> Historia de Vallecas | ||||
INFLUENCIA DEL MOVIMIENTO VECINAL EN LA TRANSFORMACIÓN DE UN BARRIO. La Colonia de San Agustín (Vallecas).1
Alfredo Pérez Pérez (Licenciado en Geografía e Historia). |
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"En Palomeras, desde los cincuenta a los ochenta, existieron problemas y tensiones, derivadas de su propia génesis y de las condiciones en que se fue desarrollándose, que lo convirtieron en marginal y marginado. Sólo, con el paso del tiempo y, a través de la lucha vecinal, se intenta salir de esa doble condición. Hay tres factores que la hicieron posible: la solidaridad vecinal, las luchas puntuales del barrio y los agentes sociales de concienciación".
Mª.
Carmen García-Nieto París
(Introducción al libro
"La palabra de las mujeres")
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1.- INTRODUCCIÓN
1.1.- LA ESPAÑA DEL "DESARROLLISMO" Finalizada la etapa autárquica de posguerra, a partir de la década de los 50 en España se inicia un nuevo período caracterizado desde el punto de vista político por el fin del aislamiento y desde el punto de vista económico por la reactivación general basada sobre todo en el desarrollo que experimenta el sector industrial. Este nuevo modelo económico trae consigo un espectacular cambio en la fisonomía de las principales ciudades españolas. El sistema productivo que se implanta va a tener grandes repercusiones en la estructura social que pasa del predominio de un paisaje rural a uno netamente industrial y urbano. Dentro de la estrategia centralista del Estado franquista Madrid se configura como uno de los pilares de ese auge industrial, lo que conllevará un fuerte proceso inmigratorio de la población rural, fenómeno que si bien ya se venía produciendo gradualmente, ahora va a verse acelerado y desbordará la capacidad de absorción de población que la ciudad puede ofrecer, tanto por la velocidad con que se produce esa inmigración como por el número de personas que acceden a la capital. Entre los años 1948 y 1954, Madrid se anexiona los municipios de Aravaca, Fuencarral, Chamartín, Hortaleza, Barajas, Canillas, Canillejas, Vicálvaro, Vallecas, Villaverde, Carabanchel y El Pardo. La población rural que viene arrastrada por los cantos de sirena de la industria madrileña va a ocupar grandes zonas de éstas áreas periféricas de la ciudad, formándose densos barrios de infraviviendas, comprando a elevados precios pequeñas parcelas en terrenos rústicos1. Sobre estos terrenos se van a construir, evidentemente de forma ilegal, las chabolas tan características que hasta hace poco han circundado Madrid. Esto da lugar a unos arrabales densamente poblados por casas de 40-50 m2, y en muchos casos de hasta 25 m2, sin ningún tipo de infraestructura urbana, sin planificación de calles, sin agua, alcantarillado, electricidad, etc2. La ciudad que atrae a una desesperada población rural no es capaz de acoger a un segmento de población de escaso o nulo poder adquisitivo que empieza a adquirir su primer salario procedente del trabajo en la industria. Entre estos barrios destaca, al sureste de Madrid, el de Palomeras, objeto de estudio de esta comunicación. Entre 1955 y 1970 el número de viviendas de Madrid prácticamente se ve triplicado, pasándose de unas 350.000 a casi el 1.000.000 de casas. En ese mismo período, Vallecas pasa de tener 56.300 habitantes censados, a 222.602, convirtiéndose en la zona de mayor recepción de emigrantes (con el 25% del total de Madrid). Se inicia una ingente construcción de vivienda por parte del Estado a cuyo festín no podía faltar la especulación privada3. Durante el período "desarrollista" se va a producir un destacado fenómeno de especulación inmobiliaria en la corona metropolitana, acumulando con antelación gran cantidad de suelo a bajo precio para obtener grandes beneficios cuando se desencadenase el crecimiento de la zona. Esta
colosal labor constructora no tuvo en cuenta ningún criterio
de calidad, simplemente le interesaba sacar lo más rápidamente
posible a la gente de las chabolas donde vivían y reinstalarlas
en pequeños pisos que rondaban los 50 m2, sin planificar
una mínima red de comunicaciones, y sin atender a los servicios
básicos que un barrio debe poseer. La participación privada
buscaba obtener de la forma más rápida posible la máxima
rentabilidad económica, y esto sólo podía darse
si se reducían al máximo las condiciones de habitabilidad
de los barrios creados para una población obrera de escasos recursos4. Para una descripción de los orígenes y evolución del barrio de Palomeras, dentro del cual se encuentra la colonia de San Agustín, objeto de este estudio, hemos escogido un testimonio de una de sus protagonistas5: "Yo llegué a este barrio en el año cincuenta y tres, cuando aún no estaba formado, pues apenas había unas cuantas casas salpicadas aquí y allá. Surgió el barrio porque llegábamos emigrados de los pueblos en busca de trabajo y no teníamos donde vivir. Entonces empezamos a hacer las casitas bajas, que no eran muy grandes, a veces tan sólo una habitación y una cocina, y no teníamos servicios de ninguna clase, ni luz ni agua ni servicio ni nada. Pasamos muchas fatigas para hacerlas, no sólo porque no teníamos dinero, sino también porque decían que era zona verde y no nos dejaban construir. Vivíamos en unas condiciones infrahumanas. En invierno mal por el barro, pero en verano aún era peor, porque nos comían las moscas y toda clase de bichos por los basureros que había. Cuando las hacíamos vivíamos perseguidos por los guardias, que si nos pillaban nos multaban. Era muy frecuente ver cómo al anochecer empezaban una casa y a la mañana siguiente ya estaba hecha, y la gente dentro, porque si no, venía la "brigadilla"y la tiraba. Pero, en fin, a pesar de tantas fatigas, nosotros "erre" que "erre" y surgió el barrio. Nuestra casa la hicimos cuando nos casamos mi marido y yo con mucho esfuerzo. Acarreamos los ladrillos en una carretilla de un tejar que nos quedaba a un kilómetro. Y el agua lo mismo. Trabajábamos muchísimo. La mayoría de la casa la hicimos de noche, porque llegaba el guardia, y si nos pillaba trabajando nos la hacía tirar. Así que recuerdo cuando pusimos el tejado que lo hicimos todo de noche. Y aún así