No ha sido una suspensión. Hay quien
lo ha calificado de “aborto”. De hecho, la 1ª Asamblea Cristiana de
Vallecas-Pacífico (IV
Vicaría de la Archidiócesis de Madrid-Alcalá) llevaba largos meses
de laboriosa gestación y lo que ha visto abortado es sólo el
desenlace final en que debían reflexionarse las ponencias y
sugerirse las conclusiones.
(De nuestra redacción en Madrid)
El 7 de noviembre del
año pasado se inició la 1ª fase de la asamblea por medio de los
trabajos parciales de 151 equipos de trabajo, compuestos por
sacerdotes y seglares de las 44 parroquias urbanas y 23 parroquias
rurales de la IV Vicaría de la Archidiócesis.
Abarca ésta un
extenso cinturón periférico en el sureste de Madrid –constituido
desde hace más de cincuenta años por los barrios
“lumpen” de la capital- y cuya población y problemática
rebasa ampliamente las de casi todas las ciudades españolas,
excepción hecha de Madrid, Barcelona y valencia. La población de la
IV Vicaría supera con mucho el medio millón de habitantes, en su
mayoría de extracción obrera, rural o inmigrada.
Muchas
gentes, mucho tiempo
El laborioso trabajo de estos equipos
preparado por un directorio y sobre unos módulos comunes, debía
proceder al estudio de una serie de fichas, cuestionarios e ideas
para la reflexión agrupadas en tres ponencias. La ponencia “O” –por
cierto la más tergiversada en las informaciones de prensa- o “bases
generales”, la ponencia “L”, estrictamente eclesial, “¿Hacia dónde
queremos ir?”, y la ponencia “ll”, también eclesial al ciento por
ciento, y titulada “Con qué medios” (planificación pastoral).
El aporte realizado por los equipos (y
sistematizado después en las ponencias) constituía un valiosísimo
material de reflexión sobre el que en dos fines de semana
consecutivos debería actuar la asamblea general.
Estaba convocada para los días 15, 16,
22, 23 de marzo bajo la presidencia del cardenal-arzobispo monseñor
Enrique Tarancón y con la presidencia del comité ejecutivo en
monseñor Iniesta, obispo auxiliar de la IV Vicaría y auténtico motor
de esta I Asamblea.
Para sede de esta asamblea general se
había ofrecido la Ciudad de los Muchachos, edificio de carácter
eclesial, dirigido por los religiosos asuncionistas en el 80 de Pena
Prieta, en ese mismo barrio.
Un estricto reglamento preveía (con
ciertas dosis de ilusión y minuciosidad) todas las incidencias que
pudieran presentarse (identificación, turno de las intervenciones,
alojamiento para quienes vinieran de fuera, celebraciones
litúrgicas, etc...), todo menos el hecho imprevisible de que la
asamblea no pudiera celebrarse.
El sábado día 15, cuando ya estaba
toda la organización en marcha y cuando sólo faltaban poco más de
dos horas para que se iniciara la primera sesión de la asamblea
general, monseñor Iniesta recibió por carta una comunicación de la
Jefatura Superior de Policía suspendiendo la Asamblea. Al mismo
tiempo, un fuerte contingente de la Policía Armada, acompañado por
miembros de la Brigada Social, hizo acto de presencia en la Ciudad
de los Muchachos verificando con hechos que la carta no era un
error.
La razón invocada por el escrito era
la posibilidad de que se produjera una grave alteración, pero no
quedaba claro si se temía dentro, fuera, en una dirección o en la
contraria.
Seguridad
asegurada
La
perplejidad fue mayúscula en los responsables, ya que el control de
las sesiones había sido un tema reforzado cuidadosamente. El
reglamento de la asamblea establecía muy claro que al consejo de
presidencia (es decir, directamente a monseñor Tarancón, a monseñor
Iniesta y al comité ejecutivo) “le corresponde interpretar el
reglamento en los casos dudosos o imprevistos, cualificare el
alcance de las conclusiones aprobadas como “constataciones”,
“peticiones” o “decisiones”, revisar y aprobar los comunicados
oficiales a la prensa, y, en general, velar por la buena marcha de
la asamblea”.
