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EL AMANECER DE LAS BIBLIOTECAS  COMO BIEN PÚBLICO: EL CASO DE VALLECAS.

Inocencia Soria

 

LUCES Y SOMBRAS DEL BIBLIOTECARIO

  

     El Diccionario Akal de Historiadores Españoles Contemporáneos clasifica a Felipe Mateu y Llopis, en cuanto a su orientación política, como “conservador, católico, regionalista cultural, simpatizante del movimiento catalanista valenciano en su juventud, miembro de la Acción Católica Nacional de Propagandistas, se adapta pragmáticamente al franquismo” (Pasamar 2002).

     En relación a su posición ante el catalanismo, Alfonso Manjón Esteban, en Las reconstrucciones del pasado nacional: Cataluña en el discurso de la historiografía de posguerra (1939-1959), le incluye entre ―algunos insignes historiadores catalanes (incluso con antecedentes catalanistas) que o bien participaron del proyecto político de la dictadura o bien aceptaron ésta de forma pragmática‖ y glosando la figura del historiador Vicens Vives, sostiene que en 1956 se produjo una «cruzada anti Vicens» en la que participó el catedrático Felipe Mateu y Llopis, entre otros miembros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid y de la misma Universidad de Barcelona (Manjón 2013).

      No debía de caerle simpático a Hipólito Escolar que en su obra Gente del Libro se refiere a él en estos términos: “Matéu, valenciano de origen, había tenido a su cargo en Madrid la biblioteca popular del Puente de Vallecas y en Barcelona compartía la dirección bibliotecaria de la Diputación con la cátedra de numismática. Era un hombre un tantico estirado, que dirigía con mano firme a las bibliotecarias de su organización” (Se refiere a la Escuela de Bibliotecarias de Barcelona, compuesta sólo por mujeres, idea de Eugenio d’Ors). En otro pasaje del mismo libro le critica más abiertamente: “Matéu pensaba que los demás debían regir su conducta por estrictas normas éticas, aunque para lo que le convenía tenía manga ancha y procuraba llevar el agua a su molino. En una reunión del consejo de inspectores se empeñó en defender una interpretación particular del reglamento de oposiciones con el fin de ayudar a un recomendado” (Escolar 1999).

    Sin embargo, no cabe duda de que en su trabajo debía ser bastante riguroso. García  Ejarque alaba la labor que Mateu desarrolló en la Biblioteca Central de Barcelona:  ―Como corolario a la labor que Matéu desarrolló durante una larga etapa de más de  30 años de difícil equilibrio para él es justo decir que la tradición bibliotecaria catalana no pudo encontrar entre los funcionarios del Cuerpo Facultativo ni mejor ni más respetuoso guardián de sus esencias e independencia, ni más competente y celoso impulsor de la obra heredada de Rubió” (García Ejarque 2000).

Vallecas en el recuerdo de Felipe Mateu y Llopis

      Sea como fuere y aunque con tintes algo paternalistas, Felipe Mateu y Llopis recuerda años más tarde su paso por la Biblioteca Pública Municipal de Vallecas y la consideración que sus lectores tuvieron hacia el patrimonio bibliográfico. Así evoca el respeto al libro de los habitantes de Vallecas en su artículo publicado en 1954, Misión y Deontología del Bibliotecario:

―Quienes no han estado en contacto con el pueblo, con las clases llamadas populares, no pueden comprender las posibilidades de su riqueza espiritual. No temáis que los lectores de aquellas clases, labriegos, obreros, artesanos, gentes que no pasaron por una universidad o un instituto, os mutilen un libro, os lo hurten u os lo manchen. El humilde no es capaz de mutilar un libro; lo fue el estudiante de ingeniería que cortó con cuchillas de afeitar los grabados referentes a iluminación de carreteras de una    revista técnica; el químico a quien fue más fácil cortar también las páginas de la enciclopedia que le interesaban que obtener copia de las mismas, el heraldista que se llevó los escudos de la enciclopedia genealógica. Si por un descuido del lector humilde  -que forra el libro cuando se lo lleva en préstamo- cayó en las páginas del volumen una gota de café, una chispa de cigarro o sufrieron aquellas los arañazos del gato, veréis al prestatario acudir azorado, confundido y dispuesto a pagar el precio del libro a costa de su corto jornal.”

Y hasta ahora

Escudo de Vallecas en la fachada de la Biblioteca Municipal


     Después de la guerra, la Biblioteca Municipal de Vallecas volvió a abrir sus puertas en febrero de 1940. Su siguiente bibliotecario fue otro miembro del Cuerpo Facultativo, Carlos Ramos. A partir de 1952 se va a encargar de la biblioteca diverso personal municipal no profesional.

     En 1953, la biblioteca registraba 10.994 volúmenes. A partir de esa fecha ni siquiera se siguieron registrando las obras por falta de personal cualificado y fue cayendo en estado de abandono. En marzo de 1956 se enviaron algunos de sus fondos a la Biblioteca Municipal de Madrid.

     En octubre de 1976, la biblioteca se encontraba en estado de total abandono. Contaba aproximadamente con 7.000 volúmenes, muchos de ellos completamente desfasados y en lamentable estado por la humedad. A instancias de Enriqueta Ortiz de Rozas, directora de Bibliotecas Municipales, se cerró para mejorar sus instalaciones y modernizar sus fondos.

     Tras cuatro años cerrada, el 24 de abril de 1980, el alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, reinauguró la biblioteca. En enero de 1990 se volvió a cerrar por obras y se amplió. Se añadió una sala en el piso superior, que había sido sede del antiguo juzgado de Vallecas que se había centralizado en la calle Pradillo. Se volvió a abrir en junio de
1991. Hasta hoy sigue prestando sus servicios en el mismo lugar en que nació, en el número uno de la calle Puerto de Monasterio.

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