HOMENAJE A CANEJA
José Herrera Petere

I

Hubo alguien que dijo en Varennes: «Ya se sabe, o no se sabe, que en el mundo no hay nada parecido a la Europa Occidental, nada». Y el fogoso conde inglés Hugo de Charlottesville nunca quiso comprender «nada» fuera de su tierra natal.

El cielo estaba sombrío, en Varennes. En Varennes eran las tres de la tarde...

Y un triste eco repitió, en Varennes, contra un muro: «Ya se sabe, o no se sabe, que en el mundo no hay nada parecido a la Europa Occidental, nada». Pero ocurre que España se encuentra todavía más a Occidente que Inglaterra con su Landsend (en Galicia llamado Finisterre, más occidental que toda Irlanda; véase el mapa).

¿Será preciso excusarse ante Occidente o habrá que volver a la revolución en España, al menos en pintura?

 

II

Después de haber atravesado Africa, recibimos la caricia desesperada con la que Oriente besó, sobre los labios de España, toda la Europa Occidental.

De tiempo en tiempo hay toques intensamente pálidos, de amor, de envidia, de hambre... Y el viento, el simún africano, lo ha vuelto todo al revés, incluso a Caneja y sus amigos, sobre la vía del ferrocarril. Pero queda la pintura de Caneja.

¡Murmullo clandestino del color! Y no existen las máquinas de vapor, ni las locomotoras excitadas, ni los caballos eróticos del año 36 en España.

En lo que se dice pintar la verdadera, ardiente, fría historia de la Castilla calcinada, la verdadera historia de España. Es lo que se dice pintar las actuales escorias del Gran Incendio que es la historia de España. Es lo que se dice pintar de manera crítica, con amor y dolor, lo que queda de las antiguas praderas y pinares, e las comunidades castellanas, de sus antiguos fueros y privilegios. La Castilla antiimperial contra León - Mio Cid dixit -; y la enseña de Castilla era roja.

Es lo que se dice pintar la historia de España. Algo que no es nada, o más exactamente esto...

Caneja: la realidad española despojada - la piel de toro, reducida a una piel aprovechada para...

La realidad: he ahí el barro cuando llueve.

Se diría que toda la miserable división maldita y múltiple de la tierra española se repite incluso en los cielos de la pintura de Caneja.

No buscad un color uniforme - Hugo de Charlottesville - porque no existe.

Y el español que puede emigra, aunque el paisaje de Castilla sea el más rico en colores de toda Europa.

III

Caneja viene en Madrid y acostumbra a bajar por sus calles, medio en sueños, mirando siempre el horizonte. Costumbre peligrosa, porque, aparte del peligro de tropezar contra un cura, está uno expuesto a un peligro mucho mayor: la de ver desde la calle de Atocha la enorme boca que rodea a Madrid, la enorme boca de los campos de Castilla.

Y he aquí el grave problema para el pintor castellano actual:

¿Cómo representar la enorme realidad que le rodea, esa enorme boca que asedia Madrid, que cubre España entera: el secano, los campos de Castilla?

Se ha escrito mucho sobre esos campos, pero se ha pintado poco. En verdad, los pintores cortesanos del siglo XVII no abordaron el problema de Castilla sino mediante puras anécdotas, vistas lejanas de la sierra de Guadarrama y de su cielo...

Hubo en cambio..., pero no era lo mismo, porque siempre pintaba horizontes infinitos y nebulosos, perspectivas lejanas. (Claridad de las nubes ven en mi ayuda, tengo necesidad de pintar los campos de Castilla...) Porque es difícil, casi imposible, pintar Castilla.

Luego vino el que se detenía ante una piedra. para mirarla de perfil, el que logró extraer de cada grano de tierra un cuadro abstracto.

Después vinieron otros paisajistas españoles distinguidos, gallardos ejecutantes, que con toda su fuerza enseñaron al mundo la realidad un poco anecdótica de su tierra, más al sur, donde aún quedan robles, encinas y olivares: Ciudad Real, Extremadura...

Pero en Castilla -repito, no hay nada, absolutamente nada, ni robles, ni encinas, ni olivares. Se abandona el rascacielos de Madrid y se topa con la enorme boca seca que la rodea: la inmensa e impar mandíbula sin igual en la historia de España, que amenaza y... con razón y que terminará por devorar los rascacielos de Madrid el día menos pensado.

Nunca, nunca hasta ahora un pintor español tuvo la audacia de encararse con este paisaje enorme, esta boca realidad épica (que no lírica) que se llama Castilla, como lo ha hecho Juan Manuel Diaz Caneja.

 

IV

Voy a contar cómo ocurrió. Caneja llegó a Madrid, triste. Un día de 1940.

De la estación de Atocha fue a la estación de Azuqueca (Guadalajara), donde encontró a un telegrafista - de espesas cejas -, con quien trató de entablar conversación. Y dijeron: «Todo ha sido inútil: negro silencio. Silencio seco, silencio negro.. Silencio seco, a pesar de las lágrimas..»

Mientras tanto, llovía en Varennes...

 

Semanario «Les lettres francaises», Paris.
4 de junio de 1964,
Del catálogo de la exposición de Caneja en la Sala Luzán,
Caja de Ahorros de la Inmaculada, Zaragoza, 1983.



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