> Historia de Vallecas | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
BENJAMÍN PALENCIA |
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El
nombre de Benjamín Palencia (Barrax, Albacete, 1894 - Madrid
1980) se encuentra inevitablemente asociado a los acontecimientos
más significativos de los orígenes de la vanguardia
en España. Fundador de la escuela de Vallecas junto al escultor
Alberto Sánchez, fue el artista que propició el reencuentro
de toda una generación de pintores con la tradición
hispánica representada por el paisaje castellano desde una
perspectiva renovadora.
Nacido en 1894 en un pequeño pueblo de la provincia de Albacete, Barrax, su temperamento inquieto y sus enormes deseos de aprender le llevan, con tan sólo quince años de edad, a la capital española. Este viaje a Madrid no hubiera sido posible sin el apoyo de su tío: Don Rafael López Egóñez, que se erigió en una especie de protector o mecenas del joven pintor. En Madrid, Benjamín Palencia se mantuvo al margen del a formación académica y oficial. Nunca quiso estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, principal foco de aprendizaje para numerosos artistas durante aquellos años, ya que la formación académica y tradicional que allí se impartía nada tenía que ver con su manera de entender el arte.
Acudía
con asiduidad al Museo del Prado para contemplar las obras de los
grandes maestros de la pintura española: El Greco, Velázquez,
Zurbarán, Goya, etc....También será compañero
de Francisco Bores o Salvador Dalí y conocerá a un nutrido
grupo de intelectuales y artistas (Rafael Alberti, Federico García
Lorca, Pancho Cossío, etc.) entre los cuales se encuentra el
que será su segundo gran valedor : el poeta Juan Ramón
Jiménez, con el que tendrá la oportunidad de colaborar
en más de una ocasión. En 1925 forma parte de la nómina de artistas participantes en la Exposición de la Sociedad de Artistas ibéricos en el Palacio del Retiro de Madrid, uno de los acontecimientos clave para el arte español en la primera mitad del siglo XX. En esta muestra cosechará un gran éxito de crítica, consolidándose como parte esencial de la vanguardia del momento.
Los bodegones y
las naturalezas muertas que Palencia realiza durante estos años
muestran reminiscencias cubistas; no obstante, esta tendencia hacia
la geometrización se combinará con signos inequívocos
del nuevo realismo que se estaba produciendo en la obra de numerosos
artistas adscritos a las primeras vanguardias y se conoce como "retorno
al orden".
Es a partir de su estancia en París cuando la obra de Palencia adquiere tintes surrealistas, mostrando progresivamente una mayor libertad expresiva. En la capital francesa comparte estudio con Pancho Cossío y se relaciona con los integrantes de la denominada Escuela Española de París y todos aquellos artistas vinculados a la revista Cahiers d'Art y a los críticos Zervos y Tériade.
El lenguaje depurado, más próximo
al concepto de "pintura pura", se vuelve ahora más
ágil y espontáneo gracias a la influencia del automatismo
surrealista. Benjamín Palencia se convierte así en uno
de los máximos representantes de esta corriente de "figuración
lírica" que se estaba gestando dentro de ese espíritu
generalizado de vuelta al orden. En este punto, la obra de Benjamín Palencia llega a un estadio que podría calificarse ya de madurez. Abandona paulatinamente los bodegones en pos del paisaje castellano, realizando una magnífica síntesis entre tradición y vanguardia que llevará a sus máximas consecuencias en la "Escuela de Vallecas" surgida a partir de sus excursiones con el escultor Alberto Sánchez y una serie de jóvenes artistas y escritores.
De este modo,
Palencia se convierte en uno de los artífices del resurgimiento
del paisaje castellano, intentando ponerlo en pie de igualdad con
el arte que venía de París. Ahora el paisaje es representado
con una estética próxima al surrealismo, a lo que se
unirá una novedad: el empleo de materiales extraídos
del propio paisaje, un tanto inusuales en la práctica pictórica
hasta el momento, por lo que se ha calificado de "surrealismo
telúrico".
En 1930 viaja a Italia, donde podrá contemplar las obras de las grandes figuras del arte italiano: Giotto, Paolo Ucello, Piero de la Francesca, Rafael, Miguel Ángel, Tiziano o Tintoretto. Sin desligarse en ningún momento de la figuración, Palencia comienza a introducir en sus composiciones ciertas referencias abstractas, como el empleo de signos o ideogramas de inspiración surrealista que nos remiten a mundos prehistóricos imaginados, lo que pone de manifiesto su pasión por lo primigenio y lo primitivo.
Posteriormente,
se aprecia en su obra la potenciación de los aspectos constructivos,
lo cual se debe a su momentánea adscripción al Grupo
de Arte Constructivo en Madrid. No obstante, la organización
en los planos y volúmenes, se combinará con la influencia picassiana y surrealista, siempre presentes en sus creaciones. En los años previos a la Guerra Civil, Palencia colabora como director artístico en el grupo de teatro "La Barraca", para el cual diseñará el famoso anagrama de la rueda de carro y la máscara, así como algunos decorados y figurines. Durante la contienda bélica, permanece en Madrid. Esta crítica experiencia supone una brusca fractura en su trayectoria, igual que para la gran mayoría de artistas e intelectuales de espíritu renovador. A partir de este momento vuelca su trabajo en la pintura de paisaje, reiniciando una segunda Escuela de Vallecas. Sus paisajes continúan siendo un argumento para subjetivizar los valores plásticos y comienzan a mostrar una tendencia de corte tradicional hacia una plástica menos experimental. Se irá alejando de las experiencias vanguardistas, si bien seguirá
trabajando en alguno de los aspectos que caracterizaron su primera etapa, sin abandonar nunca esa síntesis entre tradición y modernidad que constituyó la esencia de toda su creación.
Poco a poco el color se va encareciendo, la paleta se vuelve más
intensa y potente - se ha hablado de un colorido fauvista - , las
formas adquieren un mayor volumen y aumenta la preocupación
por los aspectos lumínicos. Durante esta segunda gran etapa de su vida, Benjamín Palencia llevará a cabo numerosas exposiciones en España y en el extranjero. Igualmente, se sucederán los homenajes y el reconocimiento público a su larga carrera. En 1974 ingresa en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y, unos años después, formará parte de la de San Jorge de Barcelona.
Finalmente,
recién inaugurada la que será su última exposición
en la Galería Biosca de Madrid, Benjamín Palencia muere
un 16 de enero de 1980, con ochenta y cinco años de edad, a
lo largo de los cuales trabajó sin cesar, dejando una obra
compuesta por cientos de dibujos y pinturas que conforman uno de los
capítulos más sobresalientes de nuestro legado contemporáneo.
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