrio obrero de Vallecas, objeto de duros bombardeos, y en él fotografió a mujeres vestidas de negro con rostros demacrados que aún eran capaces de reirse mientras hacían cola entre las ruinas para conseguir su ración diaria de alimentos... los sin hogar... los refugiados (de los bombardeos) en los andenes del metro".

En una finca de la Carretera de Valencia próxima al Ayuntamiento se emplazó el Cuartel General de la Junta de Defensa de Vallecas y la 49ª Brigada. Al mando estaba el Coronel Lacalle, un ex-africanista mutilado que, sin embargo, simpatizaba con el PSOE; lo mostró en las disputas internas del Comité de Enlace de Defensa, y al delegar en 1937 la Comandancia de la 49ª Brigada al Concejal socialista Pedro Pintó, con el grado de Capitán.

El Secretario de la Agrupación, Mariano Sanjuán, como portavoz socialista en el Comité de Enlace de Defensa, aunque impulsó las labores de fortificación y atrincheramiento de Vallecas como le solicitó la Comisión de Defensa del Pacífico, no siempre coincidía en las prioridades bélicas que proponían los representantes del PCE en el Comité. Alineado con sus compañeros del Ayuntamiento, y en particular con la presteza socializante de Amós Acero, y aunque fuera elegido Presidente en febrero de 1938, pronto caería en desgracia para ser relegado en septiembre del mismo año.

Sus cada vez más notorios desencuentros con la línea política marcada desde el PCE, que a esas alturas de 1938 era tanto como decir la línea política de la República, dejaron a Amós Acero y a los suyos cada vez más sólo con sus apoyos populares, que no eran pocos. Aunque alguno de los nuevos Concejales, como es el caso de Ayuso, se le volviera en contra. Entre las numerosas ayudas que, desinteresadamente y de oficio, extendió Amós desde la Alcaldía a ciudadanos víctimas de denuncias falaces, una de ellas trasladó la tensión externa al interior de la Agrupación.

Un militante socialista y médico de la Beneficencia Municipal, Juan González Edo, fue acusado de hurto de material sanitario y víveres destinados a la asistencia social. Sometido a juicio, el certificado que cumplimentó el Alcalde, indicando "su total adhesión al Régimen y su significada actividad social y política al servicio de la República" no resultó suficiente para evitar su condena y posterior fusilamiento. Ironías del destino: el mismo documento que no lograra salvar a González Edo de la pena impuesta por los tribunales republicanos, años después, una vez incautado por las autoridades franquistas, sirvió como instrumento acusatorio de la Sección Político-social contra miembros de su familia.

Al entrar en Vallecas, las tropas franquistas tomaron, además del Ayuntamiento y el Cuartel General, la Casa del Pueblo y las demás sedes políticas leales a la República. La Casa estaba desierta, días antes un grupo de socialistas se encargó de destruir los archivos y documentos que pudieran comprometer la vida de sus compañeros. En la práctica, fue inmediatamente incautada por afiliados falangistas, que instalaron allí sus dependencias en Vallecas, y poco después declarada por Decreto "propiedad de la Delegación Nacional de Sindicatos de FET y de las JONS con arreglo a lo dispuesto en la Ley de 23 de septiembre de 1939 y su Reglamento (sobre) los bienes que pertenecieron a las entidades sindicales marxistas...".

Los vencedores de la Guerra no sólo dieron muerte a la Casa del Pueblo, también a muchos vallecanos, socialistas o no, bien fusilados, bien tras enormes penurias sufridas en presidio. Mención aparte de la derrota y la represión, la noticia del fusilamiento de Amós Acero Pérez, el 16 de mayo de 1941, hirió gravemente el corazón de los vallecanos que le conocieron. Unos dicen que "Amós no quiso que le vendaran los ojos... que prefirió ver la muerte venir", otros que se fué del mundo "con el orgullo de haber cumplido con su deber, sin quebranto de nadie... ni siquiera de (sus) adversarios...", otros más, que al morir adivinó "el sentimiento que produciría su sacrificio en ese pueblo (de Vallecas) tan poco comprendido y mal interpretado". Y todos tenían razón. Diez meses después, el entierro de su hijo, Amosito Acero, se convirtió en una manifestación de duelo que jamás antes había visto Vallecas, y en homenaje no sólo a su padre, el Alcalde asesinado, sino de todas la víctimas que lucharon y murieron por la libertad. "Allí desfilaron miles y miles de personas... (los) falangistas estuvieron presentes para atacar a la menor demostración... Un silencio sepulcral acompañó el féretro de Amosito hasta la sepultura".

Años de clandestinidad

Tras los desastres de la guerra, las muertes, encarcelamientos y exilios, los ímprobos esfuerzos por reorganizar el PSOE en clandestinidad fueron viéndose inútiles. A finales de 1939, de los 30.000 presos políticos que nos constan, más de 1.500 habían sido ya ejecutados. Las Juventudes Socialistas, desligadas formalmente de la JSU desde marzo de aquel año, organizaron una red de ayuda a presos y perseguidos, con sede clandestina en el Puente de Vallecas, que se sumó a las ya existentes de las Juventudes Libertarias y del PCE.