En cuanto a la posibilidad de que en
la asamblea pudieran colocarse indiscriminadamente los alborotadores
en el mismo reglamento se lee:
“VII: 1. – Oportunamente se entregará
a todos los miembros de la asamblea general un documento de
identificación, que deberán conservar y presentar siempre para
asistir a todos los actos de la asamblea. Eventualmente, los
miembros del equipo de acogida podrán solicitar de los asambleístas
que al mismo tiempo presenten su carnet de identidad.”
Y por si los temas de las ponencias
pudieran subirse de grado, el reglamento establecía que:
- “Cada
miembro con derecho a voz podrá intervenir una sola vez durante cada
fin de semana durante tres minutos como máximo, previa inscripción
en secretaría.”
- “Todas
las votaciones serán secretas, en papeletas preparadas especialmente
con este fin.”
Con estas cautelas establecidas, más el
funcionamiento de una serie de equipos de vigilancia y control, los
organizadores no quisieron que la policía estuviera en el interior
del aula de sesiones (de cuya seguridad se responsabilizaban
plenamente), y así llegó la suspensión, causando profundo estupor en
todos los equipos que habían llegado hasta el final del largo
proceso preparatorio y que no eran ya todos, puesto que una veintena
de aquellos 151 de origen no habían elevado sus trabajos y por tanto
ya no alcanzaban la asamblea general.
Nota de la DGS
Después de la suspensión, la Dirección
General de Seguridad dio a la información la siguiente nota,
publicada por los periódicos del domingo:
“Con ocasión de celebrarse, durante
los días 15, 16, 21 y 22 del presente mes una denominada I Asamblea
Cristiana de Vallecas, la Dirección General de Seguridad tuvo
conocimiento de que algunos elementos de marcada significación
política extremista proyectaban intervenir en dichas reuniones con
el propósito de aprovechar determinados temas de las conclusiones
elaboradas para esa asamblea, promover reacciones hostiles contra el
Gobierno y las autoridades y crear un clima de tensión en la zona de
Vallecas.
Ante esta situación, después de
celebradas varias conversaciones con la jerarquía eclesiástica en
las que se examinaron los riesgos de alteración del orden público
que de celebrarse la asamblea podrían producirse –dada la solicitada
afluencia masiva de las reuniones-, que fueron comprendidos por el
señor cardenal arzobispo de Madrid, la Dirección General de
Seguridad decidió disponer la suspensión de la asamblea. Al mismo
tiempo ha adoptado las adecuadas medidas de precaución para evitar
cualquier perturbación del orden público.”
Huelga
de cirios caídos
Dicha nota policial veía la luz a la
misma hora que en todos los templos de la IV Vicaría era leída la
nota oficial de la Asamblea sobre la suspensión (ver recuadro
aparte) redactada por monseñor Iniesta expresando que todas las
garantías interiores habían sido tomadas y que el señor cardenal se
había negado rotundamente a que la asamblea fuera suspendida, por
lo que hacía patente su enérgica protesta.
En una treintena de iglesias del barrio
(en 28 para ser más exactos), reunidos los fieles el domingo para la
celebración de la misa, se leyó la nota firmada por monseñor Iniesta
y tras un breve comentario se decidió suspender la celebración de la
santa misa y abandonar el templo. En algunas de las iglesias
quedaron dentro reducidos núcleos de feligreses –manifestando así su
desaprobación por quedarse sin misa, cosa que no sucedió ya en las
horas siguientes al colocarse en las puertas de los templos el
cartelito de “no hay culto”.
Esta reacción causó un impacto añadido
al ya producido por la suspensión gobernativa de la asamblea.
Habla
Tarancón
Sin
entrar en el contenido –muy dispar y a veces infortunado- de los
comentarios de prensa (que se juzgan en otro lugar de estas mismas
páginas) hay que dar constancia en la crónica de los hechos del
clima creado por los mismos, tanto en los periódicos del domingo
como en los del lunes y martes. En la mañana del lunes 17 se reunió
el Consejo Episcopal bajo la presidencia del cardenal Tarancón,
tratándose el tema de la asamblea y especificándose que los trabajos
no se detendrían. Pero todo Madrid deseaba escuchar el juicio de su
arzobispo sobre los acontecimientos y la fiesta de San José. El
miércoles dio ocasión para ello.
