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LA
II REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL EN VALLECAS (De la euforia a la depresión/represión)
Gabriel Pérez y Alfredo Pérez I
- INTRODUCCIÓN La
II República surge prácticamente como una fiesta tras las elecciones municipales
celebradas el 12 de abril de 1931, en las que los representantes monárquicos
pierden en todas las principales ciudades, proclamándose la II República a
los dos días, el 14 de abril. Esta
fiesta apenas tuvo continuidad pues casi de inmediato se enfrentó a
una serie de graves problemas entre el proletariado y campesinado que exigían
reformas urgentes y las clases privilegiadas que ven peligrar su posición,
todo eso hace que la vida cotidiana de la II República entre en una espiral
de violencia que desemboca fatídicamente en el levantamiento militar que se
inicia en Marruecos (Melilla) el 17 de julio de 1936, y que al día siguiente
se extiende por toda la península. Cuando
se produce el levantamiento militar una parte considerable del ejército y
de los cuerpos de seguridad se suman a él, pero también existe un importante
contingente que permanece leal a la República que, unido a la impresionante
movilización popular que se produjo en todos los partidos del Frente Popular
que se habían estado preparando para esta eventualidad, hace que el mapa de
la península quede dividido en dos sectores claramente definidos. La
extraordinaria movilización obrera, unida a una evidente debilidad del gobierno
legítimamente elegido, propició que se diese en la zona republicana una situación
revolucionaria, donde se veía la ocasión perfecta para implantar todas las
reivindicaciones que desde la proclamación de la II República se habían estado
solicitando y que no había sido posible llevar a la práctica. La
ola de extremada violencia que se dio en todo el territorio sólo se entiende
si se tienen en cuenta la enorme polarización de la sociedad española, uno
de cuyos lados era el Frente Popular compuesto por todos los partidos de izquierda,
republicanos, socialistas y comunistas y parte de las clases medias y pequeña
burguesía, aglutinados en torno a un ideal republicano, popular y antifascista.
Y el otro compuesto por el bloque de derechas donde se integran también un
conjunto muy heterogéneo de fuerzas como monárquicos, carlistas, tradicionalistas,
militares, católicos, terratenientes, fascistas, etc. La
guerra civil española desde el principio se concibió como una guerra de exterminio
del oponente, no sólamente había que vencer al contrario, sino también aniquilarlo
y para ellos se utilizaron todos los medios al alcance para conseguir el objetivo. La
rebelión militar al igual que la revolución social que se da en el lado republicano,
ponen de inmediato en funcionamiento una impresionante estrategia de exterminio
en ambos lados. El
propio Franco comentó que "no dudaría en fusilar a media España si tal
fuera el precio a pagar para pacificarla", y matar masivamente campesinos
y obreros era el reconocimiento de que la España de orden que buscaban los
militares sublevados iba por el camino correcto, al igual que para los revolucionarios
el asesinato de clérigos y grupos dominantes era la constancia que el camino
hacia la revolución se había iniciado. Es
decir, los asesinatos en la zona rebelde se producen como consecuencia de
una decisión fríamente calculada por parte de los mandos militares, apoyados
por la Iglesia católica como legitimadora moral de dichas acciones encaminadas
a la formación del nuevo estado totalitario basado en el terror. La violencia
era un fin en sí mismo, con un absoluto desdén hacia los derechos humanos,
una demostración del Estado militar, católico y fascista que se quería implantar,
y esta labor de limpieza se prolongaría durante muchos años después de finalizada
la guerra para consolidar ese Estado. Los
asesinatos en la zona republicana se producen como consecuencia de la desaparición
del Estado incapaz de controlar a los elementos revolucionarios que desde
un principio pugnan por hacerse con el control de la situación y de hecho
estas ejecuciones sumarias fueron desapareciendo a medida que se fue reconstruyendo
el Estado. Para
el caso de Madrid las fases de la represión se pueden dividir en tres grandes
períodos: Una
primera fase que transcurre desde el alzamiento militar hasta principios de
1937 donde se da una represión por parte de grupos incontrolados, a pesar
que a finales de agosto de 1936 se crearon tribunales populares para juzgar
delitos de rebelión, que incorporó elementos de jurisdicción militar así como
el "procedimiento sumarísimo" y que poco a poco fueron terminando
con la acción de los grupos de incontrolados, acabando las milicias sometidas
a la disciplina del ejército. Una
segunda etapa hasta el fin de la guerra de represión controlada por los diferentes
tribunales constituidos, que si por un lado evitó sacas y paseos también permitió
una creciente actividad de los espías y quintacolumnistas que se organizaban
y actuaban con creciente eficacia dentro del sector republicano, motivo por
el que en agosto de 1937 se crea el Servicio de Investigación Militar (SIM)
dedicado a desenmascarar actividades contra la República, y que resultó bastante
efectivo en desarticular numerosas redes de espionaje y sabotaje. Y
un tercer período de represión física, económica e ideológica dirigida hacia
la población que había combatido en el bando republicano y que abarca prácticamente
desde el final de la guerra hasta final de la década de los cuarenta. II
- LA GUERRA CIVIL EN VALLECAS. LOS PRIMEROS MOMENTOS DEL ALZAMIENTO. En
Vallecas se produce una rápida movilización ya que las organizaciones obreras
y sindicales, al igual que en el resto de Madrid, llevaban tiempo temiendo
por un levantamiento militar, estas organizaciones rápidamente pasan a ejercer
el control de la calle. El Partido Socialista tenía su sede, desde 1932, en la calle Concordia,
6, donde reside en la actualidad, también existían otras locales de Partidos
Republicanos, una en la zona de Doña Carlota y otra en la calle de Peña Prieta. En
Madrid, el pronunciamiento militar no triunfa debido a la división de los
militares y a la lealtad del cuerpo de la Guardia de Asalto, así como la rápida
movilización de las bases de los partidos políticos y sindicatos. "En
mitad de un película que se estaba ofreciendo en el cine de verano «San Méndez»
que estaba en la calle Felisa Méndez, actual calle de Monte Igueldo, pararon
la proyección para comunicar que todos los miembros se los sindicatos y partidos
políticos que se presentasen de inmediato en sus respectivas sedes con motivo
de organizarse para defender la República"
(Angel Llorente). Los
militares sublevados junto con falangistas movilizados, se hicieron fuertes
en el cuartel de la Montaña que será tomado al asalto el 20 de julio por militares