Con la detención de Sócrates Gómez en 1942, Julio Gómez le sustituyó al frente de la red hasta que un año después fue también detenido. En 1945, Sócrates Gómez, recién salido de la cárcel, logró reorganizar una pequeña dirección socialista en clandestinidad, que tampoco prosperaría demasiado en el tiempo.

Hasta 1953 cayeron, una tras otra, siete Ejecutivas del Partido y una de la UGT, y, desde 1948, con los débiles medios del veterano Teodomiro Menéndez, la dirección del interior se mostró enteramente incapaz de coordinar los escasos, frágiles y dispersos núcleos de socialistas que habían sobrevivido a la represión.

Uno de aquellos núcleos era el llamado "grupo de Vallecas"; de hecho, en la provincia de Madrid, fue el único que estuvo organizado permanentemente desde por lo menos 1945. Uno de los colaboradores de Sócrates Gómez en la reconstrucción de la Agrupación Socialista Madrileña, Alonso Muñoz, pertenecía al grupo superviviente de las Juventudes Socialistas del Puente de Vallecas que había constituido, años antes, la red de ayuda a presos y perseguidos.

Además de Muñoz, González Heras, Tejera, Peralta, Ángel Acero y Matías Castejón componían el primer núcleo. Leoncio Candelas, que había sido Comisario Político durante la Guerra, y enlace-correo en prisión, se incorporó al grupo tras salir de la cárcel. Candelas, como Muñoz, eran los únicos que podían mantener un vínculo eficaz con la dirección clandestina. El persistente hostigamiento policial obligaba a extremar las precauciones. A raiz de la caída de Tomás Centeno en 1952 "se produjo una gran redada en Vallecas, se registraron varias casas y hubo muchas detenciones", pero ningún miembro del grupo resultó capturado. Por debida prudencia, durante años hicieron "poco más que distribuir la prensa internamente y reunirse unos en casa de otros", pero también utilizaban bares como "La Alegría", o un piso de Monte Igueldo con la Cobertura de los médicos de la Mutualidad Obrera cobertura de los médicos de la Mutualidad Obrera.

A mediados de la década de los cincuenta, prácticamente dejó de funcionar el Comité madrileño, quedando núcleos aislados y dispersos. "La localización de los antiguos militantes era relativamente céntrica, pero la ciudad creció hacia el sur y el este... con una nueva clase obrera sin cualificar y sin tradiciones sindicales, procedente de la inmigración rural. Sus familias habían sufrido la represión del campo, mayor que la
                                 de las ciudades..."
.

Al comienzo de la década de los setenta, frente a lo que sucedía en otras regiones del interior, los renovadores madrileños apenas se acercaban a la centena. Se trataba de jóvenes intelectuales procedentes de sectores ilustrados de clase media, y "en su mayoría no tenían ningún antecedente familiar socialista o republicano". Los históricos, más numerosos, sin embargo "eran mucho más tímidos, pues habían conocido el peor franquismo...".

Años de restauración

Los veteranos del "Grupo de Vallecas", "tan bien ocultos que nadie conocía su existencia...", contaban aún con Alonso Muñoz, Leoncio Candelas, Ángel Acero y Matías Castejón, además de los más recientes Claudio Domingo y Carlos Solé, entre otros, venían manteniendo, mediante infrecuentes reuniones de débil activismo, un hilo conductor con el viejo Partido.

A partir de 1976, integraron el nuevo núcleo obrero surgido en el local de Seryvent, en la calle Ascensión Bielsa, donde ya se ubicaban varias secciones sindicales y grupos de la izquierda política cercanos al socialismo, principalmente cristianos y trotskistas. De hecho, si el cristianismo social había servido de cobertura política a muchos opositores a la Dictadura, los trotskistas, bien armados organizativa e ideológicamente, constituían una corriente de facto dentro del nuevo PSOE. En 1974, componían casi la mitad de la delegación madrileña al Congreso de Suresnes, y otro tanto ocurriría en el Congreso de UGT de 1976.

El liderazgo de los jóvenes de Seryvent -a decir unánime de los entrevistados- recaía sobre un maestro, Ildefonso Gómez "Raúl", que acababa de abandonar el activismo en las Juventudes Socialistas, tras el borrascoso Congreso de Lisboa y su derrota ante Miguel Ángel Pino en la pugna por la Secretaría General. Raúl, y con él varias decenas de jóvenes entre los que se encontraban Elvira Domingo, Joaquín Talaverón y Concepción Aguillaume "Chita", sirvió de catalizador para que todos los pequeños grupos políticos y sindicales que compartían "sede", se sumaran a los históricos para refundar la Agrupación socialista.