nos pusieron un montón de multas. Y otras veces no nos multaban porque le dábamos una propina al guardia y pasaba de largo. Yo, cuando recuerdo aquellos tiempos, lo hago con cariño. Porque si bien es verdad que pasamos mucho malo, también lo pasábamos bien. Había mucha solidaridad, nos ayudábamos mucho, y cuando teníamos algo bueno, los compartíamos y lo disfrutábamos a tope, porque como no lo teníamos con frecuencia, quizá lo apreciábamos más. Pasando el tiempo (pues viví en las casitas bajas doce años), juntamos algunos ahorrillos y nos vinimos a vivir a los pisos. A mí me pareció una maravilla podernos bañar sin tener que poner el barreño al sol. Y sobre todo abrir el grifo. Era una gozada. Aunque el barrio aún no estaba muy bien. No teníamos luz en las calles, no teníamos colegios ni iglesias ni nada. La única comunicación que teníamos eran unas camionetas que venían desde el Puente, en las que nos traían como sardinas en lata. A los dos años de estar aquí, allá por el año 1967, vino un sacerdote que se llamaba Fernando. Yo creo que fue el que empezó a mover un poco las cosas. Al principio decía la misa en los bajos de una casa en la primera fase. Después, en la calle. Y luego ya hizo el colegio y la primera iglesia que tuvo el barrio. También hubo por entonces la primera asistente social. Yo creo que venían con muchas ganas de hacer cosas. Lo que pasa es que por entonces había muchos problemas y mucha represión por parte del gobierno, y en seguida se "quemaron". Después empezó a funcionar la Asociación de Vecinos. Y yo creo que desde ahí se han conseguido muchas cosas: la luz en las calles, los árboles en los jardines, la prolongación del autobús, muchos actos informativos y culturales, en fin, muchas cosas. Incluso contamos con la Escuela de Adultos y con una serie de personas maravillosas que nos ayudan mucho".
Rosario
O.
Las Asociaciones de Vecinos en España van a tener una serie de características que las diferencian del resto de los países de nuestro entorno, y que, para Tomás R. Villasante, responden a un triple proceso que se da en los municipios españoles, "por un lado las condiciones del proceso urbanizador de los años del desarrollismo, mucho más caótico y rápido que en el resto de nuestros países vecinos; por otro lado la inexistencia de un mínimo control democrático en las instituciones locales; y por último, la existencia desde 1964 de la Ley de Asociaciones que permitirá ser un instrumento legal para las actividades sociales en los barrios y punto de apoyo unitario para jóvenes, mujeres, sindicalistas, etc. sin otras posibilidades de legalizar sus actividades como movimientos propios6". Con estos tres condicionantes, se va a llegar a los años setenta, con una evidente falta de vertebración social como consecuencia de la inexistencia de cauces participativos y cultura democrática de la mayoría de la población española. Ante las expectativas surgidas tras el final del franquismo, desde las Asociaciones de Vecinos se plantea la urgente necesidad de impulsar toda una serie de cambios conducentes a una mejoría en todo lo relacionado con las infraestructuras de los barrios, objeto de reivindicaciones frente a la administración municipal7. El cambio político es seguido de un deseo de cambio de las circunstancias de vida, la conquista de libertades tiene que venir acompañada de mejoras palpables que la ciudadanía exige para el entorno en el que habita. Se va a aprovechar este momento histórico de cambio para exigir estas mejoras, y es aquí donde las Asociaciones se convierten en un decisivo instrumento canalizador del impulso renovador que se produce en los años setenta8. Así pues, a lo largo de los años setenta se fueron creando múltiples asociaciones vecinales, que incluían entre sus principales objetivos la mejora de las condiciones de habitabilidad de los barrios, siendo su principal instrumento la presión ante la Administración a través de movilizaciones y manifestaciones de gran repercusión pública. En general las Asociaciones de Vecinos van a desarrollar su actividad en un ámbito geográfico perfectamente delimitado, como podía ser el barrio o el pueblo, organizado por personas que pertenecían al mismo y que por lo tanto conocían perfectamente los problemas cotidianos que trataban de eliminar, aunque no por ello rehusaban solucionar cuestiones más amplias y complejas9. El espacio de libertades impulsado por la reforma política fue el terreno, sin duda, que permitió la extensión y profundización de la actividad pública y colectiva de los vecinos. Pero el modelo de transición seguido no fue sino la conclusión lógica de una dictadura gobernada desde 1969 por un gobierno de tecnócratas. Para encontrar la riqueza de dicha transición hay que trasladarse a las nuevas formas de participación social que, en tantísimas y desconocidas experiencias locales, llevaban implícito el anhelo de una sociedad más justa y que desbordaron con sus improvisaciones la estructura del guión. De forma esquemática el modelo de actuación de las Asociaciones se puede resumir en cuatro pasos: 1º.- se detecta un problema en el barrio y se hace un pequeño análisis del mismo; 2º.- se informa al vecindario de dicho problema, buscando su participación; 3º.- se organiza alguna asamblea o reunión donde los vecinos expresen su opinión y se analizan los diferentes cauces reivindicativos; 4º.- por último se actúa mediante negociaciones con las instituciones, manifestaciones, a través de los medios de comunicación, etc. Desde
las organizaciones vecinales se tenía la convicción de
que para obtener los frutos deseados de sus reivindicaciones era necesario
que los vecinos respaldasen masivamente las reivindicaciones. Esta idea
obligaba en primer termino a una urgente labor educativa y organizativa
de la población10. Las condiciones urbanísticas, como se ha visto en el apartado anterior, dan como resultado un espacio segregado, tanto del punto de vista urbanístico como del punto de vista social. Esta visión de barrio separado de la gran ciudad de la cual, sin embargo, depende, va a ser la base de la que van a surgir los numerosos movimientos ciudadanos, en un intento de romper con la creciente marginación sociourbanística que se estaba produciendo11.