fieles a la República y obreros armados, ejecutando tras la toma del cuartel
a más de un centenar de los sublevados y al propio general Fanjul que tras
ser juzgado sería fusilado. En esos primeros momentos, al igual que sucedió
durante toda la guerra y en todo el territorio no había sitio para la piedad
ni para el perdón. El clima de terror se imponía desde el primer momento. Desde
el momento que se extiende el rumor de la rebelión militar, en aquel caluroso
viernes del 17 de julio de 1936, los obreros vallecanos al igual que los de
todo el país pensaron que había llegado el momento de la revolución social
que tanto habían estado esperando. La gente empezó a salir a la calle y a
dirigirse hacia las organizaciones sindicales y políticas a las que pertenecían,
sabían que debían permanecer alerta y velar para que ese anhelo tanto tiempo
deseado no se les escapase de las manos, obreros, jóvenes estudiantes y mujeres
se juntaron alrededor de sus respectivas sedes y alrededor de los cuarteles
para exigir armas con las que defender la República. En
Vallecas existía la Casa del Pueblo del partido socialista en la calle Concordia
donde está la actual sede del PSOE, y que fue construida en 1932, y en la
misma calle, casi enfrente tenía un local la CNT, en ambos locales funcionaban
colegios y servían como lugar de reunión y de actividades para los obreros
del Puente de Vallecas. En la calle Puerto Alto había un colegio que pertenecía
al Partido Republicano. "Todo
el mundo sabía que iba a producirse el levantamiento, por lo que muchos llevaban
días sin dormir en sus casas pendientes de la movilización. En el mejor de
los casos, tenían unas cuantas pistolas, pero nada más, sin embargo, aunque
estuviesen desarmados, debían permanecer alerta, noche tras noche, durmiendo
sobre los bancos de sus secciones locales"
(Pedro S.) Dentro
de los planes del alzamiento los dirigentes insurgentes pensaban que en Madrid
no triunfaría el alzamiento por lo que los rebeldes tenían que prepararse
a resistir en los cuarteles y sitios estratégicos hasta la llegada de los
ejércitos nacionales. "Cuando
llegó la guerra nosotros sabíamos que ya sabían que se estaban parapetando
en el Alto de los Leones los franquistas, y pasaban mucha munición por aquí
por la carretera de Valencia y es que en el Pueblo Vallecas había un polvorín,
y de ahí sacaban la munición" (Matilde). En
Vallecas se organizaron rápidamente milicias obreras para organizar las actividades
básicas de abastecimiento, se crearon comités en todos los barrios, montando
comedores comunales con la comida y utensilios de cocina requisados y se funcionaba
mediante vales. "Aquí
cuando estalló la guerra en el convento de frailes que había en la carretera
de Valencia (actual Avda. de la Albufera, donde está el Instituto Vallecas
I), cuando fuimos nosotros ahí ya no había nada, sólo la cocina. Entonces
comenzaron a movilizarse y se preparó para llevar comida a los soldados y
se empezó a preparar gente que guisara, con cocineros y cocineras y se recuperaron
cacharros. Ese convento quedó como Cuartel General y de allí saldría el batallón
49 que comandaba el Coronel Lacalle, aparte de ese batallón surgieron otros
muchos" ( Matilde). Estas
milicias también se encargaron del control y de la represión, ya que difícilmente
se veían guardias de asalto ejerciendo tareas de vigilancia ya que los que
habían permanecido fieles a la República se centraron en los puntos más estratégicos
de la capital. Fueron las milicias obreras las que a partir del 19 de julio
empezaron a ejercer la labor de policías, solicitando documentación, realizando
registros, incautando vehículos y establecimientos, etc. Se
dieron una serie de detenciones sin apenas control únicamente por la apariencia
o testimonio de alguna persona que acusaba a otra, sin que para ellos se tuviesen
que demostrar pruebas contra el sospechoso, creando un clima de cierto terror
contra cualquier sospechoso de ser contrario, o simplemente poco comprometido,
con la República. Este movimiento tremendamente espontáneo de la población
no dejaba de ser un tanto caótico, por lo que dentro de estos grupos fue inevitable
que se mezclasen individuos más interesados por el pillaje que en la consolidación
de la organización de la incipiente revolución. "Entre
las calles de Francisco Iglesias y Emilio Ortuño estaba el convento de las
monjas de la "Divina Pastora", allí si vi yo mucho desorden, se
metieron unos cuantos cazurros y los pupitres del colegio los sacaba a quemar
y yo les dije -no quemarlos que eso sirve para los niños, sirven para los
nuestros, no queméis los libros- y por poco me meten una paliza. Por entonces
sólo estaba el convento y dos casas hechas, el resto era campo" (Matilde). También
salieron batallones de voluntarios hacia los frentes de la sierra con el fin
de contener el ataque nacionalista, aquí murieron muchos de los mejores y
más comprometidos militantes de la zona republicana, pues iban sin ningún
tipo de instrucción y apenas organización. "Miembros
de las milicias de Vallecas se fueron para la estación del norte y de allí
hacia la sierra, y cuando iban en autobuses que había de dos pisos se los
cargaron a todos. Se iba sin ninguna preparación"
(Matilde)
III
- EL CERCO DE MADRID Y SU REPERCUSIÓN EN VALLECAS En
un primer momento en el que la autoridad del Gobierno prácticamente es inexistente
desbordado por la rapidez y la magnitud de los acontecimientos por parte de
grupos incontrolados, se producen múltiples detenciones y ajusticiamientos,
siendo los principales objetivos los militares antirrepublicanos y el clero,
pero también se incluían políticos conservadores, comerciantes, burgueses,
católicos, etc. "Sacas"
(que era el resultado de sacar gente de las cárceles para asesinarlas y que
tuvo como escenario principal la cárcel Modelo de Madrid), "paseos"
(gente que era asesinada por alguna organización sin ningún tipo de juicio)
y las "checas" (eran cárceles improvisadas organizadas por partidos
y sindicatos con el objetivo de investigar acciones contra la República y
de donde se sacaban a los detenidos para fusilarlos), concentrándose la mayoría
de estos ajusticiamientos en los meses de agosto, septiembre, octubre y noviembre
de 1936. Por
ejemplo en Madrid entre los meses de agosto y septiembre fueron asesinados
aproximadamente el 90% de los religiosos que murieron durante toda la guerra
civil y también la mayoría de los militares. Dentro
de la destrucción revolucionaria encaminada a terminar con el orden existente
fue la Iglesia, y todo lo relacionado con ella, la que sufrió las peores consecuencias,
se desató una furiosa persecución hacia lo religioso, curas, frailes y fieles,
quema de iglesias y conventos, etc. La población identificaba a la Iglesia
como la sustentadora ideológica de los sectores privilegiados, en detrimento
de las clases populares, por lo que atacar a la iglesia era atacar a la parte
