PINTURA CONSTRUCTIVA. LUIS CASTELLANOS EN EL ATENEO

Se pueden contar con los dedos como siempre las exposiciones interesantes celebradas este año, durante la temporada que ahora agoniza. Casi todas las muestras válidas tuvieron lugar en el Museo de Arte Moderno. Ninguna - ni por excepción casual o impar en los salones zapateriales de esa lonja de mal gusto y de las aberraciones que es el Círculo de Bellas Artes. Algunas en el salón promiscuo, pero simpático y acogedor, del Ateneo.

Aquí está abierta ahora la de Luis Castellanos. Un pintor nuevo en todas las acepciones de la palabra. Y extremadamente joven. Al punto rastreamos su filiación. Aunque no hubiera cuidado de anotar honrosamente en su catálogo la procedencia: del «Grupo Constructivo» que organizó ocasionalmente el gran animador Torres-García en una sala aparte del último Salón de Otoño.

¿Qué fue, qué pretendió ese grupo? Un intento más de los muchos generosos y no logrados emprendidos a lo largo de su vida por ese admirable y fervoroso artista. El objetivo propuesto no quedó alcanzado. Expusieron allí pintores y escultores de personalidad ya definida que apenas tenían nada que ver con la estética unilateral, con las teorías constructivas de Torres-García - como Maruja Mallo, Alberto, Benjamín Palencia, Luna, Mateos, Yepes, Moreno Villa, Manuel Angeles, etcétera-.

Ni este grupo, ocasional ni ninguna de sus restantes empresas cuajaron. Torres-García, a la postre, tuvo que emigrar -¡uno más!-, o retornar a su país natal, a Montevideo. Pero la semilla no quedó perdida. Prendió especialmente en el escultor Yepes y en el pintor Castellanos. Y es que Torres-García era un espíritu contagioso como pocos, dotado de una singular virtud proselitista, capaz de moldear a su gusto la arcilla de los artistas inquietos, maleables o poco formados que se le acercasen.

¿Esto es un bien, es un mal desde el punto de vista del pintor que recibe la influencia y la lección y que puede llegar a desnaturalizarse si no crea al mismo tiempo que asimila? Fallen otros esta delicada y eterna cuestión de las influencias. André Gide las apologizó en una conferencia famosa. «Aquellos que temen - decía - las influencias y se hurtan a ellas hacen tácita confesión de la pobreza de su alma.»

Sin duda, Castellanos no es de éstos. Sus cuadros traducen clara y honestamente el influjo de Torres-García. Tras una fase de vaga aproximación superrealista, Castellanos se ha dado a la pintura abstracta y constructiva. Superficies bidimensionales. o sea, sin profundidad- divididas con simetría en rectángulos y espacios, muy ligera - pero originalmente coloreados. La propensión o desembocadura de este arte abstracto hacia lo decorativo -mas no la frivolidad decorativa sino las grandes ornamentaciones murales- es evidente.

Y así parece entenderlo Castellanos en algunos cuadros que admitirían muy bien su traducción, su transpone a los anchos paneles murales de una fábrica. O a los azulejos y a las piedras labradas. El arte abstracto encontrará en estos caminos su mejor derivación. Torres-García y sus discípulos lo han visto a tiempo.


Publicado en «Gacela del Arte»,
Tenerife, julio, 1934. ANONIMO.



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