> Historia de Vallecas | |||
EL NIÑO DE VALLECAS (Velázquez) PROCEDENCIA El cuadro estuvo en la Torre de la Parada, inventario n. 1770, en unión de otros tres enanos o bufones / El 28 de Julio de 1714 es llevado al palacio de El Pardo En 1772 aparece en el cuarto del lnfante don Javier, en el nuevo Palacio Real de Madrid En 1794 en la "Pieza de Trucos" del mismo Palacio, donde se le llama, por vez primera "Niño de Vallecas" En el Museo del Prado, desde 1819. BIBLIOGRAFIA: Curtis 67, Mayer 457, Pantorba 68, López Rey 429, Bardi 74, Gudiol 103. En el primer catálogo del Museo del Prado aparece como Una muchacha boba (1819); el siguiente (1828) informa que se trata de un varón: 'Retrato llamado el Niño de Vallecas, pintado con toque firme y pastoso y buen efecto de claroscuro". Pedro de Madrazo, en el de 1872, dice que aparenta apenas doce años y que debió de ser pintado, como los retratos del Primo y Morra (Cat. 55 y 54] entre el primero y segundo viaje de Velázquez a Italia, (1630-1649). La última edición del catálogo indica que "se creía pintado hacia 1646; pero los documentos obligan a fecharlo en una década antes", es decir, c. 1636. Para López Rey, 1643-45. Para Camón (1964, pág. 633) hacia 1642-43. Gudiol no da fecha. Beruete lo incluye, con casi todos los bufones, en la época posterior al segundo viaje a Italia. Las diferencias se deben a lo erróneo del apodo, que ya Cruzada en 1885 pone entre interrogantes. "Llamado el Niño de Vallecas sin saber por qué". Este apodo (como el de bobo de Coria dado al retrato de don Juan de Calabazas Cat. 53] es falso y muy tardíamente aplicado; pero, como todos los nombres erróneos, ha tenido tan larga supervivencia que todavía se emplea hoy. En realidad, el enano se llamaba Francisco Lezcano (o Lazcano, según Camón) y solía apodarse "el Vizcaíno", por ser natural u oriundo de Vizcaya. Aparece documentado en palacio desde 1634, como enano del príncipe Baltasar Carlos. Esto hizo identificarlo, según hipótesis de Moreno Villa (en su notable libro Locos enanos negros y niños palatinos - México, 1939) con el niño (o niña) que aparece junto a su patrón en el magnífico retrato de Baltasar Carlos con un enano del Museum of Finne Arts de Boston Cat. 33, cuadro que creía pintado hacia 1635; por desgracia para esa hipótesis, el personajillo de Boston es anterior, de hacia 1635 (Brown, 1986, pág. 83) de 1632, fecha de la jura de fidelidad de las cortes de Castilla al heredero de la corona que tenía entonces dos años y cuatro meses de edad. Camón Aznar sugería (1964, 454) que el retrato oficial del juramento fuera el del príncipe, sólo, de la colección Wallace de Londres, idea que sigue López Rey, negada por Brown, que señala que el modelo tiene en ese cuadro más de la edad señalada. En ambos cuadros aparece con las insignias de generalísimo, bengala y banda. En cualquier caso, el retrato de Boston es anterior a la llegada de Lezcano a Madrid, por lo que el enano de ese cuadro no es el Vizcaíno. Francisco Lezcano, Lezcanillo o el Vizcaíno fue bufón del príncipe y también, según Camón Aznar, del funcionario palatino Encinillas, el que apuñaló a su esposa por celos de otro enano, don Diego de Acedo, el Primo; este autor cree que acompañaría a Felipe IV en la "Jornada de Aragón" y que estuvo en Zaragoza en 1644, donde pudo ser pintado; ello se desmiente con la última documentación. El nombre pudo indicar que era natural de Lezcano, pueblo de Vizcaya. El mote de Vallecas pueblecillo cercano a Madrid, hoy absorbido por la capital) se añade medio siglo después de pintado el retrato. Lezcano aparece vestido de paño verde, color propio de cacerías, como aparece en Cervantes (en las cazas de los duques, a parte del Quijote, la duquesa va de verde y a Sancho le regalan un sayo verde, que desgarra al huir de un jabalí), lo que se aviene con el paisaje natural, de la sierra de Madrid, que asoma al fondo, y que es el mismo del retrato de El principe Baltasar Carlos, cazador (Cat. 45 ) La cueva o abrigo donde se halla el enano es un escenario asimismo propicio para la meditación, que los anacoretas de Ribera suelen buscar. (Gallego, 1968, 2, cap. III). Por la parte del escote asoma, arrugada pero limpia, la camisa blanca; de las mangas bobas del tabardo, salen los brazos, con mangas rosadas. La pierna derecha aparece de frente, mostrando su deformidad y la suela de su recio zapatón; la izquierda ha dejado resbalar la calza, que se arruga en el tobillo. El vestido, que no es en absoluto de mendigo, ofrece un aspecto de desaliño propio de la descuidada mentalidad del enano, cuya enorme cabeza se inclina ligeramente al sol, con apacible inexpresividad. Pese a su aspecto monstruoso fue pintada por Velázquez con la belleza de una fruta madura. Entre las manos, juntas, gordezuelas, sostiene un objeto que ha sido la peor cuestión interpretativa. Camón (1964, 643) piensa que es "un pincel de mango y brocha cortos y planos, que el pintor le dejaría para que se entretuviera". Para Madrazo es "un trusco de pan o un casco de teja". Pantorba apunta que pueda ser un naipe, aunque es "imposible precisar 10 que el Niño tiene entre sus manos". Para Brown (1986, p. 154) se trata de unos naipes, "mecánica actividad que es todo lo que precisa el pintor para animar la postura y establecer la atmósfera sicológica del cuadro". Me parece acertada esta última hipótesis, ya que los cortos dedos del enano parecen dispuestos a barajar o a hacer un juego de manos. Aunque tampoco es imposible que se trate de un librito (aunque ¿la baraja no lo es de los jugadores, según la consabida broma?) que subrayaría el aspecto de paradójico anacoreta de Lezcano, en la soledad de su cueva y de su estancia. El doctor Moragas (1964) diagnostica que Lezcano "sufre de un cretinismo con oligofrenia y las habituales características de ánimo chistoso y fidelidad perruna". "En la cara hay una expresión de satisfacción, favorecida por el entornamiento de los párpados y la boca entreabierta, que parece acompañarse del inicio de una sonrisa "Murió en 1649 (tres años después de su patrón, fallecido en Zaragoza, en 1646)". Tenía, según Moragas, un criado a su servicio, lo que era común entre los bufones reales. De este cuadro sacó Goya un dibujo a sanguina (Kunsthalle de Hamburgo) y un grabado al aguafuerte y aguatinta, cuyo único ejemplar conocido se perdió en el incendio del Instituto Jovellanos de Gijón (Gassier-Wilson 1971, n.0' 113 y 112). Antonio Dominguez Ortiz/ Alfonso E. Pérez Sánchez/ Julian Gallego Del Catálogo sobre Velázquez editado por el Museo del Prado. 1990
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