NOTICIA DE ENRIQUE
NUÑEZ CASTELO Concluida
la guerra civil, Alberto inició el camino del exilio; Rafael
Alberti le siguió por otro derrotero distinto; Lorca había
muerto en 1936; ni Caneja ni Maruja Mallo debieron recordar la experiencia
anterior como merecedora de repetirse, y es entonces cuando Benjamín
Palencia encuentra a un grupo de artistas que habían estudiado
juntos en la Escuela de Bellas Artes, que funcionó durante la
guerra civil, y que habían desarrollado entre ellos una camaradería
casi fraternal, son Carlos Pascual de Lara, Alvaro Delgado, Gregorio
del Olmo y Enrique Núnez Castelo; más tarde va a unírseles
Francisco San José.
La solidaridad
que se va creando entre Gregorio del Olmo, Alvaro Delgado, Carlos Pascual
de Lara y Enrique Núnez Castelo es más que amistosa fraternal.
En 1939, cuando los mayores de ellos son movilizados en la llamada «quinta
del chupete» con que la República pretende fortalecer sus
cuadros militares con soldados que son casi unos niños, todos
juntos reparten el rancho para hacer frente a las privaciones. Un espíritu
de compañerismo les une en unos ideales a veces exaltados y,
sobre todo, en la persecución desesperada de una vocación
que ninguno sabe dónde les va a llevar.. - Los tres
pintores, Delgado, Del Olmo y San José, coinciden en destacar
en estos años: en primer lugar las larguísimas caminatas
(algunas veces desde el Museo del Prado hasta Arganda); en segundo,
la influencia del franciscanismo, a través de un libro de «Las
florecillas», traducido por Cipriano Rivas Cheriff y que circulaba
ampliamente entre el grupo. Una anécdota
que subraya este punto es el hecho de que en los largos paseos hasta
Vallecas muchas veces del Olmo, Lara, San José, Delgado, su hermano
Pablo y Núnez Castelo repartían una comida, casi siempre
precaria y nunca abundante... Todos
coinciden en que se habló mucho durante esta época de
arte, poesía y filosofía, y en contraste se pintó
muy poco, entre otras razones por la penuria de material resultante
de la pobreza general del grupo. Igualmente
señalan la camaradería y el idealismo inicial del equipo,
su manera platónica e idealizada de acercarse a las chicas de
su edad, entre las que Gregorio del Olmo todavía recuerda una
que recibía el nombre de Galatea. Del mismo modo señalan
la disolución del espíritu común. Enrique Núñez
Castelo, el más pobre del grupo y que posteriormente iba a fallecer
en París en la más extrema miseria, fue el primero en
separarse en cuanto desapareció la costumbre de compartir la
comida y de colaborar en todos los problemas que a cada uno surgían. Del
libro de Raúl Chávani, "Mito y realidad de la Escuela
de Vallecas", |
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