La
prohibida asamblea de Vallecas y la huelga de misas desencadenada como protesta,
han conmocionado este divertido país, que no sale de su asombro por las cosas
que pasan.
Yo,
que soy un hombre de pueblo, he ido exprimiendo durante horas la materia gris,
he leído los comentarios de prensa, y, la verdad, no entiendo nada. Al parecer,
había sido convocada en Vallecas, barriada obrera de Madrid, una asamblea parroquial
con todas las bendiciones legales, puesto que le organizaba un obispo, monseñor
Iniesta, y debía presidirla el cardenal arzobispo de Madrid, es decir, gente
de bien, altas jerarquías eclesiásticas, personas de probada integridad cívica
y moral. Pocas horas antes de comenzar la asamblea, monseñor Iniesta recibió
la orden gubernativa de suspender la reunión.
Europa
Press
añadía en la misma noticia que cuatro o cinco párrocos habían escrito al cardenal
Tarancón exponiéndole su preocupación por “los errores que aparecían en los
documentos preparatorios”. Estos párrocos son Vicente Páez Muñoz de Morales,
Carlos Olori, Joaquín Mohino, Luis Saura y Efrén Lobo. Dice Josep Bigordá en El Correo Catalán,
que los tres primeros son del grupo “ultra” de la revista Iglesia-mundo
y acreedores de la repulsa del Consejo episcopal del Arzobispado de Madrid.
Común
acuerdo
La
oficina de prensa de la Dirección General de Seguridad razona en su nota los
motivos que condujeron a la suspensión de la asamblea:
“La
Dirección General de la Seguridad tuvo conocimiento de que algunos elementos
de marcada significación política extremista proyectaban intervenir en dichas
reuniones con el propósito de aprovechar determinados temas de las conclusiones
elaboradas para esa asamblea, promover reacciones hostiles contra el Gobierno
y las autoridades y crear un clima de tensión en la zona de Vallecas.
Ante
esta situación, después de celebradas varias conversaciones con la jerarquía
eclesiástica, en las que se examinaron los riesgos de alteraciones del orden
público que, de celebrarse la asamblea, podrían producirse –dada la solicitada
afluencia masiva a las reuniones-, que fueron comprendidos por el señor cardenal
arzobispo de Madrid, la Dirección General de Seguridad decidió disponer la suspensión
de la asamblea. Al mismo tiempo ha adoptado las adecuadas medidas de precaución
para evitar cualquier
perturbación
del orden público.”
Josep
Bigordá en El Correo Catalán:
“Informaciones
fidedignas, procedentes de Madrid, dan cuenta de que el domingo 16, 28 parroquias
de la zona de Vallecas estuvieron cerradas al culto, en señal de protesta contra
la suspensión de la AC, y de que otras parroquias de Madrid suspendieron la
predicación leyendo tan sólo la nota de la Vicaría en la que se notificaba la
orden gubernativa de suspender la AC. Por su parte la Comisión nacional de Justicia
y Paz se ha pronunciado contra esta orden de suspensión.”
Otra
Homilía
El
cardenal arzobispo de Madrid, que según la nota de la D.G.S. comprendió los
riesgos de alteración del orden público, mandó leer una homilía el día de San
José en las parroquias de su jurisdicción. Dice entre otras cosas:
“Está
en el ánimo de todos la lamentable suspensión de la Asamblea Cristiana de Vallecas
por los poderosos públicos, hecho que ni yo ni muchos de vosotros podemos comprender
en una nación que tiene como timbre de gloria el acatamiento a la ley de Dios
según la doctrina de la Iglesia católica. Y no se me oculta
que con esta decisión –de exclusiva responsabilidad de las autoridades
civiles- se juzga de hecho injustamente la acción pastoral de una Vicaría de
nuestra comunidad diocesana.”