El activismo político que nacía de Seryvent, además de contar con los tradicionales repartos de propaganda, se fundaba sobre intensos debates y cuantiosos cursos de formación política, de los que no era en absoluto ajeno el grupo trotskista de Raúl. El tinte autónomo y asambleario de este grupo, contra la opinión de la Ejecutiva del Partido, impulsaría, además de la Agrupación vallecana, la Coordinadora Obrera de Agrupaciones Socialistas. En la primavera de 1977, Seryvent llegó a contar con un grueso de 700 socialistas.

Al fin, en abril de 1977, tras la legalización del PSOE y varias sesiones previas, se cumple la reconstitución de la Agrupación Socialista de Vallecas en una Asamblea Extraordinaria celebrada en el local de Ascesión Bielsa. Un mes antes, la corriente trotskista no había logrado hacer valer su mayoría abrumadora en Vallecas y Carabanchel para ganar el primer Congreso de la FSM en legalidad. La lista que resultó elegida estaba encabezada por el entonces considerado "guerrista" Alonso Puerta, y reforzada por José Prat y algunos de los antiguos históricos, además de la izquierda moderada de Francisco Bustelo.

Una de las primeras medidas de la nueva dirección, escudándose en la celebración de un mitin por la amnistía de todos los presos políticos, incluidos los miembros de ETA, fue disolver la recientemente creada Agrupación de Vallecas, expulsar a sus miembros, y con ellos la mayoría trotskista. Excluido también de la dirección del Sindicato de Comercio de Madrid, Raúl, tras encabezar la lista del PSOE (h) por Jaén en las Generales de 1979, acabaría sumándose "a varios fragmentos trotskistas para crear el POSI, sección española de los lambertistas".

En junio, un mes después de la disolución, se reinstauraría la Agrupación en un local de la calle Puerto de Monasterio sobre la base de los históricos, la minoría vallecana inserta en la mayoría regional y, a la postre, buena parte de los expulsados "que volvieron al PSOE, con la excepción de 70 u 80 del grupo de Raúl...".

Los socialistas vallecanos siempre entendieron provisional la sede de Puerto de Monasterio. En una Asamblea celebrada a finales de junio de 1977 se decidió "recuperar por los medios que fuese la Casa del Pueblo... patrimonio del PSOE".

Como primera actuación, Alonso Muñoz, en calidad de Presidente de la Agrupación, encabezó una comisión de la que formaba parte Juan Fernández, antiguo director de la construcción de la Casa, que "visitó al Presidente de la Junta Municipal de Vallecas, Manuel Fernández, para informarle de la decisión de la Asamblea...". A partir de este encuentro, las gestiones para la devolución involucraron al Gobernador Civil de Madrid, Juan José Rosón, con el que Alonso Muñoz se entrevistó varias veces.

Entre tanto, sustituyendo la ortodoxia por la eficacia, un nutrido grupo de socialistas protagonizó repetidos encierros y desalojos en la Casa del Pueblo, a lo largo de dos años. Como en una rigurosa ceremonia seguida por vecinos y periodistas, se sucedían la manifestación, la ruptura de cadenas que vedaban la puerta, el encierro voluntario, la presencia policial, el canto de la Internacional y el desalojo. En el último encierro, Alonso Puerta acompañó a la Comisaría a cuatro miembros del Comité de Vallecas que, por previo acuerdo, no portaban documentación. Aquella detención y la manifestación convocada en la Avenida de América en favor de la recuperación del patrimonio sindical y político, supusieron el detonante para la definitiva devolución de la Casa en 1979.

Aquel año, coincidiendo con el XXVIII Congreso del PSOE y su continuación en el Congreso Extraordinario de reelección de Felipe González como Secretario General, supuso un punto de inflexión en el devenir del socialismo vallecano. La recuperación de la Casa del Pueblo, la confirmación del PSOE como opción de Gobierno en las Elecciones Generales de marzo, la victoria de las izquierdas en las Municipales y la presencia de un socialista al frente de la Junta de Vallecas.

Pero tardaría aún en llegar la madurez de un proceso, lento aunque inevitable, donde la Casa del Pueblo recuperaría su plural función de dar cabida a las organizaciones socialistas, a sus militantes y cualesquiera ciudadanos que decidan ofrecer su esfuerzo y su inteligencia al servicio de los trabajadores de Vallecas. Un proceso que hubiera sido muy distinto sin la impronta de militantes y dirigentes socialistas como Ignacio Díaz, Felisa Sánchez, José García Ogalla, o el actual Presidente de la Agrupación, Juan Barranco, entre otros muchos en los últimos veinte años.

El socialismo vallecano ha cumplido ya más de un siglo, y a la Casa del Pueblo poco le falta. Queremos, recordando los yerros y frutos de su vida, pero sobre todo reviviendo a los protagonistas de su historia, recuperar el sentido que un día le confirió naturaleza y que, al menos un siglo más, habrá de seguir marcando su destino.

 

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