BREVE AUTOPRESENTACION E INTENTO DE EXPLICAR LO QUE SE HACE.

Alvaro Delgado

Nací en el barrio de Antón Martín, de Madrid, en 1922. Y en la capital pinto desde hace cuarenta años. En este tiempo he viajado algo, lo que considero importante, he leído bastante, y he hablado «hasta por los codos».

Cuando trabajo hago lo que puedo (otras veces, lo que sé) Me rectifico con frecuencia, rechazo todo programa y dudo de la propia explicación de la que intento hacer. Lo cual no quiere decir que no las dé.

No he intentado inventar nada nuevo en pintura y no tengo claro si es que no he podido o no he querido hacerlo. En todo caso me he limitado a desarrollar un lenguaje con el que expresar algunas ideas y comunicar experiencias que me pertenecen. Para ello me he servido de dos zonas donde también tengo casa y donde paso temporadas trabajando desde hace años: la cuenca del Navia y La Olmeda.

La primera está en la costa de Asturias, próxima a Galicia, y la segunda, en el umbral de la Alcarria, y allí han nacido muchos de los cuadros que muestro en esta exposición. El que sean aldeas o pueblos pequeños me ha permitido acercarme fácilmente a los hombres que los habitan y convertirlos en tema de mi trabajo y de mis preguntas. Estos hombres me interesan en su singularidad y me sorprende ver cómo encaja su manera de ser en la complejidad de la vida social, más estructurada en el Navia y más en soledad en La Olmeda, donde el cambio la está llenando de silencio y pone su futuro en duda.

Hace años creía que tenía explicaciones para todo y pensaba que bastaba con cambiar ciertos supuestos para que todo quedase debidamente encajado y funcionase bien. Y claro está que suponía que yo conocía esos elementos del cambio.

Ahora todo me parece muy complicado, de inesperadas y difíciles respuestas, lo que me impide juzgar y hace que me limite a preguntar «¿por qué?». Esta pregunta la formulo pintando el rostro y las manos de unos seres que parecen pedazos del paisaje en que viven, que envejecen en soledad, de biografía mínima, y a quienes el tiempo y el trabajo han arruinado casi no les hace protagonistas, le hace víctimas.

Y en que ven venir la vejez y la muerte, dos terribles realidades con las que conviven, pulsándolas en el sucederse de los días y de las estaciones.

También me pregunto «¿por qué?», ante esos marginados envueltos en trapos y suciedad, que llevan una vida áspera, libre y tremendamente miserable: los mendigos.

Hace años era frecuente verlos, los días de mercado y de fiesta, pidiendo con curiosa cantinela la pobre limosna que les ayudaba a sobrevivir. Ahora quedan pocos y no se sabe de dónde salen. No tienen parecido con sus hermanos los mendigos de las ciudades, casi siempre productos de la injusticia social. Suelen ser vocacionales y se mueven por los oscuros caminos de la vida de las aldeas, donde unas veces se les acoge y otras se les hostiga, ya que dan testimonio de algo que no se quiere conocer. Podrían encarnar personajes bíblicos.

Otro tema que me preocupa es el retrato e incluso he llegado a teorizar sobre él. Pero aquí el protagonista suele estar «colocado».

Pertenece a una clase social, tiene cultura y una profesión. El mundo no se le cae encima como a los otros. La sociedad le ampara y le califica. Su carácter puede estar más adornado que el de los campesinos y el de los mendigos, pero esté menos dibujado.

Alguien, creo que fue Luis María Ansón, me colocó el calificativo de retratista psicológico. Se lo agradezco, pero creo que no es para tanto. Me limito a palpar intuitivamente las peculiaridades del modelo preguntándome también «¿por qué?». Y me acerco a él impulsado por la lectura de un libro del que es autor, de su personalidad política, de su presencia social, de un roce amistoso o simplemente de una manera de ser que se hace muy presente en el mundo actual. No es tema fácil.

A las dificultades que pueden presentar otros motivos hay que sumar la del parecido. Y no basta con que la referencia formal sea precisa y objetiva, ni tampoco con la excelencia del hecho pictural. Hay que averiguar aquellos signos que hacen que el parecido quede más cifrado. Que el retrato se parezca más al modelo que éste a si mismo.