Prohibido
Vallecas
Pedro Rodríguez, en Arriba, trivializa
con gracejo la reunión parroquial . Recuerda que hace un tiempo se prohibió
un acto presidido por un director general. Ahora se prohíbe a Tarancón Quizá
mejor sería prohibir Vallecas y, para acabar pronto, todo el país en bloque:
“No
sé si habían llegado los periodistas extranjeros, pero Vallecas era una fiesta.
Entre los adobes y las chabolas, monseñor Iniesta, el Rayo Vallecano, se disponía
a poner en marcha su asamblea mixta para mil quinientas personas. Según la derecha,
las tres ponencias olían a azufre y calvinismo. Vallecas tiene “jettatura” hace
tiempo la autoridad suspendió un acto presidido por un director general. Lo
de ayer fue casi tan difícil suspender un acto presidido por el cardenal Tarancón.”
Tensión
Ángel Gómez Escorial, en Pueblo,
empieza a detectar “la nueva tensión” en las relaciones Iglesia-Estado
“Lo
cierto es que la homilía de monseñor Tarancón es absolutamente clara. La ‘nueva
tensión’ está en marcha.”
Misa
y olla
Tanto
el diario ABC como Nuevo Diario manifiestan su estupor ante la
huelga de misas como protesta por la suspensión de la asamblea de Vallecas.
ABC se muestra preocupado ante este hecho que califica de provocador.
Y arguye los derechos que tienen los feligreses de no cometer pecado mortal
faltando a misa los domingos y fiestas de guardar. Realmente la huelga de misas
no se comprende, sobre todo habiendo desde la Edad Media otros modos de protesta
mucho más eficaces el anatema y
la excomunión. Pero, bueno, esto dice ABC:
“Es
lamentable –lo escribimos desde una actitud de máximo respeto- que se sigan
utilizando, en estos episodios dialécticos, desde posiciones eclesiásticas,
recursos de tan altísimo valor y significado espiritual como es la celebración
eucarística, para responder a decisiones que, acertadas o no, únicamente pertenecen
a un plano de pura temporalidad.
Es lamentable, insistimos, que continúe
el juego táctico, nada claro, de las ambivalencias de lo eclesial y lo temporal,
con evidente riesgo de mistificar, en cualquier momento, la función religiosa
que espera el pueblo de Dios; a la que tiene derecho como feligresía.”
No
pasa nada
El
delantal del “Brusi”, fajín tipográfico que publica diariamente
Diario
de Barcelona
en su primera página de huecograbado, recoge la pregunta del hombre de la calle
¿Qué va a pasar aquí? Y responde:
“De acuerdo con la más segura doctrina
vigente, Aquino pasará nada. Habrá un mutuo repliegue de ambas partes contendientes
a posturas de menores posibilidades de fricción real y efectiva, en tanto que
la tensión dialéctica discurrirá por cauces cada vez más suaves y menos agresivos.
Ningún intérprete del pensamiento político de Franco caería en la torpeza de
provocar un choque frontal e irreversible con un prelado, tanto más cuanto este
obispo es cardenal de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal. El Gobierno
de Arias sabe cuáles son sus limitaciones en este campo y todo hace pensar que
tras un posible encono de carácter retórico, las aguas volverán a su cauce una
vez más.”
Incomprensible
Luis Apostúa, subdirector de
Ya,
diario de la Editorial Católica, considera la suspensión de la asamblea cristiana
comprensible en 1932, pero incomprensible hoy:
“Si
estuviésemos en 1932, por ejemplo, las cosas estarían mucho más claras. Pero
en 1975, cuando la segunda declaración de la muy fundamental ley de Principios
del Movimiento Nacional habla de considerar como “timbre de honor” el
acatamiento
a la ley de Dios según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica
y Romana, vemos que la autoridad gubernativa prohíbe un acto que iba a ser presidido
por el cardenal-arzobispo de Madrid, nos entran dudas acerca del exacto concepto
del mundo que estamos viviendo y de los tiempos que atravesamos.
