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Julio Pérez Pinillos

Llegó a Vallecas de paso y se quedó. Este ex-sacerdote es la memoria viva de una época en la que luchar por las libertades era misión hasta de los curas de las barriadas obreras. Más de 30 años después, vive casado y con tres hijas y ha sacado tiempo para escribir un libro en el que recuerda las luces y las sombras de aquella época

No es el padre Eugenio de la popular serie de televisión Cuéntame cómo pasó, pero su trayectoria personal guarda muchos puntos en común con él. De hecho, ha asesorado a los guionistas de la serie. Julio Pérez Finillos llegó para ejercer como sacerdote a Vallecas en el año 1966. A pesar de que su destino eran las misiones, decidió que su sitio estaba aquí. Por aquella época, Vallecas se- guía siendo un barrio olvida- do, con escasas infraestructuras y con una población totalmente obrera. Aquella realidad le animó más aún a defender las libertades en un régimen que pegaba sus últimos coletazos. Más de 30 años después, este vecino de Villa de Vallecas -ahora casado y con tres hijas- ha sacado tiempo de sus clases en un colegio de Palomeras para explicar la lucha de los curas en los barrios obreros.

¿Por qué decide ahora recuperar la memoria histórica?

Los curas de los barrios obreros es producto de una tesis doctoral. Los directores de la tesis y otros compañeros me comentaron que este trabajo valía la pena publicarlo para que no se pierda el recuerdo. Además, la Iglesia de hoy necesita recordar que su labor no es subirse demasiado a los púlpitos, sino estar al pie de la calle.
¿En qué condiciones desempeñaban su labor?
Hay que precisar que no todos los sacerdotes en los barrios obreros eran obreros. Por ejemplo, el padre Llanos se considera un jesuita en medios obreros. Las condiciones de trabajo eran duras. Bien fuera que estuvieras en la calle o en la fábrica Ericsson como fue mi caso durante cinco años, lo importante era conectar con la piel del pueblo. Para ello nos veíamos obligados a dejar atrás muchos mitos y desgranar lo profundo del Evangelio. A comunicar esa pasión y respeto que emana al que se levanta a la seis de la mañana, al que no llega a final de mes... No había grandes formas establecidas. Sólo una intuición y creer seriamente en 10 que hacíamos.


¿Como conseguía interesar por la Iglesia a un sector de la población de ideología izquierdista?

La mejor forma era la propia cotidianeidad vivida en respeto, en silencio. En mi caso trabajé en la cadena de montaje de esa fábrica. Allí, compartiendo cada día con los trabajadores, te vas dando cuenta de que las cosas tienen que cambiar y de 10 que todos unidos 10 podemos lograr. En ese momento, gente de ideología marxista se da cuenta de que existen más puntos de unión que de desunión. Pero siempre con la libertad y el respeto.


¿Qué panorama existía en aquella época?

Cuando llego en 1966, continuaba el fenómeno de la inmigración, que comenzó a mediados de los 50. Los vecinos eran de carácter rural, personas que acababan de llegar a la ciudad. Gente que dejaba su pueblo donde seguramente tenía una casa amplia y una imagen familiar, para venirse a un piso o una chabola en donde estaban más solos que la una. En aquel momento me quería ir a las misiones, pero al pasar un año en Vallecas y ver todo esto le dije al párroco que mi misión estaba aquí.
y comienza la lucha en la calles...

Un poco después de mi llegada, la clase obrera ya se organiza y empiezan las grandes huelgas, como la de 1967 en Atocha. Los obreros se organizan ayudados también por los grupos de la iglesia que están en la clandestinidad.


Muchas personas descubren entonces que no se pueden reír de nosotros, que los curas y los católicos somos gente seria que nos estamos partiendo la cara por un fin común. Empieza la asamblea de Vallecas, que ha sido quizá el movimiento de iglesia más importante en el barrio. Era una época en la que muchos curas se la jugaron y esos gestos siguen presentes en la memoria.


¿Llegó a estar en la cárcel?

Hasta dos veces... Sí, pero ha habido mucha más gente que lo ha sufrido y que seguro que tendría mejores cosas que contar. A mí me detuvieron por una homilía, por unos panfletos que lancé, por asociacionismo legal... pero todo el mundo en el fondo entendía que eso era correcto. Es la postura que tomé y soy consciente de que me movía en un terreno intermedio entre la legalidad y la ilegalidad; me aprovechaba. Mi paso por la cárcel fue duro pero precioso.

 
¿Con qué se queda?

El poso que me ha dejado y que cultiva mis días es un agradecimiento enorme. Con la gente con la que he compartido vivencias y que me ha aportado tanto y me ha descubierto el rostro del Evangelio. ¡Ojalá que, sin imponerlo nunca, tu- viéramos el Evangelio como norma en la vida y todos descubrieran la fuerza de lo que en él se dice! Lo que pasa es que ahora vivimos en una sociedad que ha decidido no ahondar más en él.

 

Articulo extraído de la revista “Magazine de Mercado/Villa de Vallecas” /Octubre 2004”

Texto: Iván Estarás
Fotos: Antonio Vaquero