Lo que apenas era un conjunto de viviendas mal que bien edificadas sobre un páramo hasta mediados de los años 60, se formó como barrio con identidad colectiva en la primera década de la transición democrática. La organización y movilización de los vecinos fue el factor primordial que explica la cohesión convivencial y la modernización del barrio de San Agustín en Palomeras, primero en torno a las demandas de dignificación de los más elementales servicios (agua, alcantarillado y recogida de basuras) y después en referencia a las mejoras en la calidad de vida (urbanismo, transporte, sanidad y educación). Paralelamente a lo que en el cine supuso El nacimiento de una nación, película de D. Griffith (1915), el nacimiento de este barrio y de otros tantos supuso el hallazgo de un nuevo lenguaje con el que pensar y actuar sobre la realidad, ensanchando en un caso el espacio de la cinematografía y en otro el camino de la democracia, al margen de sus argumentos coyunturales más o menos discutibles. En 1998 se cumplen 30 años de los primeros pasos en la articulación del movimiento vecinal en las Asociaciones de Vecinos (AA.VV.), que fue un elemento esencial del referido nuevo lenguaje y, por tanto, de la transición democrática en España. La magnitud del hecho se percibe ya en el I Encuentro Estatal de AA.VV. celebrado en Madrid en marzo de 1977, y en el que participaron 905 asociaciones (420 en trámite de legalización12). El movimiento ciudadano es un instrumento reivindicativo eficaz a la par que supone, sobre todo en la transición, el elemento principal para recrear el tejido social. Las Asociaciones de Vecinos, y entre ellas la del barrio de San Agustín en Vallecas, nacieron tanto de la protesta como de la necesidad de reunirse y comunicarse en el barrio. La A.VV. Los Pinos de San Agustín fue creada en 1977, siendo una de las más tardías en constituirse en un entorno prolífico en el que había surgido en 1968 la primera asociación de vecinos en Palomeras Bajas (lo que hoy se denomina Madrid-Sur y donde, a finales de septiembre de 1998, se acaba de inaugurar la nueva Asamblea de la Comunidad Autónoma de Madrid).
El
primer eco de movilización vecinal en el barrio de San Agustín
se encuentra en los años 1962-63, con quejas más o menos
numerosas y espontáneas por las deficiencias en el suministro
de agua potable. La construcción de la 2ª fase (calle
Villalobos) repercutió en problemas diarios de falta de presión
con que el agua llegaba a la 1ª fase (hoy calle Campo de La Paloma),
lo que desembocó en la primera manifestación que se recuerda,
convocada boca a boca y llevada adelante por las mujeres del
barrio ante la numerosa y expectante presencia policial. En el transcurso
de la manifestación se inutilizaron bastantes contadores de agua,
lográndose la inmediata instalación de una tubería
provisional que abastecía la zona desde el depósito entonces
instalado en las proximidades de la calle Pedro Laborde.
"Pusieron una tubería como para un bloque. Ellos tenían bastante para trabajar. Pero cuando empezaron a dar a los bloques vinieron los problemas. No teníamos agua más que de noche cuando se iban cerrando los grifos. Nunca se ha trasnochado tanto ni tan seguido, pues esto era todos los días y en cuanto te descuidabas se te iba el agua y mojabas el piso de abajo, lo cual no servía más que para disgustos. Luego dieron la segunda fase y en la primera había pisos A partir de eso nos trajeron el agua y arreglaron las calles que parecían caminos13".
Lucia
R.
Con
anterioridad había nacido una primera Asociación de Vecinos,
aunque con perfil bastante diferente al que tendría el movimiento
vecinal referido. Se trataba de una organización fomentada por
la propia constructora del barrio, Hermanos Santos que, con actitud
paternal, intentaba encauzar el descontento popular.
"Luego se montó una Asociación de Vecinos que yo creo que era una Asociación promovida por los "Hermanos Santos" porque sabían que nos íbamos a cabrear, para de alguna manera calmarnos(...) aquella Asociación era muy curiosa (...), la gente se vendía por un cacho de pan, era gente casi adicta al Régimen. Pero cuando nos juntábamos había que notificarlo a la Comisaría y venía un inspector a estar presidiendo la mesa(...) se sentaba en la mesa y opinaba con los vecinos"
Mariano
M. Miembro de la A.VV. Los Pinos de San Agustín. 1998.
Paralelamente,
se producían nuevas movilizaciones frente a los Planes Parciales
de urbanismo, fruto del Plan General de Ordenación Urbana
de 1963. Se trataba de eliminar las casas bajas construidas entre los
propios bloques del barrio y en otras zonas de Vallecas, y disponer
así de nuevos terrenos urbanizados con el esfuerzo popular para
usos más rentables en una zona de crecimiento de la ciudad.
De hecho, algunos vecinos residentes entre el barrio de San Agustín
y Pedro Laborde fueron trasladados a Alcalá de Henares (Madrid),
aunque en su conjunto los planes fueron paralizados, destacando una
manifestación en Vallecas que reunió más de 20.000
personas el 13 de julio de 1976 para pedir la anulación de todos
los planes14. En el barrio no se volvió a construir
hasta que se logró la remodelación de 30 barrios de Madrid,
que se fraguó entre 1976-198615.