más visible del modelo de Estado que se quería superar. Así
sucedió el 12 de agosto de 1936, donde unos 250 prisioneros, significados
derechistas y miembros del clero, procedentes de la Catedral de Jaén que había
sido habilitada como cárcel, fueron traídos en tren hasta Madrid. Entre los
presos más destacados estaba el obispo de la diócesis de Jaén, Manuel Basulto
Jiménez. La
idea de traerlos a Madrid era precisamente la de evitar que éstas personas
cayeran en manos de extremistas del campo republicano dispuestos a tomarse
la justicia por su mano y de forma sumaria, transportándolos a prisiones de
Madrid, pero, al llegar a Vallecas, numerosos milicianos y población civil,
se habla de dos mil personas, impidieron que los detenidos llegasen a su destino,
apoderándose de los presos, no pudiendo hacer nada la guardia civil que los
escoltaba para detener a los asaltantes. Allí
murieron asesinados la mayor parte de los presos, incluyendo al obispo, al
deán de la catedral y a la hermana del obispo, de quien se encargó una miliciana
apodada la "Pecosa". Ante
el avance de las tropas nacionalistas, el gobierno huye a Valencia, quedando
en Madrid una Junta de Defensa bajo la presidencia del general Miaja. En aquellos
días los habitantes de Vallecas, al igual que los de Madrid vivían una situación
de peligro constante, las tropas nacionalistas podían entrar en cualquier
momento, sobre los tejados sobrevolaban los aviones descargando su munición,
la ciudad estaba sitiada y nadie estaba totalmente a salvo de alguna denuncia
injustificada que le llevase a juicio ante una checa o bien caer bajo los
disparos de los "pacos" francotiradores nacionalistas que actuaban
ocultos, se vivía bajo una terrible y constante tensión, a lo que había que
unir una creciente dificultad para abastecerse de los recursos más básicos
(alimentos, medicinas y ropa de abrigo) que provoca un rápido aumento de los
precios. Cuando
se producía alguna situación desesperada, producto de los bombardeos, o ante
inminentes ataques de los sublevados, se volvieron a producir sacas de las
cárceles y ejecuciones masivas, como fue el caso de los más de dos mil ejecutados
en Paracuellos del Jarama que, ante el cerco de las tropas franquistas a Madrid
a partir del 6 de noviembre. Fueron
sacados de las cárceles y ejecutados los días 7 y 8 de noviembre de 1936,
sacas que no pararían hasta principios de diciembre, siendo ejecutados unos
2.700 presos y siendo la mitad de ellos militares. El
cerco a Madrid afectó a Vallecas, al igual que a otros barrios de Madrid,
acentuándose los bombardeos, el miedo, la escasez de alimentos, etc. y también
acentuó las ejecuciones ante el temor que los nacionales tomasen la ciudad.
"desde
Vallecas se podía oír el ruido de los fusilamientos en el Cerro de la Plata"
Angel "El
6 de noviembre en las inmediaciones del Puente de Vallecas fue abatido un
avión enemigo y capturado su piloto, de nacionalidad italiana. El Sol (15-11-1936) La
población civil, articulada a través de los partidos políticos, sindicatos
o simplemente a través de organizaciones vecinales, contribuyen a evitar que
la capital caiga en manos de las tropas franquistas, así por ejemplo, nos
encontramos con la siguiente nota publicitada el periódico "El Liberal":
"El
Comité de casa de la calle de Jaime Vera, número 16 (Puente de Vallecas),
viendo la suprema necesidad de hacer frente a la lucha antifascista ha recaudado
una gran cantidad de ropa de abrigo para heridos y combatientes, y para hacer
frente a los gastos de sostenimiento del S.R.I. ha entregado una importante
cantidad suscrita en metálico, con la que se adquirirán medicinas..." Los
frentes estuvieron principalmente en la zona oeste y sur de Madrid, en el
año 1936 los combates se dieron principalmente en torno a Ciudad Universitaria,
Carabanchel y Usera, y en 1937 en la zona sureste, en la que se denominó como
la Batalla del Jarama. Aquí
fueron bastante afectadas las zonas de Entrevías, El Pozo y Villa de Vallecas.
El 6 de febrero de 1936 los nacionalistas inician una ofensiva en la zona
sureste de Madrid, con el propósito de cortar la carretera de Valencia que
servía en enlace con el gobierno instalado en Valencia, y que era una de las
principales vías de suministros para el Madrid sitiado y, en definitiva, el
contacto con el resto de la zona republicana. De
forma que mantener esa vía de comunicación abierta para los republicanos y
cortarla para los nacionalistas se convirtió en uno de los objetivos principales
de ambos bandos y eso se dirimió en la batalla del Jarama. Los nacionales
atacaron con cinco columnas, compuestas por legionarios y marroquíes, dirigidas
por el general Varela, en un frente de unos 16 km. A
toda prisa se reunieron dos comandos de defensa republicanos, el primero pertenecía
al ejército de Miaja y estaba dirigido por el comunista Juan Modesto que comandaba
la IV División de tropas republicanas, división que estuvo localizada en Vallecas,
estando el segundo batallón dirigido por el coronel Burillo que pertenecía
al ejército del centro, del general Pozas. Los
nacionales consiguen cruzar el Jarama el 11 de febrero, pero el 16 de febrero
las tropas nacionalistas son obligadas a replegarse más allá del Jarama, y
al día siguiente son expulsados del tramo que habían conquistado de la carretera
de Valencia, por detrás del Manzanares. Finalmente,
a partir del 27 de febrero el frente se estabiliza entre el alto del Pingarrón
y San Martín de la Vega, situación que duraría hasta el final de la guerra.
Esta larga batalla cuyo frente llegó a las puertas de Vallecas, supuso uno
de los peores momentos para el barrio, debido a bombardeos de aviones o baterías
y el cañoneo de las tropas franquistas, especialmente para el barrio de Entrevías
más próximo a la línea del frente, siendo prácticamente arrasado y teniendo
que ser evacuada su población. "Me
acuerdo que en el patio de mi casa, situada en el Puente de Vallecas, había
un refugio y cuando sonaba la sirena todos los vecinos nos metíamos dentro
o corríamos a dormir en el metro con colchones en el suelo"
(Manoli) Asimismo,
la zona del Puente de Vallecas se vio afectada por esta batalla, debido a
los intensos combates aéreos que se vivieron en esos días y a las baterías
antiaéreas de la Legión Cóndor, instaladas en el Cerro de los Ángeles, cayeron
muchos proyectiles en diversas partes del barrio. Cayeron bombas en la carretera
de Valencia, en la calle Doctor Salgado, etc. Una bomba cayó próxima al metro
situado en el Puente de Vallecas, destruyendo parte del túnel, usado como
refugio por la población vallecana cuando sonaba la sirena que avisaba de
la proximidad de los aviones. "-Parte
de guerra-: Nuestra aviación bombardeó eficazmente las posiciones facciosas
de Pinto y Getafe... En Madrid hubo actividad artillera. Las baterías enemigas
cañonearon nuestras posiciones de la Casa de Campo, Vallecas y casco de Madrid..."