Los templos habían vuelto en todos los
sitios a la completa normalidad y en la celebración del precepto de
la festividad de San José se señaló
la
lectura de una homilía del cardenal. Decía, entre otras cosas: “Está
en el ánimo de todos la lamentable suspensión de la Asamblea
Cristiana de Vallecas por los poderes públicos, hecho que ni yo ni
muchos de vosotros podemos comprender en una nación que tiene como
timbre de gloria el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina
de la Iglesia Católica. Y no se me oculta que con esta decisión –de
exclusiva responsabilidad de las autoridades civiles- se juzga de
hecho injustamente la acción pastoral de una vicaría de nuestra
comunidad diocesana. Aun admitiendo nuestras imperfecciones en este
empeño de acercamiento a la realidad viva de la comunidad vallecana,
rechazamos con energía cualquier juicio de quienes nos acusan de
haber pretendido con esta asamblea dificultar la convivencia
ciudadana o ir más allá de la misión evangelizadora que Cristo ha
encomendado a su Iglesia.”
Y añadía más
adelante:
“Permitidme, pues, que paternalmente,
pero con energía, llame la atención a aquellos que con cualquier
actitud aumentan la división y el escándalo entre los hermanos. Los
que por escrito o de palabra magnifican los fallos, porque, creyendo
hacer un servicio a la fe, pecan contra la caridad y la comunión que
deben al obispo y a sus hermanos. Los que, dejándose llevar de la
tristeza por los sucesos recientes, y abusando de una autoridad que
sólo pueden ejercer en mi nombre, han privado a los miembros de sus
comunidades del sagrado derecho a participar en la santa misa el
pasado domingo. Y quiero esperar, tanto de las autoridades civiles
como de la filial colaboración de las comunidades de Vallecas, que
podamos encontrar la fórmula para que esta asamblea pueda llegar a
las metas propuestas de renovación espiritual y humana.”
La homilía, mucho más ecuánime y
matizada si se la lee en su conjunto, motivó, sin embargo,
reacciones diversas. El ruego de su lectura fue obedecido de forma
general, pero no total. Hubo templos en que no se leyó por
considerarla demasiado suave y templos en que no se leyó por
considerarla demasiado dura, y en algunos sitios fue leída
fragmentariamente. Pero cabe dejar constancia de que el ruego fue
atendido de manera mayoritaria. Hubo doce parroquias en que además
se abrieron pliegos de firmas en solidariedad con los cristianos de
Vallecas y en otros, por el contrario, hubo leves incidentes de
protesta por la lectura del texto del cardenal. En varias iglesias
hubo alguna gente que se levantó y abandonó el templo. En el Cristo
de la Salud de la calle Ayala (barrio de Salamanca) un alto cargo
abandonó la misa, detalle casualmente comprobado por hallarse el
templo muy cerca de una agencia de noticias de la que salían en
aquel momento algunos informadores.
Calla
el Vaticano
De momento el problema suscitado por la suspensión de la asamblea
de Vallecas se ha mantenido en un marco local, en el ámbito de la
diócesis de Madrid-Alcalá, y sin que hayan llegado pronunciamientos
de más altura. Como el “caso Añoveros” de hace poco más de un año,
el incidente ha puesto en cuestión la delicada “recta final” (que
alguien va a tener que explicar si es una recta final cuesta arriba
o cuesta abajo) en las relaciones entre Estado y la Santa Sede. Hubo
el rumor de una entrevista del ministro Cortina con un nuncio
monseñor Dadaglio, pero tanto la Nunciatura como el Palacio de Santa
Cruz se han mantenido silenciosos a cal y canto (lógicamente) sobre
el posible encuentro.
También se informó de la solicitud de un pronunciamiento por parte
del Vaticano. Sin embargo, el director de la sala de prensa,
profesor Alessandrini, declaró en rueda de prensa que nada había que
decir en torno a la suspensión de la asamblea (fundamentalmente las
encuestas y fichas de las tres ponencias) que ha sido remitida al
Vaticano y del que no cabe suponer vaya a pronunciarse antes de
tener un conocimiento exhaustivo sobre el tema.
