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EL AMANECER DE LAS BIBLIOTECAS  COMO BIEN PÚBLICO: EL CASO DE VALLECAS.

Inocencia Soria

ACABA LA GUERRA. LAS DEPURACIONES

Recuento firmado por Mateu y Llopis de los volúmenes existentes en la Biblioteca de Vallecas en enero de 1940

  

     Muchas  bibliotecas  municipales  fueron  destruidas  parcial  o  totalmente  durante  la contienda;  otras  continuaron  su  actividad  posteriormente,  previa  depuración  de  sus fondos. Algunas de las que  no sufrieron daños materiales acabaron abandonadas por falta  de  público.  Según  García  Ejarque,  el  75  %  de  las  bibliotecas  municipales republicanas sucumbió tras la guerra y calcula que se destruyeron 155 establecimientos (García Ejarque 2000).

 

     La de Vallecas volvió a funcionar en enero de 1940. En una hoja aparte, pegada en el segundo Libro  de Registro y firmada por Felipe Mateu y Llopis, aparece el recuento efectuado el 2 de enero de 1940. A fecha de 31 de diciembre de 1936 había registradas un total de 3.187 obras; y a 2 de enero de 1940, la cifra total era de 7.814 volúmenes. La biblioteca había crecido en 4.027 ejemplares.

 

    ¿Pero cuál es la procedencia de este crecimiento? Las anotaciones del año 1940, muchas de ellas inscritas en los meses de febrero, marzo y mayo, aparecen bajo los epígrafes  ―Obras incautadas y Agregadas  o ―Incautación   o ―Recuperación  o marcadas con la letra R .

 

Ley de febrero de 1939 que fija las normas del régimen franquista para la depuración de funcionarios públicos

    Son obras editadas antes de 1932 consideradas "no dañinas", bastantes sobre la historia del arte, incautadas a otras bibliotecas cerradas por el régimen. El Libro de Registro sigue reflejando más obras procedentes de incautación en los años siguientes hasta marzo de 1944.

 

      La depuración de las bibliotecas se llevó a cabo durante y después de la guerra civil. Desde el Ministerio de Educación Nacional se ordenó la “depuración de las bibliotecas escolares, de Misiones pedagógicas, circulantes, de recreo, etc., retirando de ellas los libros inmorales, propaganda de doctrinas marxistas y todo lo que signifique atentados a  la  unidad  patria,  menosprecio  a  la  religión  católica  y  oposición  al  glorioso Movimiento Nacional”. Entre los títulos retirados, aparte de los más políticos, aparecen clásicos de la literatura. Como los fondos de las bibliotecas públicas eran  bastante similares, los expurgos también lo fueron.

 

Los  detalles  del  expurgo  de  la  Biblioteca  Pública  Municipal  de  Vallecas  pueden seguirse también a través de su Libro de Registro. Constan anotados como baja al lado derecho de las obras. Entre otros muchos aparecen dados de baja: Los Siete Libros de la Sabiduría de Séneca, obras de tipo político sobre la reforma agraria o los soviets, pero también  la  obra  de  Sánchez  Rivera  Lo  sexual.  Peligros  y  consecuencias  de  las enfermedades y vicios sexuales; todas las de Blasco Ibáñez, L. N. Andréiev, Emilio Zola o Máximo Gorki y otras muchas de Ortega y Gasset, Benito Pérez Galdós, Valle-Inclán, Oscar Wilde, Dostoievski o Tolstoi.

 

     Aparte de las incautaciones, las compras por parte del Ayuntamiento y los donativos de la nueva Junta de Intercambio (a partir del 2 de julio de 1940) son, como era previsible, obras de Ramiro Ledesma, José Antonio, Luis Rosales, Manuel Machado o el propio Franco.

 

Las depuraciones de bibliotecarios

 

A medida que avanzaban las tropas franquistas se firmaban leyes represivas. La Ley de

10 de febrero de 1939 fijando normas para la depuración de funcionarios públicos supuso el corolario a todo un conjunto de decretos y órdenes promulgadas al poco de iniciarse la guerra.

    Se invitaba a la delación de los propios compañeros y mantuvo como señal inequívoca de  su  aplicación  la  arbitrariedad  en  los  expedientes  de  depuración  (Redondo  Abal, 2012).

 

   Los funcionarios más castigados fueron sin duda los maestros y profesores en todos sus niveles,  pero  también  bastantes  integrantes  del  Cuerpo  Facultativo  de  Archiveros, Bibliotecarios  y Arqueólogos  que pagaron caro su pasado republicano. Un elevado porcentaje  de  sus  integrantes  (cercano  al  25%)  sufrirá  al  término  de  la  guerra  las consecuencias de la depuración franquista.

Maria Moliner

 

Como el resto de los funcionarios, todos los miembros del Cuerpo, tanto los que habían permanecido   en   el  bando  republicano,  como  los  que  no,  fueron  sometidos  al procedimiento establecido por  la Ley de 10 de febrero de 1939 de depuraciones. En virtud de los procedimientos, unos fueron declarados ―pronunciados‖, es decir pudieron permanecer en el servicio tras demostrar su lealtad o afinidad con el Nuevo Estado, o sencillamente  que  habían  sido  siempre  apolíticos  o  no  se   habían  demostrado abiertamente  simpatizantes  del  Gobierno  Republicano.  Algunos  de  los  que  fueron declarados culpables de apoyar a los perdedores pagaron con su vida o se exiliaron; otros sufrieron la separación definitiva del servicio o fueron postergados (Torreblanca  2008).

 

En  aquel  momento  la  carrera  de  los  funcionarios  y  sus  remuneraciones  estaban estructuradas por el sistema de escalafones en el que primaba la antigüedad y que no desapareció definitivamente hasta 1973, año en el que se implantó la clasificación de puestos  de  trabajo  y  las  plantillas  orgánicas  (Torreblanca  2008).  

 

La  sanción  de postergación se establecía durante un periodo que podía abarcar de uno a cinco años y con ello el funcionario quedaba paralizado dentro del escalafón,  siendo superado por aquellos que le seguían. En tiempos tan convulsos no faltaron quienes de forma artera y, en muchos casos anónima, acusaban a los que les precedían para poder medrar. Eso dio lugar a la irónica frase ―¿Quién es masón? El que va por delante de mí en el escalafón.

 

El bibliotecario  de  Vallecas  Felipe Mateu  y Llopis  salió  bien parado,  sin  ninguna sanción de su expediente de depuración. José María Lacarra, conocido medievalista y archivero, cercano a las posiciones falangistas, quien tuvo un papel protagonista en la depuración de los funcionarios del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos,  a  través  del  informe  sobre  ―los  funcionarios del Cuerpo y  mediante las declaraciones efectuadas en la instrucción de los expedientes de depuración de sus compañeros, incluye a Mateu y Llopis  entre  el  personal  del Cuerpo  Facultativo  que  demostró  con  hechos  su adhesión  a  la  causa  del   Movimiento  Nacional (Pérez Boyero 2010, 282).

 María Moliner fue sancionada con la pérdida de 18 puestos  en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Bibliotecas. En el informe del juez instructor el 13 de noviembre de 1939 es calificada de roja por los testigos  declarantes  (entre  ellos  Felipe  Mateu  y LLopis). Más tarde, se consagrará a la realización del   famoso   Diccionario   del   uso   del   español (Martínez Rus 2014, 101).

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