"Y ya en aquella época, hacia el 1965, se había iniciado el tema de los Planes Parciales(...). Consiguieron con aquella iniciación de los Planes Parciales llevarse a gente a Alcalá de Henares. A algunas familias se las llevaron y en la parte de Palomeras Bajas y la Colonia nuestra empezaron las movilizaciones para tirar los Planes Parciales atrás, porque lo que pretendían era dejar limpio esto para luego hacer especulación con el suelo. Lo que pasa es que no lo consiguieron porque se creó un movimiento bastante fuerte(...). Lo más fuerte de los movimientos para paralizar los Planes Parciales, pues debió ser en el 66-67".
Mariano
M.
En
el final del franquismo el ambiente urbano del barrio se caracterizaba
por el cemento y la tierra de calles recorridas por el negro de los
tendidos eléctricos y el ocre pálido de las bombillas
de cada portal al caer la tarde. Por ello, las protestas populares se
centraban en las carencias de alumbrado público y asfaltado
de las calles, y en la demanda de una correcta red de alcantarillado
y de recogida de basuras.
La creación de la Asociación de Vecinos Los Pinos de San Agustín en 1977 fue definitiva para la organización popular de las demandas y hacerlas llegar a las instancias oficiales. Los esbozos de la Asociación son las reuniones que tenían al menos un par de grupos de vecinos con conciencia clara sobre la necesidad de organizarse. Aunque con diferentes tendencias ideológicas, predominaban las perspectivas de izquierda alrededor de las que se creó la Asociación por un grupo de vecinos de la 2ª fase (Villalobos) y al que se unieron los vecinos que en la 1ª fase (Campo de la Paloma) pensaban llevar adelante la misma iniciativa. En estos años, y a lo largo de toda la década aquí tratada, la acción de carácter ciudadanista es la que define el comportamiento de la asociación: fuerte vinculación entre los vecinos y los sectores más comprometidos y organizados, con asambleas y manifestaciones para trasladar al poder las diversas demandas, entendiendo la negociación a partir de estas premisas de participación popular. "(...) todo lo que se ha movido ha sido a nivel asociativo, porque queramos o no queramos el movimiento ciudadano ha apoyado a la Asociación de Vecinos (...), la AA.VV. ha sido el trampolín de todas las reivindicaciones que se han pedido"
Anselmo,
Miembro de la A.VV. Los Pinos de San Agustín.
Entre
las primeras acciones impulsadas desde la Asociación se recuerda
una importante manifestación por la noche y con velas encendidas
(para reclamar alumbrado) y la negativa a abonar el impuesto municipal
de recogida de basuras por parte de 32 bloques de vecinos (es decir,
más de 600 familias). El 28 de marzo de 1979 la Comisión
Municipal de Gobierno aprobó el presupuesto para dotar de alumbrado
público al barrio de San Agustín16. El primer
Ayuntamiento democrático, salido de las elecciones de abril de
ese año y presidido por el socialista Tierno Galván, cumplió
rápidamente con las expectativas vecinales de dignificación
urbanística del barrio: llegó el alumbrado y la pavimentación
de las calles tras una visita al barrio del Alcalde (acompañada
de manifestación masiva), se condonaron 4 años de recibos
impagados por la recogida de basuras, se ajardinaron los terrenos inter-bloques
y se construyó una nueva red de alcantarillado.
La llegada al poder municipal de los partidos de izquierda tuvo una repercusión general negativa en la actividad de las Asociaciones de Vecinos. La necesidad de nuevos cuadros políticos y los intentos de estos partidos por monopolizar la representatividad popular confluyeron en debilitar a numerosas asociaciones al alejar de ellas a algunas de las personas más dedicadas a ellas: se produjeron así algo más que los necesarios debates, pasando a los enfrentamientos entre partidistas y el voluntarismo de organizaciones más radicales que tan sólo entendían los problemas sociales como cantera de la conciencia política. En el caso de la A.VV. Los Pinos de San Agustín, se reflejaba la influencia en el barrio del Partido Comunista (PCE) y la ORT, aunque no estuvo nunca dominada claramente por ninguna formación política. "(los partidos políticos) hicieron como los sindicatos: los levantamos nosotros y cuando se pusieron en el poder dijeron 'ya no hace falta que estéis ahí, ya estamos nosotros y lo solucionamos... Con el PSOE hubo un parón en las Asociaciones, aunque esta no se parara mucho. Los partidos tienen esa costumbre: 'si me canso del juguete, lo destruyo para que no lo coja otro'. Fue lo que hicieron, destruyeron Asociaciones de Vecinos. Y menos mal que en Vallecas, con la Coordinadora de la Vivienda, se conocía mucha gente... y se siguió moviendo y viéndose la gente...".
Mariano
M.
Precisamente
el abordaje exitoso del problema de la vivienda está en el origen
del declive de algunas asociaciones que tenían en él su
alma mater17.