(24 de enero de 1937 El Liberal. Madrid). "La
criminal aviación fascista ha vuelto a actuar sobre Madrid anteanoche. De
diez a doce de la noche hizo varias incursiones sobre la capital y arrojó
bombas en las calles de Franco Rodríguez, Núñez de Balboa, Pacífico... las
víctimas han sido, por fortuna, muy escasas..." (19 de febrero de 1937
El Liberal. Madrid) Arturo
Barea describe los efectos de los bombardeos en la zona de Vallecas: "En
la tarde del 20 de enero, un sólo avión Junkers volando bajito sobre las casuchas
de Vallecas, dejó caer un rosario de bombas en una placita donde las mujeres
estaban cosiendo al sol y los chicos jugando a su alrededor. Había encontrado
al padre de tres niños asesinados allí... La casita del hombre -que era un
vendedor ambulante de pescado- había sido destruida por siete bombas pequeñas.
La mujer había caído muerta en la puerta con el niño de pecho agarrado al
seno. Las dos chicas mayores habían sido muertas en el acto" A
partir de finales de febrero de 1937 el frente de Madrid se estabilizó en
torno a un arco que próximo al Manzanares iba desde Pozuelo hasta las proximidades
de Vallecas. A partir de aquí la guerra directa no iba a afectar tanto a la
población de Vallecas, pero en cambio se acentuó dramáticamente las carencias
y privaciones provocadas por la guerra, escasez a la que había que unir la
llegada de refugiados huidos ante el avance de las tropas nacionalistas y
que apenas encontraban un sitio para refugiarse. A
medida que avanzaba la guerra y la gente se daba cuenta de que cada vez era
más difícil ganar la guerra, empezó a cundir el desánimo ante las sucesivas
derrotas del ejército republicano y la prolongación del conflicto, lo que
hizo que mucha gente fuese adoptando una actitud más pasiva ante el conflicto,
olvidando poco a poco el espíritu del ¡no pasarán! que hizo célebre el Madrid
de noviembre del 36. En
este ambiente aumentó significativamente la acción de los espías y quintacolumnistas,
que no se limitaban únicamente al espionaje, sino que su labor consistía en
llevar a cabo todo tipo de acciones destinadas a minar la República, con actos
de sabojate en los abastecimientos, en el frente, pasando a la zona nacional
personas contrarias a la República que estuviesen en peligro o que fueran
reclamadas desde Burgos, captar agentes en puestos estratégicos y propragar
rumores que sirvieran para desmoralizar la retaguardia republicana Al
terminar la guerra muchas personas se pudo mostrar el doble juego que habían
seguido muchas personas, individuos que habían pasado por fervorosos republicanos
se descubrieron como partidarios de los nacionales y también hubo muchos que,
para evitar represalias optaron por mostrarse fervorosos admiradores de los
franquistas. Asimismo
se descubrió que personas destacadas de partidos políticos de izquierda ocultaron
a derechistas o miembros del clero ante el temor de que fueran ejecutados
injustamente. En una guerra civil todo es tremendamente contradictorio y confuso,
y ese es precisamente el mayor drama de los conflictos civiles. "Al
terminar la guerra se destaparon muchos, que no te lo esperabas, encontrabas
a gente con la camisa azul...aquí había unos que les llamábamos "los
lecheros" que eran de las Juventudes Socialistas y su padre también del
Partido Socialista que tuvieron a una monja en su casa. También Julián Vinagre
(concejal socialista en el Ayuntamiento de Vallecas) escondió a una persona
de la familia de los Marqueses de Urquijo en su casa..." (Matilde)
IV.-
LA REPRESIÓN EN LA POSGUERRA (1939-1950) A
pesar de la aplastante victoria obtenida por las tropas franquistas y la evidente
desarticulación de todas las organizaciones comprometidas con la República
el nuevo Estado nacionalista pretende hacer inviable cualquier intento de
reorganización obrera. Se
inició una implacable represión donde la violencia y el terror se constituyen
en los ejes fundamentales para la consolidación del Estado franquista, condenando
a los vencidos a una total humillación y marginación en el más amplio sentido
de la palabra, marginación social, económica, política, cultural y laboral,
produciéndose un fenómeno Con
el nuevo régimen desaparecen los partidos políticos y sindicatos, aunque algunos
de sus miembros traten de continuar en la clandestinidad, surge el partido
único bajo la denominación de Falange Española Tradicionalista y de las Junta
de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET-JONS), quedando las antiguas sedes
de los partidos confiscadas y a disposición del nuevo partido Finalizada la guerra el destino de los perdedores, podía pasar
desde los juicios sumarios y condena a muerte, a los campos de concentración,
batallones disciplinarios de soldados trabajadores, colonias penitenciarias,
cárceles, etc. En Vallecas, en la calle Picos de Europa, en un antiguo cuartel
de la Legión conocido como el «Molinuevo» se instaló un cuartes de la guardia
civil cuyo objetivo era el control político de la población que trataba de
huir del Madrid nacionalista a través de la carretera de Valencia. Cualquier
persona se podía ver perseguida por un mínima denuncia, necesitando de un
aval por parte de alguna persona de confianza del régimen en el que se asegurase
que el detenido era inocente y que no había pertenecido a sindicatos o partido
político relacionado con la República. En
Vallecas, en la actual Albufera esquina Puerto de Canfranc, había una fábrica
de gorras y sombreros de paja y allí se instaló un puesto de control policial-laboral,
donde todos aquellos obreros que quisieran obtener trabajo tenían que presentarse
allí se querían obtener el visto bueno para poder conseguir un empleo. Por
supuesto para muchos vallecanos el pasar por dicho trámite supuso el encarcelamiento. "Mi
hermano fue allí a apuntarse y yo le decía, Juan no vayas que te cogen, más
vale que vengan a casa a que te cojan allí... se apuntaban porque los reclamaban,
porque era un obrero que iba por trabajo... se tenían que apuntar porque les
tenían que hacer el saneamiento. Entonces le pegaron una paliza que le rompieron
la mitad de los dientes y luego lo metieron preso en la cárcel de Porlier
(Diego de León)" (Matilde). Para
el caso de los habitantes de Vallecas el caso del asesinato del Obispo de
Jaén, ocurrido en los primeros días del alzamiento, tuvo enorme importancia,
así que por principio a todos los que detenían les acusaban de haber participado
en dicho acción. El
acusado tenía que demostrar, cosa que en muchos casos resultaba imposible,
que el no había formado parte de la multitud que asaltó el tren. "...cuando
apresaron a mis tres hermanos nos dijeron que teníamos que responder que nosotros
no habíamos estado en el tren célebre,... nosotros al empezar la guerra estuvimos
en Manzanares (Ciudad Real) a ver la familia de mi padre, así que no pudimos
estar allí. En Manzanares salvamos al marido de mi prima cuando unos milicianos
fueron a por él, por lo que nos hizo un aval por dos semanas... También el
dueño de La Criolla, una bar de Fuencarral al que mi hermano había defendido,
nos hizo un aval por tiempo indefinido para los tres hermanos. Y yo llevé