Al mismo tiempo, en Madrid, un grupo de sacerdotes se ofreció al
cardenal Tarancón para realizar un estudio de los posibles errores
que se detectaran en las ponencias. Sin embargo, al menos cara a la
opinión pública (más allá del ámbito de los especialistas)
desconcierta el hecho de que se presuponga y a veces se juzgue (como
han juzgado muy señalados periódicos institucionales) unos
materiales que se han visto amputados de su fase final de
elaboración, es decir, la reflexión, la discusión y la votación.
Pero en realidad, ¿qué es lo que iba dentro de la I Asamblea
Cristiana de Vallecas?
“Casi todo, problemas temporales”, titulaba a página entera el
diario “Arriba”. Sin embargo, con los materiales de trabajo en la
mano no puede aceptarse semejante afirmación (incluso ignorando que
se tratase de materiales provisionales).
La ponencia número “I” proponía el estudio de la “Iglesia ideal”
bajo el título “¿Adónde queremos ir?” y en ella se trazaban los
rasgos más destacados propuestos: una Iglesia profética, fraternal y
libre. Después, una Iglesia pobre, de servicio y para los
necesitados. Y, por último, con mucho menor incidencia, una Iglesia
definida a favor del mundo obrero, organizada, democrática
parroquial, disciplinada, minoritaria y masiva, ya puede verse que
se trata de una relación de características –algunas de ellas
complementarias y otras excluyentes entre sí- que aparecen razonadas
con detalle y que constituyen tan sólo un método de trabajo. No cabe
fácilmente entrar en descalificaciones ni menos tomar como
afirmaciones positivas lo que es exposición de un abanico de
posibilidades. Se ha llegado a decir en días pasados –en muy
ilustres cenáculos-que la asamblea de Vallecas había ido contra el
matrimonio por el hecho de que de igual forma una de las encuestas
constatara que se dan en realidad en Vallecas situaciones familiares
muy diversas.
Solamente Iglesia
La ponencia “I” estudia además: “La parroquia en el barrio”, “La
Iglesia como testimonio de fe” y las actitudes que obstaculizan la
evangelización (“Una Iglesia bien vista por el pueblo”).
La ponencia “II” “¿Con qué medios?” (planificación pastoral)
estudia las tendencias pastorales de los cristianos y las áreas de
“La palabra” , “Los sacramentos” “La acción sacerdotal” y “Los
laicos”, “la caridad socializada”, estableciendo por último toda la
gama de “objetivos pastorales prioritario”.
El punto “0”
La ponencia “0”, la más controvertida, es la que el describir los
datos, actitudes y opiniones de la realidad de Vallecas-Pacífico,
tiene un perfil sociológico más acusado, viene a ser algo así como
el “informe Foessa” del barrio, pero desde un enfoque cristiano y
sólo sobre una gama de temas relacionados con la acción pastoral.
Aquellos que los tratados de derecho público eclesiástico y nuestros
antiguos libros de “religión” han calificado siempre con el epígrafe
de “materias mixtas”.
Al proponerse los trabajos de las asambleas parciales, monseñor
Iniesta, dirigiéndose por primera vez a los equipos, definió esta
ponencia “0” como “poner el oído a la realidad para escuchar el
latido de Dios”. En ella se estudian los “problemas del barrio, en
general, y específicamente la situación de la “familia”, el
“trabajo”, la “enseñanza y educación”, la “juventud”, el “fenómeno
asociativo” y “la imagen de la Iglesia” (actitudes y comportamientos
religiosos).
El estudio, aun no siendo definitivo, constituye un acercamiento
desde la óptica cristiana a la realidad sociológica de Vallecas,
realmente esclarecedor. Si resulta incómodo o produce violencia a
los justos, la IV Vicaría sostiene que “cambiar la cara importa, que
el espejo no hay por qué”. Es decir , que los problemas están ahí y
que en ningún caso se pretende incrementarlos, sino todo lo
contrario. Y en conjunto, amplios sectores de opinión en Madrid –sin
entrar en los pormenores del “caso Vallecas”- opinan que , en caso
que la Iglesia de la diócesis o sus hombres se equivocaron, tampoco
es mala cosa que se equivoquen hacia el lado de los pobres.
JOSE MANUEL GIRONES
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