La Remodelación de Barrios fue una operación que abarcó a 30 barrios de Madrid, entre ellos el de Palomeras -por tanto también a San Agustín- y que asentó sus inicios en tiempos de la citada manifestación de 1976 en Vallecas. La dimensión y calado de esta experiencia ha sido suficientemente analizada por diversos estudios, entre los que destaca el realizado por T. Villasante18, como para extenderse en demasía en estas páginas. Teniendo en cuenta que casi un tercio de las 32.000 infraviviendas censadas en 1977 en Madrid se encontraba en Palomeras, se entiende que este barrio y Fontarrón sumasen casi 12.000 nuevas viviendas entre las más de 38.000 que se construyeron en total19. Ello no afectó a las edificaciones en altura del barrio de San Agustín, sino a los habitantes de casas bajas que fueron los primeros realojados en 1980-81 en el barrio de Fontarrón: estos edificios fueron empleados para realojos tras ser desestimado su uso para residencia de las familias de la policía nacional destinada entonces al nuevo cuartel de Moratalaz. En el barrio de San Agustín la mayor influencia de la remodelación fue en el entorno urbanístico, pues hizo posible el trazado de nuevos viales (avenidas de Pablo Neruda, Miguel Hernández y Rafael Alberti), espacios verdes (Parque Lineal) y, ya en la recta final de la remodelación alrededor de 1985-87, la construcción de las viviendas situadas entre las calles Santa Cruz de Retamar, Aragón y Angelillo. Estas viviendas lindan con el antiguo barrio de San Agustín, y a ellas se trasladaron parte de los vecinos de Palomeras Bajas. A los bajos de uno de estos bloques también se trasladó, desde un antiguo barracón prefabricado, la propia Asociación de Vecinos, que tiene allí desde entonces su sede social. El impulso inicial de la remodelación tuvo un referente importante en M.A. Pascual, entonces militante del PCE y miembro de la Asociación de El Pozo, que posteriormente llegaría a ser Director-Gerente del Instituto de la Vivienda de Madrid con el PSOE. Esta movilización de militantes políticos, con otro ejemplo como Francisca Sauquillo en Palomeras Bajas, fue decisiva para la atracción de jóvenes técnicos (abogados, arquitectos, etc.) en apoyo de las reivindicaciones populares a partir de compartidas inquietudes ideológicas y/o la búsqueda de un espacio para el ejercicio de la profesión. De este modo se logró reforzar tanto la imagen del movimiento ciudadano ante la sociedad como la confianza de los vecinos en sus propias decisiones. "Hubo una serie de gente que tenían sus consultas en el Pozo(...) gente que sin terminar su carrera ya estaban colaborando,(...) porque lo que faltaba era gente que te animara a luchar"
Jesús.
Miembro de la A.VV. Los Pinos de San Agustín. 1998
Las
Asociaciones de Vecinos comenzaron a coordinarse masivamente en 1975,
creando una Coordinadora de Vivienda que tuvo una presencia masiva en
la calle desde la movilización de julio de 1976.
En esta Coordinadora tuvieron lugar innumerables e interminables discusiones y asambleas, y se organizaron constantes manifestaciones frente al Ministerio de la Vivienda del entonces gobierno de UCD. Además de la vivienda, que sirvió como objetivo aglutinador inicial, la Coordinadora fue un foro plural en el que los vecinos contemplaban el planeamiento urbano en su conjunto (vivienda, transporte, viales, equipamientos educativos, sanitarios y deportivos, etc.): de hecho desde aquí se organizó la importante lucha por la ampliación de la línea 1 de metro. La singularidad de la amplia operación de remodelación radicó en la profunda participación directa de los vecinos en el Consejo de Administración de la empresa mixta de capital público OREVASA que se formó el 27 de julio de 1978 para gestionar la remodelación en Vallecas20. Esta era una empresa en la que se integraron 12 asociaciones que contaban con 10 Consejeros en representación paritaria junto con miembros de la administración.
En
algunas fases de la remodelación la administración negoció
con grandes propietarios para canjear parcelas (como ocurrió
en San Agustín con Hermanos Santos, que años después
han vuelto a construir en el barrio con importantes plusvalías).
Pero, en conjunto, se logró una importante intervención
pública21 que trató el problema de la vivienda
como cuestión social frenando tentaciones especulativas, y ello
con el control de los ciudadanos. En conversaciones con dirigentes vecinales
y técnicos se comenta el tácito acuerdo político
con que la UCD y el PSOE amortiguaron y frenaron la posible repercusión
pública y expansión a nivel estatal de esta experiencia
urbanística.
"Nosotros estábamos viendo los retrasos en las viviendas..., por eso no hay que extrañarse que la primera manifestación que se hace en Madrid al gobierno socialista es en mayo de 198322".
Miembro
de la A.VV. Los Pinos de San Agustín. 1998.
El
hecho de que las antiguas viviendas del barrio de San Agustín
no se vieran favorecidas por esta remodelación fue un argumento
para que la Asociación de Vecinos continuase presionando a las
distintas administraciones, especialmente al Instituto de la Vivienda
de Madrid. Ha sido así como, pensando principalmente en los jóvenes
de este barrio, los terrenos de la Colonia San José (entre las
calles Puerto del Milagro y Puerto de Velate) liberados por el realojo
de sus habitantes en las viviendas de la calle Carlos Solé han
sido destinados por la Comunidad de Madrid en los años 90 a una
experiencia singular: junto con otra promoción en Orcasitas,
constituyen los dos únicos y exitosos ejemplos de viviendas públicas
en alquiler adjudicadas a jóvenes y autogestionadas por sus moradores
en régimen de cooperativa23.