En efecto, esta vez no se trata de la multa
a la ardiente homilía de algún clérigo vehemente en los adjetivos, sino de que
la asamblea cristiana de Vallecas ha sido suspendida. La policía cumplió órdenes
y dispersó a los fieles que se encaminaban a la Ciudad de los Muchachos, donde
esperaban encontrarse con el cardenal Enrique y Tarancón y el obispo auxiliar
y monseñor Alberto Iniesta.”
Tras leer la homilía del cardenal Tarancón,
opina Apostúa:
“Con
todo eso, mi opinión personal es que el aspecto más grave radica en la adopción
por el Gobierno, suponemos que con el pleno conocimiento de causa, de una medida
típicamente represiva contra la Iglesia en el punto en que ésta se siente ahora
más susceptible: su libertad pastoral.”
Conclusión
La Santa Alianza entre el trono y el altar
preconizada por la monarquía borbónica quedó rota con la entrada de la República.
Cuentan los más viejos del lugar que cuando el Gobierno republicano ordenó la
retirada de crucifijos de las escuelas, los niños –y mayores- católicos llevaban
un crucifijo colgado del cuello en señal de protesta por la medida gubernativa.
Después vino la guerra. Algunos obispos dieron su bendición a las tropas nacionales
antes de entrar en combate. Los años inmediatos de la victoria fueron de honda
exaltación católica en todo el país. En algunos pueblos de Mallorca, por ejemplo,
el cumplimento del precepto pascual –confesar y comulgar una vez al año- era
obligatorio y los confesores daban a cada fiel un billetito que después era
recogido por las casas. Se sucedieron las misiones, o predicaciones cuaresmales
en la vía pública, las procesiones, los congresos eucarísticos,, y las relaciones
entre la Iglesia y el Estado Nuevo eran extraordinariamente cordiales.
Pero
el idillo se ha deteriorado. Subió al Papado un cardenal simpático a quien los
integristas hispánicos llamarían luego “el Papa rojo”. Juan XXIII convocó un
concilio que debía revolucionar las estructuras clericales del mundo entero.
Aunque los conservadores han intentado retrasar y, a veces, bloquear la puesta
en práctica de las directrices conciliares, lo cierto es que en el seno de la
Iglesia se ha operado un cambio. El sucesor del “Papa rojo”, Pablo VI, siguiendo
el espíritu, conciliar, pidió públicamente perdón por los errores cometidos
por la Iglesia, especialmente en asuntos relacionados con la Inquisición y con
el uso de la influencia en el poder temporal. Algunos Integristas españoles
y no pocos curas progres le dieron una interpretación adecuada a la circunstancia.
En
marzo de 1966, una asamblea estudiantil celebrada en el convento de los padres
capuchinos de Sarriá (Barcelona) fue disuelta por las fuerzas del orden. Era
la primera vez desde la guerra que se daba orden a la policía para que entrase
en unos recintos considerados por el Concordado como amparados por el derecho
de asilo. Ni el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Castiella, ni el de
la Gobernación, Camilo Alonso Vega, se atrevieron a tomar la responsabilidad
de la orden de desalojo. Dos meses después, en mayo, los 130 sacerdotes catalanes
–todavía en sotana- que habían presentado una carta de protesta a la comisaría
de Vía Layetana, en Barcelona, fueron dispersados con contundencia. Las relaciones
entre la Iglesia y el régimen, por evolución del pensamiento de la primera de
acuerdo con los nuevos tiempos, han llegado a producir esas tensiones.
Teniendo
en cuenta que el artículo 2 de los Principios Fundamentales del Movimiento,
que son por definición inalterables, se compromete a acatar las normas doctrinales
de la jerarquía católica, no se comprende el deterioro de las relaciones Iglesia-Estado
que se ha producido desde el concilio Vaticano II. A menos que...
PERE
BONIN |