todo eso, pedían pena de muerte por los tres, sobre todo por el mayor..." Matilde. A.-
Represión física -
Los campos de concentración y las cárceles Los
campos de concentración funcionaron durante los primeros meses de la posguerra,
su función era la de agrupar a todo el ejército republicano y simpatizantes
y a partir de ahí proceder a la depuración sistemática de todo elemento considerado
peligroso. Más de medio millón de personas en toda España fueron confinadas
en estos campos y, ante la imposibilidad de investigar de forma ágil cada
caso, se pasó a la idea de que fueran los propios presos los que avalasen
su inocencia siempre y cuando fuera respaldada por alguna persona significada
de derechas que indicase la peligrosidad o no de los cautivos. En
los campos de concentración se daban condiciones infrahumanas, hacinamiento,
frío, hambre extrema, enfermedades (parásitos, sarna, tifus), humillaciones
de todo tipo, malos tratos físicos y, en muchos casos, sacas arbitrarias para
ejecuciones. En
Vallecas muchas personas fueron detenidas en el antiguo campo de fútbol del
Rayo Vallecano, convirtiéndose éste en un campo de concentración, donde se
vieron recluidos gran número de vallecanos así como madrileños procedentes
de toda la ciudad. Este recinto se mantuvo como campo de concentración durante
algo más de un mes. "Allí
se morían como chinches, a la intemperie, con frío, lluvia, pues los pobrecicos,
algunos, venían heridos y no los curaban. Había mucha gente cuya familia era
de aquí y les llevaban algo pero, que les iban a llevar, si los de fuera tampoco
tenían nada". (Matilde). Se
calcula que aproximadamente 400.000 personas pasaron por las cárceles franquistas
durante el primer año de posguerra, para ello hubo de improvisarse todo tipo
de locales que permitieran encerrar a los vencidos, aunque no reuniesen unas
mínimas condiciones, así se utilizaron conventos, iglesias, caserones particulares,
etc., una ingente población reclusa, que lleva a multiplicar por 10 el número
de reclusos en relación con la capacidad de las cárceles, que recibió toda
clase de vejaciones, donde se ejercitaba la actividad represiva del nuevo
régimen para mantener a la población bajo la permanente amenaza del terror,
se buscaba la anulación de la población reclusa, negándoles cualquier clase
de consideración humana. La
mortandad en las cárceles fue extremadamente elevada debido a la total ausencia
de unas mínimas condiciones de habitabilidad. El hambre y las enfermedades
diezmaban a la población reclusa complementando esta mortalidad las numerosísimas
ejecuciones que también se producían. Para
evitar estos terribles problemas de hacinamiento y enfermedades se optó por
liberar a los presos con penas menores de tal forma que la población reclusa,
que se calcula en unas 280.000 personas para 1940 se redujo prácticamente
a la mitad en 1943, pero la libertad concedida era sólo parcial, tenían que
pasar diariamente por el Cuartel de la Guardia Civil a pasar lista. ·
Tortura y ejecuciones Acabada
la guerra se puso en marcha una masiva estrategia de tortura basada principalmente
en brutales palizas, en muchas ocasiones hasta ocasionar la muerte, entre
los torturadores había falangistas y gente con familiares muertos durante
el conflicto, que se empleaban con tremenda saña vengativa, éstos elegían
a diferentes hombres que hubieran tenido alguna significación política y los
machacaban a golpes hasta que se cansaban. También
estaba la tortura judicial en presencia de un juez militar para que el detenido
confesase supuestos crímenes o delatase a otras personas y que finalmente
firmaba cualquier declaración que el juez le pusiera delante. Muchos
militares que permanecieron fieles a la legalidad republicana fueron condenados
y ejecutados por rebelión militar. A su vez muchos civiles murieron, no por
ningún delito concreto sino simplemente como actos vengativos de represalias
políticas, sin que hubiera, en la mayoría de los casos, delitos de sangre
por medio. "Recuerdo
cuando decía mi madre: suena otro tiro, otro al hoyo. También solía decir
mi madre que Franco reunía a los presos donde es ahora el campo de fútbol
y sonaban los tiros y otro que mataban. Otra cosa que recuerdo es que decían
que por la calle Peña Prieta a las mujeres les daban aceite de ricino para
que se fueses haciendo caca por la calle, y les cortaban el pelo al cero" Manoli. Se
dieron muchos casos, sobre todo hasta junio de 1939 fecha en que se empiezan
a organizar los juicios sumarios, de ejecuciones sin ningún tipo de juicio
mediante "paseos" y justificados mediante la Ley de Fugas. "Vallecas
se quedó sin hombres al terminar la guerra. Muchos habían muerto en el frente,
otros fueron encarcelados. Yo veía desde mi casa llevar a jóvenes, a veces
a chicos de no mucha edad a darles el paseíllo, los fusilaban contra las tapias
del cementerio (otro lugar donde también cayeron abatidos por las balas en
el barrio fue donde hoy se encuentra la estación de contenedores de Abroñigal)" Eugenia A Caso
destacado es el de Amós Acero, que fue Alcalde de Vallecas entre los años
1931 a 1939, tras sufrir un penoso proceso de encarcelación por las torturas
que padeció y tras pasar por varios campos de concentración y cárceles, acabó
siendo ejecutado en el cementerio de la Almudena el día 16 de mayo de 1941 "Aquí
en Vallecas hubo numerosos ejecutados, como fue Amós Acero, a Amós le pegaron
al pobre... yo vi en la cárcel gente tumbada venga a pegar gritos. Yo me escribía
con él con notas, cuando iba a la cárcel a declarar, pues nos hacíamos papelitos
y nos lo pasábamos...Yo hice una cesta de compra que era de saco, pero en
las asas escondía las notas y una de las veces me lo descubrieron, pero la
mujer que estaba en ahí de celadora era muy buena mujer y me dijo -Matilde
otra vez que hagas trampas hazlas mejor-, pero no pasó nada". -
Campos de trabajos forzados Bajo
el nombre de Redención de Penas por el Trabajo también funcionó la maquinaria
represiva del nuevo Estado, explotando la mano de obra presa para infinidad
de obras públicas de reconstrucción y también para empresas privadas, a la
vez que se esperaba conseguir la reeducación de esa clase obrera alejada de
los principios nacional-católicos de los vencedores. En
estos batallones de trabajo las condiciones de vida eran asimismo extremadamente
duras, produciéndose importantes mortandades por las mismas causas que se
daba en las cárceles, hambre, frío, trabajo agotador y enfermedades todo ello
salpicado de torturas y ejecuciones por indisciplina o deserciones. Existían
múltiples modalidades aunque todas con objetivos parecidos: Batallones Disciplinarios
de Trabajadores, Trabajos en Regiones Devastadas, Colonias Penitenciarias
Militarizadas, Destacamentos Penales y, dentro de las propias cárceles, los
Talleres Penitenciarios "Venían
de los que estaban presos políticos en las cárceles les sacaban y venían con
la Guardia Civil con ellos a tirarnos las chabolas...venían en camiones, que
te daba un pena de verles, porque a ellos les dolía lo que estaban haciéndonos
¿no? porque era un crimen".
