Texto de Benjamin Palencia

Diciembre 1931

 A toda persona que llegue a mi obra, quiero que se le despierten y trabajen sus sentidos; que vivan en ella las sensaciones de los tactos infinitos de las cosas, que están recogidas por mis manos, que sienten la necesidad de tocarlo todo, para recoger su vida íntima, y llevarla al cuadro, al dibujo...

 

Verticales

Una forma viva, en la superficie terrosa de una obra mía, quiero que se anime, como el viento saltador en el negro de los arroyos, de arenas en sombra, para que aquellas formas, por su materia, se transformen en piedras de cometa, atravesando el espacio como cuervos, o peces de arena con plumas en la cabeza, en las aguas paradas de los ríos escondidos de España.

 

Yo he corrido, como el animal hambriento, en busca de material vivo para mis pinturas. Los agujeros con olor a pólvora, llenos de piedras estáticas, con esqueletos de animales fósiles, han impresionado mi sensibilidad poética. Muchas veces me he perdido en los páramos de retamas para extraer lo plástico de las piedras, en las vertientes de tierra húmeda de los valles quemados, de los panales de cera virgen, de los zarzales ardiendo, del canto de las perdices... He sentido mi boca perforada por la sed, y he oído el aullido del lobo retumbar en las piedras de los cerros silúricos que sirven de refugio a los pueblos del barro cocido; materia que he pretendido llevar a mis telas, a mi pintura rural de veredas interminables, que mis pies descalzos han sabido medir, abrazándose en el fuego de estos caminos.

 

Piedra en hombre en planta; vertical de carne andando por los espacios rayados; pentagramas abiertos por las pisadas que pulimenta la greda. Caballo, galgo, liebre: tres imágenes en una surrealidad. El tomillo y la hierba en el techo de mi habitación. Materias que se clavan en las arenas de mis lienzos. Pintura de creación con materiales naturales, formando una naturaleza poética ajena a todo lo que no sea pintura.

 

Capacidad para la creación sin ataduras. Lógica libre, para aprisionar la poesía de los elementos más nuevos, de la expresión íntima de nuestra época. Animador, con las coloraciones más vivas de nuestra sensibilidad. Monólogo, llevado a una realidad inmediata en superficies mágicas por el creador plástico.

 

El sonido, los olores, los tactos, el viento

Estos cuadro poderosos elementos despiertan el sentido de mi existencia plástica.

Por ello hago pintura de sentidos y nunca de ojos; las realidades de los ojos se repiten mucho; el espíritu jamás ve igual dos veces. El forma y transforma constantemente los paisajes en múltiples fisonomías. Cada minuto es una naturaleza distinta, en situaciones geográficas movibles: un objeto puede estar junto a un río al mismo tiempo que en la luna. Depende del sentido del pensamiento poético de la persona con facultades de creación. ¡Qué nueva maravilla es hacer plástica de lo que no se ofrece a los ojos y si al espíritu! En mi obra hay sutilezas, que jamás podrá desentrañar aquel que no tenga secretos en el corazón. El martín pescador traza curvas con sus alas en las superficies aceradas de los ríos, dibuja una nueva fisonomía de los alacranes y las hormigas, respetando en la naturaleza, al mismo tiempo, todo lo que no es plástico, lo que no pertenece a su mundo. Muy pocos poseen el secreto de los redondeles lineales y luminosos de la pintura. Ellos, los otros, están fuera, se han quedado en el cementerio de lo artístico; en lo que son, en lo que sienten, en lo que serán siempre.

Libertad, vibración y signo

No sé dibujar; no quiero saber dibujar, y por eso hago lo que me da la gana, sin tener en cuenta lo que los otros llaman saber dibujar.

Yo interpreto poéticamente, rayando en el papel mis sueños, mis sensaciones, como un niño que no sabe dibujar, pero que sus imágenes rayadas están cargadas de sensibilidad y poesía. Para mi visión interior, puede ser más pequeña una casa que una hormiga, y un árbol más grande que una montaña. Con mi pensamiento y mis manos todo es posible. Yo creo en todas las mentiras poéticas; lo que no acepto son las verdades con barbas. Me río mucho, cuando algún abejaruco, crítico de arte, sale diciendo, que no se sabe, o que se sabe, dibujar. Nunca, por más que he pensado en esto, lo he podido descifrar. Teniendo sensibilidad, y manos que sepan dar forma a la íntima visión del pensamiento, el saber o no saber dibujar no tiene sentido. Ejemplos: Picasso, Braque, Klee.