Volviendo a los años de la transición, paralelamente a la remodelación tuvieron lugar otras significativas mejoras en el barrio, esta vez en el trazado del cuarto cinturón de Madrid (la denominada M-40) y en el transporte colectivo. La ordenación territorial de finales de los años 70 determinó la construcción de la M-40 como nueva vía rápida de la ciudad, un cinturón que dejaba dentro de Madrid lo que en décadas anteriores eran periferias o suburbios. El barrio de San Agustín se vio afectado directamente, y luchó de forma decidida por evitar un impacto negativo. A las anteriores reivindicaciones en materia de servicios básicos se incorporaron entonces los valores medioambientales y de calidad de vida. En 1978 comenzó la Asociación de Vecinos a movilizarse ante las noticias del nuevo planeamiento: un primer trazado de la M-40 pasaba exactamente por una torre de la calle Villalobos que, actualmente, está frente a la propia Asociación. El trazado fue modificado, desplazándose unos metros más hacia el sur para envolver así al barrio actual. Lo incongruente e incomprensible del segundo trazado era que preveía asimismo la construcción de un parque lineal bordeando el nuevo cinturón por su parte exterior (es decir, la M-40 separaría al barrio del nuevo parque). Por otra parte, estaba previsto reducir costes en la gestión de los escombros generados por el movimiento de tierras empleando éstos en sustentar y elevar la nueva vía rápida. Los vecinos y técnicos que les asesoraban se plantaron inmediatamente ante la triple amenaza que pesaba sobre el barrio: inseguridad, ruido y pérdida de un lugar de esparcimiento. La proximidad de la M-40 a las viviendas iba a ocasionar un incremento enorme de la contaminación ambiental y supondría de hecho una barrera arquitectónica insalvable para el aprovechamiento del nuevo parque. Además, en aquellos meses coincidieron varios sucesos (atropellos a peatones en una vía rápida en Fuenlabrada y, sobre todo, la explosión de un camión-cisterna que circulaba junto al camping de Los Alfaques en Tarragona) que contribuyeron a sensibilizar a la población sobre los temas de seguridad viaria. Con estos argumentos encima de la mesa, y con una propuesta alternativa clara, los vecinos se movilizaron con intensidad creciente.
"Ya montada la Asociación lo primero que se tiró fue el alumbrado y a continuación, al poco tiempo vino el tema del 41 cinturón. Empezaron a mover tierras, y empezamos a decir ')Qué pasa aquí?' y averiguamos que por ahí trataban de meter la M-40(...) cuando nos dimos cuenta de ello dijimos que ni hablar. Bien es verdad que nos encontramos con una UCD débil y había ya unos problemas con Fuenlabrada que con algún cruce de calles hubo algún muerto y también el temas de Los Alfaques que explotó en un camping un camión cisterna(...) Nos lanzamos a una "gresca" que fue buena".
Mariano
M.
La
alternativa planteada tenía un doble componente para mejorar la
calidad de vida sin entrar a discutir la necesidad o no del nuevo cinturón:
en primer lugar, intercambiar la ubicación del parque y la M-40
(de forma que el espacio verde quedase junto al barrio) y, en segundo
lugar, aprovechar los escombros generados no para elevar la pista sino
al contrario, incorporarlos a modo de parapeto verde entre el parque y
la M-40 para lograr la insonorización del barrio ante el nuevo
flujo de vehículos.
Las movilizaciones consistieron básicamente en parar las obras en reiteradas ocasiones: a las varias decenas de vecinos que pusieron en práctica esta reacción se fueron incorporando poco a poco más personas, llegando en ocasiones a cortar la cercana vía del ferrocarril como forma de presión sobre la administración. Las citas solían realizarse a las tres de la tarde, "a las tres, a parar las obras": a esta hora algunos hombres habían vuelto del trabajo para comer y, sobre todo, las mujeres disponían de tiempo al estar los hijos en el colegio. "Al principio fuimos cuatro gatos, nos bajamos allí una panda de mujeres(...) y a parar las máquinas. Yo creo que ha sido uno de los grandes triunfos, porque hubiera sido tremendo vivir aquí(...) A parte de que los "tíos" querían poner el parque al otro lado de la autopista".
Mariano
M.
El
papel rector de los vecinos sobre cualquier posible acusación
de poder técnico se demuestra en lo acontecido en una
reunión mantenida en el Ministerio de Obras Públicas en
1979. En esta reunión los representantes de la administración
tan sólo quisieron reunirse con los técnicos asesores
de los vecinos, impidiendo la entrada de los representantes vecinales.
Con presión e insistencia, estos vecinos consiguieron entrar
a la reunión cuando estaba a punto de torcerse la voluntad vecinal:
"Yo recuerdo que nos concedieron una entrevista en el Ministerio de Transportes(...) dejaron subir a los más "istorros" (los técnicos que les acompañaban, abogada e ingenieros) y a los menos nos dejaron abajo. Total que forzando la máquina y venga que tenemos que subir, conseguimos subir cuando estaba a medias la reunión y tenían convencidos a los técnicos de que eso podía pasar por ahí sin ningún problema(...). Nos dijimos 'aquí nos tienen que meter en la cárcel pero eso hay que pararlo'. Montamos allí un "pollo" que creíamos que nos iban a meter en el "talego". Yo le dije al Director General de Carreteras que no tenía "cojones" para hacer la pista por ahí, y que si tiraba con la pista por allí, allí iba a haber sangre. Y el "tío" se "acojonó"(...) y conseguimos que se trasladase la pista(...)".
Mariano
M.
La
constancia y la participación vecinal, la claridad de su propuesta
y un contexto favorable, tanto por los acontecimientos citados como
por la creciente debilidad del gobierno de UCD, confluyeron en hacer
posible las demandas ciudadanas respecto a la M-40 en una reunión
que se mantuvo justamente antes de las primeras elecciones municipales
en abril de 1979.