Paula. "Para
el mes de noviembre del 39 me movilizan, a los que habían sido movilizados
por la República y fueron considerados indiferentes o afectos les respetaban
el sueldo y los mandaban a Ávila a hacer un paripé de servicio militar en
Aviación, pero a mí, como me clasificaron de desafecto me obligaron a incorporarme
al servicio militar en el Batallón Disciplinario, perdí el trabajo...no existía
ningún derecho..." Manolo B.-
Represión económica Con
la Ley de Responsabilidades Políticas se castigaba a aquellos que habían participado
en la defensa de la República y, en caso que hubieran muerto, sobre sus familiares,
en todos casos se daba una sanción económica de diferente grado, y se calcula
(Reig Tapia) que más de 300.000 personas fueron sometidas a este trámite.
Una
verdadera represión económica a gran escala que seguía en la línea de intimidar
y aterrorizar a aquellos desafectos con el Régimen franquista, muchas personas
quedaron arruinadas por esta circunstancia. Esta ley no sería derogada hasta
1945, aunque los expedientes que se habían iniciado siguieron en marcha durante
muchos años. La
posguerra resultó tremendamente dura con los vencidos, un clima de penuria
y escasez, marcado por las largas colas y las cartillas de racionamiento,
donde el estraperlo se constituye en muchos casos la única posibilidad de
supervivencia. Por otro lado estaban los del bando vencedor que, con las pequeñas
ventajas y privilegios que el régimen les concedía, pudieron soportar de mejor
grado las penalidades y donde muchos aprovecharon su vinculación con los vencedores
para realizar jugosos negocios al amparo del extendido estraperlo. "Entonces
no teníamos dos reales...pero yo iba cogía el economato de la RENFE y cargábamos
de todo...cuando terminó la guerra todas las noches en vez de dormir íbamos
por ahí, al estraperlo...Salíamos a coger el paquetito cuando venía (el marido)
a la estación del Norte. Traían poquito porque si venían cargados se lo quitaban,
una vez se lo quitaron los guardias. Los estraperlistas lo metían por debajo
de los asientos del tren y luego, llegando a Vallecas, lo tiraban por la venta.
Ahí estaban otros para cogerlo..." María. "Al
poco de acabar la guerra empezó el estraperlo. La tahona estaba en la calle
Melquíades Biencinto, esquina a la calle Argéntea. El pan estaba racionado
pero en la panadería se hacía más y se vendía después en el estraperlo...Mi
madre vendía pan en la Albufera esquina con Monte Igueldo, donde estaba una
pastelería que se llamaba Columba. Allí vendían pan y tabaco. Bastante gente
se ponía a vender, pero tenías que estar constantemente atenta porque los
guardias del Ayuntamiento venían. Había uno con una cicatriz que le llamaban
Moco Lindo. Pero normalmente quienes perseguían más eran los guardias civiles,
que tenían el cuartel en la calle Melquíades Biencinto (esquina con la calle
Robles). Cuando la cogían la quitaban todo y la retenían unas horas en el
cuartel...Me acuerdo, siendo niña con 6 ó 7 años, de pegarme carreras para
que no te cogieran los guardias... Yo no vendía pero estaba cerca con otro
paquete de pan, por si se gastaba..." Ana. ·
Represión arbitraria:
expolio y rapiña Recién
terminada la guerra España se convirtió en un verdadero Estado policial, cualquier
persona podía interponer una denuncia contra otra, acusándole sin ningún fundamento
de delito, muchos aprovecharon la ocasión para zanjar antiguas rivalidades
y odios personales, quedarse con los bienes personales del denunciado, etc.,
en un clima de total arbitrariedad, la vida pendía de un hilo ante la posibilidad
de ser denunciado por cualquier vecino por cualquier banalidad. "Cuando
detuvieron a mi madre en casa le sacaron toda la ropa del baúl y el retrato
de Pablo Iglesias...luego teníamos una habitación con periódicos, todo lo
que encontraron lo tiraron al patio y lo destrozaron...También nos quitaron
diecinueve duros de mi hermana María que había estado trabajando en San Sebastián
y que guardaba mi madre. Lo que cogían sus manos ya no aparecía...¿dónde ibas
a reclamar?." Matilde En
general las casas de las personas de izquierda fueron saqueadas por los falangistas,
cuando se tomaba un pueblo o ciudad y posteriormente recién terminada la guerra,
se confiscaban los bienes de las personas ejecutadas o encarceladas «el derecho
a la propiedad privada del vencido perdió todo significado y cualquier falangista
se creyó con autoridad para apropiarse de los bienes ajenos, empujando a multitud
de familias a la indigencia» "...nosotros
teníamos una tienda y los policías que venían por allí, si sabían que eras
de izquierda si abusaban, porque a nuestra tienda sabían ellos que éramos
de izquierda y venían con el bocadillo para que se lo pusieras, y claro te
tenía en cuenta callarte... y porque había otra tienda de allí abajo que él
se llamaba Marciano y allí como era él de derechas, allí no entraban, venían
a nuestra tienda los policías municipales".