Bastantes de mis telas se han llenado con la imagen del Cristo, rematando con su simbolismo algunas series dedicadas a aquellos que tienen poco o no tienen nada. No creo que a Cristo pueda pintársele sin rodearle de pobres, a ellos dedicó su mensaje. No soy confesional, pero su significación, ya sea leyenda o historia, me parece hermosa, se trata de cumplir con la propia vida afirmando con la muerte la entrega a los demás.

En los momentos en que vivimos eso es un ideal alto y nos acompaña queramos o no, puesto que subyace subliminalmente en nuestra formación de origen cristiano.

Su contra imagen es la violencia. He partido de replicar Los fusilamientos de la Moncloa como pretexto para tratar un tema que constantemente se sucede y al que se envuelve con justificaciones políticas, religiosas o morales Matar al prójimo es algo que el hombre hace con gusto y me pregunto si no pudo encontrar otra manera de hacer la Historia. Cada uno de nosotros es algo irrepetible y destruir vida humana o atormentaría es algo monstruoso.

Ahora algunos «films» y bastante literatura nos preparan para el supuesto de que exista vida fuera de nuestro planeta, haciéndonos creer que la única relación que podemos tener con otros seres es la de guerrear. No nos basta hacerlo entre nosotros, hemos de llevar nuestro impulso de muerte a cualquier rincón del Universo. Sabiendo que encontraremos justificación para hacerlo, el "¿POR QUÉ?" es mayúsculo.

Leí hace poco un libro de Kenneth Clark, Civilización, que subraya las palabras de Michel Montaigne sobre los desmanes de la Reforma: «Tratando de convertirse en ángeles, los hombres se transforman en bestias», decía. Y da pavor la vigencia de esta afirmación y aún más pavos comprobar que somos incapaces de superar contradicción tan grande.

Mi gusto por la pintura de todos los tiempos y mi preferencia por algún gran pintor me han llevado a estudiarlo y a repetirlo, haciendo aquello que los franceses llaman d'aprés como señal de admiración y como forma de homenaje. La admiración por El Greco me acompaña desde que comencé a pintar.

Son numerosas mis inclinaciones en pintura y de todas me he servido: el «trescientos» y el «cuatrocientos» italiano, la pintura gótica española y germana, el Renacimiento, Venecia, los intimistas holandeses, la pintura española del XVII, la francesa, el XVIII y el XIX inglés, el impresionismo, la pintura moderna... Tengo particular debilidad por Velázquez, Rembrandt y Goya. Entre los modernos mis preferencias van, claro está, por los expresionistas, y los que más me han marcado son Van Gogh, Soutine, Rouault, Kokoschka y sobre todo el Picasso del primer cubismo y el de después del Guernica. También Bacon. Me gustan mucho Klee y Dubulfet. Ultimamente he descubierto al Kirchner de los grabados en madera y al germano-americano Lindner. La exposición de Appel en las salas de la Biblioteca Nacional me sorprendió.

La enumeración de premios, publicaciones, presencias en algunos museos y las distintas exposiciones que he celebrado, aquello a que hay que referirse en la presentación de los catálogos. Creo que es una lata, que no ayuda al verdadero conocimiento de lo que expongo y no sé si aclara debidamente lo que he hecho. Por consecuencia, procuro evitarlo si me lo permiten los directores de galería, y poner únicamente lo imprescindible. Alguna vez he intentado dar algo así como una «biografía negativa» acompañando a la «oficial» y «positiva». Me parecía hacer más completa la información. Indicar los concursos a los que me he presentado y en los que no he obtenido premio, la lista de museos en que no estoy representado, las críticas no favorables, los libros en que no estoy incluido, las opiniones adversas...

Creo que esto sería una explicación oportuna que completaría la imagen que se debe ofrecer y haría posible que el curioso que se modificase convencido por el argumento contrario. Pero siempre se ha estimado no pertinente lo que a mí me parecía una buena idea que además haría la lista más larga.


ALVARO DELGADO
Del catálogo de la exposición individual en la Galería Biosca, Madrid, 1982,





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