Simultáneamente a los temas de vivienda y de la M-40, el transporte fue un elemento central movilizador de los vecinos durante los años 80. Por orden cronológico: llegada al barrio, en 1977, de la línea 10 de los autobuses de la Empresa Municipal de Transportes (EMT), participación en el Coordinadora de Vallecas por la prolongación de la línea 1 de Metro, creación, a finales de los ochenta, de una línea periférica, interbarrios, la nº 144, y demandas de mejor aprovechamiento de una línea ya existente de la EMT (la nº 57), que se consigue para octubre de 1991. La línea 10 de la EMT llegó al barrio en dos tiempos: en un primer momento se prolongó desde los inicios de la Av. Palomeras hasta la primera fase del barrio (hoy calle Campo de la Paloma) para, posteriormente, lograr su extensión hasta la segunda fase (calle Villalobos). Ambas prolongaciones fueron fruto de la negociación directa de los dirigentes vecinales con la empresa, sin necesidad de movilización popular para lograr lo que era un sentir extendido y expresado en las asambleas vecinales. La campaña por la prolongación de la línea 1 de Metro fue una labor de 10 años en la que se implicó el conjunto del movimiento ciudadano en Vallecas. La tenacidad y la diversidad en la movilización fueron las notas dominantes: múltiples manifestaciones, encarcelamientos humanos a modo de sandwich con los que varios vecinos recorrían la Puerta del Sol y los andenes del metro de la zona centro y, especialmente recordada, una inmensa cadena humana que se formó un domingo lluvioso entre el distrito de Vallecas Villa y la estación de Portazgo. El objetivo se consiguió a medias, pues no se logró entonces la prolongación deseada, y la inauguración de tres nuevas estaciones no llegó hasta el 8 de abril de 1994, con el gobierno del PSOE en el Estado y la Comunidad Autónoma. En estos años se olvidaron otras propuestas vecinales interesantes para la articulación de barrios del sureste, como la unión con metro de Usera con El Pozo del Tío Raimundo y Palomeras. Con esta última intención nació la línea 144 de autobús. La sentida necesidad de una línea que favoreciese la comunicación entre barrios para salir de la dinámica habitual centro-periferia es la que motivó la propuesta directa desde la Asociación al Consorcio Regional de Transportes de crear esta línea: un planteamiento descentralizador de la ciudad corre de fondo a esta propuesta, más allá de la simple conexión de los vecinos del barrio con la cabecera de la línea 9 de Metro (Pavones). Las resistencias de la Administración se manifestaron en los intentos por recortar el trazado deseado por la Asociación de Vecinos (Apeadero de RENFE-Cercanías en Entrevías / San Blas), con la contrapropuesta de conectar sólo el barrio de San Agustín con Moratalaz (probablemente pensando en satisfacer lo que la Administración pensaba era la única motivación vecinal: llegar a la cabecera de la línea 9 de Metro). Finalmente la línea se estableció entre el apeadero de RENFE-Entrevías y Moratalaz, dotándola con escaso número de vehículos. El constante crecimiento en su utilización demostró el acertado planteamiento vecinal y condicionó el progresivo incremento del servicio. La forma de abordar esta reivindicación respecto a la línea 144 de la EMT muestra cómo la tradicional estrategia de presión y negociación, que presidía la acción de la Asociación de Vecinos, se va decantando hacia una mayor actividad de gestión y va dejando la movilización como elemento secundario. Es el caso de las demandas por la prolongación de la línea 57 de la EMT. Esta línea llegaba hasta la Plaza Tirso de Molina desde Palomeras Bajas, en el final de la calle Martínez de la Riva junto a la Av. Buenos Aires. Por tanto, con la demolición del barrio de Palomeras Bajas por remodelación, la línea 57 finalizaba desde 1986-87 en un erial donde llegaba y partía sin viajeros y los conductores eran objeto de ocasionales robos. "El bajar el autobús 10 hasta su parte actual en la Colonia de San Agustín fue una negociación de la Asociación, con una leve amenaza(...) y yo creo que el Consorcio de Transportes hizo en aquella época buena labor, porque por ejemplo el 144 fue una negociación que se hizo desde la Asociación(...), la línea se diseñó desde aquí. Lo lógico era que llegase hasta la estación de RENFE-Entrevías(...) La reivindicación del autobús 57 era una cosa lógica, a quién se le ocurre desmontar las casas y dejar el autobús en medio de unos montones de tierra, por allí no había más que ratas, si allí no iba nadie. Desmontan las casas y el autobús que daba servicio a aquella gente lo dejaron allí".
Mariano
M.
Es
así como, en los últimos años de la década
de la transición aquí tratada, se inicia una nueva y prolongada
demanda/negociación al Consorcio de Transportes de la Comunidad
de Madrid: tras años de infructuosas gestiones, se recurrió
de nuevo a la movilización en octubre de 1991 con el secuestro
simbólico de uno de estos autobuses al que se obligó a
recorrer la prolongación demandada hasta la calle Campo de la
Paloma, que fue aceptada posteriormente por el Consorcio en 1991.