Paula -
Represión judicial: Hay
dos leyes básicas para enjuiciar a los republicanos, la Ley de Responsabilidades
Políticas de febrero de 1939 y la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo
de marzo de 1940. El
Código de Justicia Militar se aplicó hasta el año 1948 en el que se da terminado
el estado de guerra, y se dio la paradoja que se ejecutaba a los militares
por rebelión cuando habían sido ellos los que habían permanecidos fieles al
Gobierno democráticamente elegido. Los
Consejos de Guerra no eran otra cosa que una auténtica farsa de juicio sin
ningún tipo de garantía hacia el encausado, no había que aportar ninguna prueba
simplemente bastaba con la declaración firmada por el acusado en la mayoría
de los casos firmada tras una exhaustiva tortura. En
muchos casos servían las acusaciones más peregrinas como es el caso de una
entrevistada vallecana que estuvo a punto de ser detenida porque encontraron
una lista del cuadro artístico de un grupo de teatro que ensayaba en la Casa
del Pueblo. "Cuando
terminó la guerra el sobrino y la madre (los dueños de la fábrica donde trabajaba)
me denunciaron ya que antes yo había defendido a una compañera soltera a la
que no querían reconocer el derecho a maternidad y también a dos o tres muchachas
le dieran permiso de 1 semana por vacaciones. Vino un policía y me llevó a
Gobernación (esquina Carretas y Sol) la lista de acusaciones era enorme y
el policía me urgió a que firmase la declaración, ante mis dudas el insistió
y firmé. En eso que vino un tipo muy largo y dijo "ha declarado la fulana"
y le dijo que si, -ya está todo firmado y archivado- y fue eso lo que me salvó
de una paliza". Matilde. En
Madrid los consejos de guerra eran celebrados en Las Salesas, éstos eran casi
siempre colectivos, allí se hacía un escueto resumen de cada acusado y estos
no podían defenderse o como mucho hablaba uno en nombre de todos. Los
expedientes de depuración sirvieron para separar claramente a vencedores y
vencidos dentro del entramado social, asegurándose la fidelidad de aquéllos
que habían obtenido alguna ventaja por el hecho de conocer a alguien influyente
del bando nacionalista, a parte de la seguridad personal de saberse libre
de sospechas y poder moverse con cierta tranquilidad. Lo contrario sucedía
en aquéllos que habían simpatizado con la República, a quienes el temor a
la delación y represalia les obligaba a vivir en una permanente angustia,
viéndose impelidos a buscarse avales que les permitiesen no aparecer como
sospechosos a los ojos de los nuevos inquisidores nacionalistas. "Durante
los primeros días a las mujeres les rapaban la cabeza, las obligaban a beber
aceite de ricino y luego las paseaban en paños menores por las calles de la
ciudad, para sembrar el terror en los barrios obreros. Por la mañana veías
a las mujeres que lloraban porque habían fusilado a sus hijos o maridos. La
clase obrera estaba aterrorizada a causa de la represión..." C.-
Represión ideológica Para
los vencedores nada que representase la situación republicana podía permanecer
intacto, por lo que una vez consolidada la victoria se creó todo un imaginario
que exaltaba la cruzada y vilipendiaba todo lo relacionado con los
derrotados, a base de monumentos, desfiles, placas conmemorativas, nombres
de las calles, fiestas militares y religiosas, enseñanza sesgada, etc., mientras
que los derrotados sólo podían mostrar el silencio por respuesta por miedo
a las represalias, en palabras de Santos Juliá "El nuevo sistema político
decidió que Madrid debía purgar sus culpas... Limpiar las calles de proletarios,
limpiar las cabezas de ideas, borrar de la ciudad los recuerdos de su pasado
inmediato; a la vez que se reprimía con la brutalidad característica de quienes
se habían negado a firmar una paz honorable con los últimos defensores de
Madrid y no quisieron hablar más que de victoria. De nuevo el terror, diseminado
ahora por los vencedores, arrastrará a cientos de madrileños hasta las tapias
de los cementerios. "Miedo
pasamos mucho, no nos atrevíamos ni a salir de casa. En cierta ocasión llegaron
a casa preguntando por mi padre y les dijimos que estaba preso. Por poco nos
matan a todos. Nos trataban con desprecio, nos amenazaban, aquello fue horroroso
y si la guerra fue mala la posguerra fue fatal".
Eugenia A. "Se
vivía con mucho miedo, no podías hablar con nadie, mi hermano Leo salió una
de las veces a ver que hora era, vivíamos en Francisco Iglesias y salió ahí
a la esquina, al hotel, e iban dos niños chulos que se lo querían llevar para
sacudirle, y al ver que tardaba salí corriendo y me abracé a él porque lo
vi entre los dos, uno llevaba un pistolón y al otro le conocía, les dije que
mi hermano había salido a ver la hora, porque el reloj se nos había parado
y dijeron que eso lo tenían que comprobar...tuvo que salir mi madre con el
reloj para que vieran que estaba parado, si no también se lo llevan". Matilde Para
ensalzar al ejército vencedor se decreta que en las Iglesias de todo el país
figurase en nombre del fundador de la Falange José Antonio y el de los muertos
del ejército nacional, asimismo las ciudades cambiaron el nombre de muchas
calles para gloria de las personas y héroes destacados del bando nacional.
En Vallecas,
calles con nombres de políticos liberales y republicanos, como las de Pí i
Margall, Nicolás Salmerón, Pablo Iglesias, etc. fueron cambiadas de nombre
al finalizar la guerra, para que no quedase ningún elemento que recordase
el ideario republicano progresista, al igual que las calles Eduardo Rojo,
Francisco Fatou, Amós Acero (maestro y primer alcalde democrático del Puente
de Vallecas), todos ellos maestros, que fueron eliminadas del callejero y
sustituidas por los nombres de Fernando Primo de Rivera (Gobernador Civil
de Madrid), Héroes del Alcázar, Alfredo Castro, Felipe Álvarez (funcionarios
municipales fusilados durante la guerra). No
sólamente el nuevo Estado cambió el nombre de calles, sino que también se
trató de configurar una nueva fisionomía de la ciudad acorde con la nueva
idea de España, Madrid se iba a convertir en banco de pruebas para arquitectos
y diseñadores franquistas cuyo sueño era recuperar la añorada "España
Imperial", así, para el caso de Vallecas, en agosto de 1939 los servicios
técnicos de la Falange elaboraron un proyecto de «primer poblado de la nueva
España» que se quería levantar en la zona de Palomeras, en el que habría una
Plaza Mayor, la Iglesia, la Alcaldía, la Casa del Partido, el campo de concentraciones,
la ermita, el Calvario de los Caídos y el palacio del noble del lugar que
albergase a una familia de abolengo a la que estuviera ligado el pueblo En
las escuelas se fomenta la división que había existido durante la guerra,
educando a los niños y niñas en los nuevos valores que el Estado franquista
quería implantar, parecía que más que educar se buscaba crear militantes fervorosos
del nuevo Estado. La represión de la guerra no respetaba ni a los niños, el
estigma de ser «hijo de rojo» no se quitaba con facilitad. Hubo niños que
pasaron muchos días de hambre hasta que aprendieron que sino cantaba el Cara
al Sol, no les daban de comer en el Auxilio Social. "En
esa época, antes de comenzar las clases, nos formaban como soldados y teníamos
que cantar a la bandera con la mano extendida...a mis amigas del colegio las
oía decir que el padre de una niña tenía una bandera de la República en su
casa, y se las ingeniaron en el colegio para que se lo confesara la niña al
cura, y a causa de eso a su padre lo metieron en la cárcel. De secreto de
confesión nada". Isabel Familias
que habían sido destruidas por la muerte de uno o varios miembros, miles de
huérfanos y viudas, juntaron al drama de las desaparición de sus seres más
queridos el estigma que les impuso el nuevo Estado por ser familiares de rojos
muertos. Otra
de las imposiciones del Estado franquista fue que todo aquél que hubiera realizado
el servicio militar con la República tenía que volver a repetirlo, había que
adoctrinar en la nueva moral católico-fascista de los vencedores y con tres
años que duraba entonces el servicio militar se consideraba suficiente para
realizar con éxito la tarea aleccionadora. Para los vencedores todo eran privilegios,
hasta en los más mínimos detalles y lo contrario ocurría con los derrotados,
a los que se les recordaba siempre su condición de ciudadanos de segunda clase. "Donde
paraban las camionetas, Vallejo creo que se llamaban, que teníamos que bajar
donde estaba ahora la Asamblea de Madrid, detrás de San Diego, y había que
tenían que ser primero los derechistas los que montaban en la camioneta, un
día se montó jaleo y se llevaron a gente, porque los falangistas tenían que
ir sentados, tenían la insignia de falange siempre puesta, y la camisa y ellos
subían antes al autobús" Paula Otro
de los aspectos funestos de la guerra fue la desaparición de la famosa Escuela
de Vallecas, convertida en un auténtico mito, escuela que nació del encuentro
del escultor Alberto Sánchez y el pintor Benjamín Palencia, artistas que hundían
sus raíces en la austera realidad del mundo rural español, en contraposición
al arte vanguardista de París. Junto
a los dos creadores se unirían otros artistas como fueron los pintores Caneja,
Maruja Mallo y Luis Castellanos, y los escritores Luis Felipe, Herrera Petera
y en ocasiones Alberti y el propio Lorca. Finalizada la guerra, Alberto Sánchez
tuvo que exilarse, Benjamín Palencia permaneció y aunque volvió a reunirse
en Vallecas con gente más joven, figuras como Mallo y Caneja se desvincularon
de las reuniones y la Escuela de Vallecas como tal desapareció. Hacia
Madrid se abre desnuda maravilla sin
Dios, árbol ni nube: La pureza: Castilla; que
desata en los campos la distancia amarilla y
agranda en lontananza la parda torrecilla. Hablaba
de Vallecas con sus campos baldíos, y
de un "Cerro Testigo" de mil recuerdos míos, de
trenes en desierto, de llanos labrantíos donde
los hombres abren sus pechos a los fríos Herrera Petere
D.-
Represión laboral (depuraciones y marginación social) Otro
aspecto destacado de la represión, a parte de la ejecución, prisión o exilio,
fue el de la muerte civil de miles de ciudadanos que fueron apartados de sus
puestos, degradándolos de puesto o simplemente despidiéndolos. Se establecía
la sospecha sobre todos los empleados de la Administración que tenían que
demostrar mediante declaración jurada o mediante avales que eran leales a
la España de Franco y que no habían pertenecido a partidos o sindicatos durante
la República ni que habían simpatizado con la causa republicana. "Después,
en la posguerra, mi padre no pudo ser guardia, pues era guardia de los rojos...