Lo principal es tener luz en la inteligencia y en el corazón, para que todo esté en su sitio geométricamente limpio, diciendo con pureza todo lo que se tiene que decir plásticamente. El que dibuja una cabeza con parecido humano, no es mejor dibujante que el que dibuja signos. Ahí tenemos la prehistoria y Velázquez. Me quedo con los salvajes y los niños. Nunca con los esclavos, tacaños imitadores de la realidad. Una raya trazada en el papel es un signo, un mundo a desentrañar. Lo esencial está en la mano que la trace. Si esa mano sabe guiarse por el pensamiento poético y traza enérgicamente las latitudes y sentimientos, sabe dibujar; si un dibujo no nos revela el misterio del conocimiento de las cosas del que lo hace, es no saber dibujar y está fuera de la plasticidad. Lo mismo ocurre en una pintura.

A la mano no se la puede dejar sola al servicio exclusivo de los ojos; esto es una inmoralidad del dibujante; es querer pasar gato por liebre. Quien tal hace, merece le saquen los ojos, para que las manos, que no saben hacer nada por sí mismas, se pongan a la voluntad del hombre que sabe elevar sus sentimientos.

Llama y pensamiento

Si queremos que se salve, que no se hunda, necesariamente la pintura ha de llevar fuego en sus entrañas; sólo así podrá transfigurarse, sintiéndola en lo vivo quien sepa acercarse a su llama.

El caballo que corrió por primera vez en el espacio fue un signo en movimiento, inventado por un temperamento poético que sentía la necesidad de manifestarse plásticamente.

Una mancha de color y una raya, puestas con sensibilidad en una superficie, son más que suficientes para despertarnos sensaciones infinitas de las cosas. La pintura nació con el primer hombre que necesitó dar forma exterior a un sentimiento, y creó el signo, que para él fue equivalente a un hombre o un número.

La pintura es encarnación plástico-poética de sí misma, por el pensamiento sugeridor que la forma. El cubismo se encontró por el juego libre de unas líneas y unas superficies coloreadas, compuestas por unos hombres que buscaban seguramente aquello, puesto que se lo quedaron. Vemos que aquél comienza por la geometría de los objetos visibles del mecanismo industrial, para más tarde pasar a lo íntimo del juego franco y, por último, hacerse ciencia, que es precisamente lo que tenía que ser la pintura en aquel momento, cuya esencia se concretaba en dos rayas y un color; un cono y dos esferas podían representar la expresión íntima de un rascacielos. Esto fue suficiente para hacer una revolución.

El pintor, un sonido lo transmite magnéticamente a un color, a una raya, a un signo; ello es bastante, tanto para hacer una obra, como para poner en tensión poética la sensibilidad, dejando percibir el más tenue latido de las cosas. Unas rayas trazadas con sensibilidad y energía, son suficientes para justificar la existencia de una personalidad.

El pintor necesita «quemarse las manos» con la pintura, si quiere darle su propia sangre; pero también ha de intervenir, imprescindiblemente, el pensamiento analítico-metafísico, sujetador de la pasión, que no le dejará caer nunca en un romanticismo morboso y decadente.

 

Cezanne, pintor conceptual - para mí -, buscaba al impresionismo materia de perennidad y plasmó un principio que, corriendo el tiempo, Picasso -buscando también- había de encontrar en las telas del maestro de Aix. Este principio de Geometría plástica fue el cubismo.

El pintor no debe con su fantasía escamotear la verdad; de una nube no puede sacarse una máquina, de una planta, una escultura, ni un cuadro, de una fotografía. A la naturaleza no se la puede ni debe fingir en otra cosa, a no ser que se pretenda una monstruosidad. La pintura sólo es pintura y no puede ser más que pintura. Por eso, el mejor cuadro es aquel que juega con las formas, sin otra intención naturalista o real. Basta y sobra con la expresión viva del material y la técnica, tratados con sentido y sensibilidad. Es absurdo creer que una pintura, para ser buena (?), haya de imitar la realidad. Si a las praderas y las nubes les fuese posible meterse en un cuadro, ¡qué cataclismo no ocurriría!...

Jugar a la poesía

Yo juego a la poesía porque es el juego más peligroso, el que no admite trampas ni razones, el que no se deja coger. Hay que jugar en profundidad, arriesgándolo todo, hasta la vida, para entrar en la categoría de los ritmos plásticos del espacio poético del juego: hacer pintura sin trampa, sin imitar lo falso de los ojos, sin acercarse a la carcajada de la muerte vigilante del hombre que no está seguro de su camino. Jugar al juego de la poesía es ver a los astros su perfecta anatomía, conocer las proporciones exactas de los paisajes del sentimiento plástico de los espacios; andar por los caminos del sueño, tocando todo, pisando todo, sin pesadeces del cuerpo ni verdades de los ojos, sino jugando con la inteligencia y el corazón, libres, para entrar más dentro del espíritu de las cosas, sacándole su verdad plástica al sueño.

 

Del libro "Nuevos artistas españoles, B. Palencia"
Madrid, Ed. Plutarco, 1932.


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