Son diez años clave en la transición española en los que las Asociaciones de Vecinos, y entre ellas la de Los Pinos de San Agustín, han logrado controlar la remodelación de barrios bajo los intereses populares, han plantado árboles, han conseguido nuevas escuelas y centros de salud y han mejorado el transporte urbano, pero también han bailado en sus fiestas, han bebido sangrías y limonadas, y han aproximado la cultura a sus barrios (grupos de teatro, escuelas populares de adultos, coloquios,...). Aunque las Asociaciones de Vecinos, como forma organizada y movilizada de los ciudadanos, tenían en estos años un carácter minoritario, no es menos cierto que representaban un amplio movimiento de fondo. Este movimiento, aprovechando la Ley de Asociaciones de 1964, había creado en el final del franquismo un espacio de libertad desde el que se proponían caminos que por la mejora en las condiciones de vida condujesen a una sociedad más justa. Y ello era posible dando la posibilidad de participar a los vecinos en la resolución de sus problemas, en una dinámica de escuela de democracia que permeó los barrios más allá del hecho circunstancial de estar o no afiliado a una asociación. A partir de mediados de los ochenta la Asociación de Vecinos continuó desempeñando un importante papel impulsor de nuevas demandas de infraestructuras conducentes a la mejora del barrio, y actuando como canalizador de las inquietudes de los vecinos. Desde la Asociación de Vecinos se crearon o fomentaron diversos servicios formativos destinados a la población de la colonia de "San Agustín". De este modo, en 1984 se inició una Escuela Popular de Adultos a partir del Grupo de Mujeres que existía en la Asociación, que llega hasta la actualidad, con más de un centenar de personas inscritas en la Escuela y una treintena de profesores voluntarios, que se distribuyen en turnos de tarde y noche. En 1987 se creó una Radio comunitaria de alcance local, Radio Paloma, en la que los jóvenes del barrio y de múltiples sitios de Madrid, emiten y expresan aquello que desean, con una programación extensa y variada que va de lunes a domingo y prácticamente a todas las horas del día. Existe servicio de abogado para asesoramiento jurídico de los vecinos que lo necesiten. La última sección que se creó dentro de la Asociación de Vecinos fue la de Deportes, que consta en la actualidad con 8-10 equipos de fútbol para chavales de todas las edades, con el objetivo de contribuir a su formación y apartarlos del a veces "peligroso" ocio de la calle. Asimismo, se siguió con la política de conseguir mejoras de infraestructuras para la zona. Es así como una guardería construida por la Comunidad Autónoma de Madrid y que nunca llegó a inaugurarse por su pésimo diseño que incumplía en varios extremos la normativa de seguridad que afecta a las mismas, fue destinada a Centro Cívico Cultural (en la actualidad *ocupado+ por un grupo de jóvenes ante la dejación por parte de la Administración). Posteriormente se pensó otro lugar para la guardería, en un terreno donde había instalado un barracón que hacia las veces de Parroquia, ya que ésta iba a ser trasladada en breve. A iniciativa de la Asociación de Vecinos, ésta inicia un sondeo sobre la necesidad de una guardería en un barrio donde era evidente que, al igual que en casi todos los sitios, la población infantil era cada vez inferior. El resultado de este exhaustivo sondeo dio como resultado que una guardería en aquel lugar estaría infrautilizada. Como consecuencia de ésto la Asociación sugiere a la Administración el cambio de uso del terreno para un Ambulatorio, del que carecía todo el barrio, demanda ésta que venía de lejos desde que se creó la Coordinadora de Sanidad de Vallecas procedente de las tareas sectoriales que se emprendieron en tiempos de la remodelación desde la Coordinadora de Vivienda. La Administración acepta esta propuesta y el Ambulatorio ha sido inaugurado en 1998, como última mejora que ha conseguido el barrio de "San Agustín". "Se hizo un sondeo desde la Asociación de Vecinos y se vio que había muy pocos niños(...) y dijimos, si no hace falta guardería para que se va a montar una guardería, por qué no mejor un Centro de Salud, y se pidió para que se hiciera un cambio de calificación, que hubo que hacer en un pleno del Ayuntamiento Central, y se pasó al Centro de Salud(...). Eso ha sido una incidencia de la Asociación y de la Coordinadora de Sanidad(...), nosotros propusimos eso y luego la Coordinadora tiró del carro para que eso se pusiera"
Mariano
M.
Estos
últimos casos vienen a demostrar un significativo cambio en el
modo de plantearse ciertos objetivos, siendo ejemplos de una mayor negociación
con las Administraciones en detrimento de las masivas manifestaciones
que se produjeron una década atrás. Las movilizaciones
cada vez son más "costosas": recientemente se dio el
caso de una manifestación para protestar contra un gigantesco
edificio que se construyó al lado de la colonia de San Agustín
y que impide a todo el conjunto de edificios recibir adecuadamente la
señal de televisión. Desde la Asociación se habló
con la Administración, con responsables de televisión,
con la constructora, para buscar algún tipo de solución,
pero ninguna institución daba pasos para solucionarlo. Ante esto,
se convocó en 1997 una manifestación ante la Dirección
General de Comunicaciones pero, a pesar de las quejas de todo el vecindario,
sólo unas decenas de personas se desplazaron a la plaza de Cibeles.
Desde la Asociación se han buscado herramientas alternativas de reivindicación, como pueden ser los carteles y programas de las fiestas del barrio, que se comenzaron a celebrar desde que se fundó la Asociación en 1977. En ellos siempre se han incluido fotos y referencias a temas reivindicativos en torno a algún problema que afecta a la zona. En la misma línea está la participación anual en el Carnaval de Madrid con carroza-denuncia ,como por ejemplo el tema de la Incineradora de residuos de Valdemíngomez, la lucha contra "los medicamentazos" (contra la retirada de medicamentos de la financiación pública), etc. En
general la sensación que existe en los miembros de la Asociación
de Vecinos es que todavía quedan cosas por hacer y reivindicar,
pero que cada vez cuesta más movilizar a la gente. No obstante
la Asociación sigue gestionando directamente los problemas que
detecta y es indudable la repercusión favorable que su existencia
ha tenido y tiene en el barrio. El problema o contrapartida de la cada
vez más habitual gestión sin movilización es que
el esfuerzo de los representantes de la Asociación, para negociar
y presionar a la Administración, se hace con escaso conocimiento
del conjunto de los vecinos y, a su vez, este escaso conocimiento puede
traducirse en escaso apoyo popular a lo negociado, que si bien no deslegitima
las reivindicaciones si reduce fuerza a la hora de presionar a la Administración. NOTAS 1.-
Comunicación presentada en las VI Jornadas de Historia y Fuentes
Orales "La crisis del franquismo y la transición. El protagonismo
de los movimientos sociales", celebrada en Ávila los días
23, 24 y 25 de octubre de 1998.
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