y luego mi padre se puso a buscar hierros, cristales, las bombas ya explotadas
para venderlas en el mercado y poder comer los tres que éramos de familia". Maite Se
depuró a trabajadores de la Administración, periodistas, médicos, abogados,
profesores. Para los nuevos puestos de trabajo en la administración y también
para empresas privadas se reservó un cupo de hasta el 80% de las plazas para
individuos vinculados con el bando nacional. "Medio
Madrid se quedó en la calle...mi hermano fue rebajado, estaba trabajando en
una fábrica de caramelos y bombones en la calle Amor de Dios y le dijeron
que iba a seguir trabajando, pero como si fuese nuevo"
Matilde. Asimismo
pretendía ejemplificar a compañeros de trabajo para que no se significasen
políticamente y por último borrar cualquier huella dejada por la República
en el ámbito laboral "...el
ministro de la Gobernación de Franco ha publicado un decreto destituyendo
a todos los funcionarios públicos nombrados después del 16 de febrero de 1936,
así como a todos aquellos que se hubieran distinguido por su adhesión del
Frente Popular..." (20 de febrero de 1937 El Liberal. Madrid.) Se
vivía bajo la psicosis del aval, por principio cualquier persona era sospechosa,
y todos los obreros tenían que demostrar bajo el aval de una o dos personas
significadas del nuevo régimen que era una persona que no había tomado partido
por la República "Mi
marido estuvo un año en la guerra, en 1938, del pueblo fue a Guadalajara,
y de ahí a Teruel con los rojos, pero fue por su quinta, le llamaron. Después,
en Madrid, entró en la RENFE, porque un hermano de una tía era de estos de
las camisas nuevas...de derechas. Pero tuvimos que ir hasta la Guardia Civil
para traer papeles como que no éramos de izquierdas... Tuvimos que ir al pueblo
de al lado, a la Guardia Civil a por el certificado de que no éramos rojos..." María E.-
Represión de huidos y de actividades políticas La
oleada de violencia que desencadenó el estado franquista, tanto en la guerra
como durante la posguerra, originó que miles de personas huyeran a la montaña
por supervivencia, casi siempre a la defensiva. A
parte de la acción armada en las zonas rurales, también hubo un intento de
guerrilla urbana que, a excepción de algunos limitados golpes, apenas tuvo
éxito. Era muy difícil su supervivencia en un régimen fuertemente represivo
y con una población atemorizada y más cuando ven que los países occidentales,
finalizada la II Guerra Mundial,
no muestran ningún interés por ayudar a la derrotada II República. A
pesar de todo, continuaron existiendo personas comprometidas, debido sobre
todo a la existencia de algún familiar encarcelado, y se crearon redes de
ayuda a los encarcelados. En la organización de estas redes Vallecas tuvo
un papel muy relevante, destacando las redes de Ayuda de las Juventudes Libertarias
del Puente de Vallecas y las del Partido Comunista y Socialista. Se
crearon clandestinamente Redes de Apoyo a Encarcelados y Perseguidos, en Vallecas
había una en la esquina de Peña Gorbea con Monte Igueldo, en un bar que allí
había, ésta la dirigía un joven militante que pertenecía a las Juventudes
Socialistas, Alonso Muñoz; también había otra en lo que hoy es la calle Teniente
Muñoz Díaz, en una de las casitas bajas que allí existían. A
mitad de la década de los cuarenta, coincidiendo con el final de la II Guerra
Mundial y la derrota de las potencias fascistas se produce un aumento de las
acciones dirigidas contra el Estado franquista, recordemos como la más destacable
el intento de invasión del Valle de Arán, por militantes comunistas. En
Madrid se producen actos de violencia que acaban con el asesinato de algunos
falangistas, hecho que desencadena una fuerte represión que llega casi hasta
el final de la década de los cuarenta. En
Vallecas esta represión es bastante significativa, por parte de grupos de
incontrolados, debido al numeroso contingente obrero militante o simpatizante
de partidos de izquierda, siendo muy dura la represión como cuenta Castellanos,
"La situación se agravó de tal manera que algunos sacerdotes como el
padre Luis Madina, el de la «ciudad de los muchachos», protestaron enérgicamente
porque se estaba matando a sus feligreses". En
conclusión, a la represión que se produjo en el Madrid republicano durante
la guerra civil se superpuso la represión de los nacionales durante la aciaga
posguerra. Una
larga noche de miedo y de incierto futuro se extendió sobre la población de
Madrid que tan valientemente había peleado por defender los ideales de una
República democrática. "El
terror se extendió a las ideas y se amplió a los lugares de la memoria popular
para acabar con cualquier rastro de los vencidos, cualquier recuerdo de lo
que había sido el Madrid proletario, profesional y republicano de los años
anteriores" Y
es precisamente eso lo que se ha pretendido con este pequeño trabajo, que
la memoria popular, la de los vencidos, no caiga en un injusto y triste olvido
y, por supuesto, que las barbaridades cometidas por ambos bandos no queden
impunes a la memoria. *
* * * V.-
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