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APUNTES SOBRE LA HISTORIA DE LA CIUDAD DE LOS MUCHACHOS DE VALLECAS

Trabajo aportado por
Marina García Cardiel
(Enero 2010)

La idea para la creación de estas llamadas Ciudades para los Niños fue del sacerdote católico de origen irlandés Edward Flanagan (1886-1948)

Fundó su primera “Boys Town” en la ciudad de Omaha, Estados Unidos, en 1917, y en ella se recogía a niños abandonados, procedentes de familias de condición económica humilde o a chicos problemáticos.

La institución tuvo tan buena acogida que, con los años, se abrieron más centros en otras partes del país y también en Europa.

En la imagen, el Padre Flanagan y el actor Spencer Tracy que interpretó el personaje

En la imagen, el Padre Flanagan y el actor Spencer Tracy que interpretó el personaje

Curiosamente, esta labor y el propio Padre Flanagan se hicieron muy populares cuando, en 1938, Hollywood hizo una película que tenía por título “Forja de Hombres” (“Boy´s Town”) sobre el sacerdote y la creación de la Ciudad de los Muchachos, con Spencer Tracy interpretando a Flanagan y Mickey Rooney como uno de los chicos problemáticos de la escuela.

La película tuvo tal éxito que en 1941 se hizo una segunda parte titulada “La Ciudad de los Muchachos” .

El emblema de La Ciudad fue la imagen de un chico que llevaba a sus espaldas a otro más pequeño con un aparato en la pierna que le dificultaba caminar.

El Padre Flanagan había visto esta imagen en una revista llamada “The Messenger” (El Mensajero); al pie de la misma había una frase que decía: “No es una carga, Padre… él es mi hermano”.

El sacerdote pensó que tanto la fotografía como la frase representaban fielmente el espíritu de su Ciudad de Niños: compasión y solidaridad.

La obra de Flanagan traspasó fronteras y en España comenzaron a crearse otras Ciudades a imagen y semejanza de la de Omaha.

Se fundaron en lugares como Barcelona, Valencia, Orense (ésta tiene la particularidad de haber creado un circo con los propios chicos de la escuela), Granada o Alicante. Pero fue la del Puente de Vallecas, en Madrid,  la que más popular llegó a ser y de la que hablaremos a continuación. Ésta es su historia.

En 1940 la comunidad religiosa de los Agustinos Asuncionistas inició sus actividades en Madrid, en uno de los barrios obreros más deprimidos y con más necesidades de la capital: Vallecas.

Parroquia Dulce Nombre de Maria, en la actualidad

Parroquia Dulce Nombre de María, en una imagen actual

Fundaron la Parroquia del Dulce Nombre de María, a la que también pertenecía la iglesia de San Felipe Neri, abriendo dos dispensarios, un comedor de ancianos, guardería, escuela y costurero, todo ello gratuito, para los vecinos más necesitados.

Fue allí donde se inició la obra educativa “Ciudad de los Muchachos” impulsada por varios sacerdotes: el Padre Luis Madina Michelena (1911-1984); el Padre Ignacio García (1916-1969) y el Padre Tarsicio (1915-1999), por mencionar sólo a tres de los más destacados.

El centro proporcionaba a los niños de las clases sociales más desfavorecidas alimentación,  guía espiritual, educación y formación profesional, en un barrio en el que la tasa de escolarización era casi nula.

Aunque no sólo fue pionero en este sentido; la Ciudad hacía a los propios chicos responsables de la convivencia dentro de la escuela, eligiendo a alumnos que desempeñaran los cargos de alcalde, concejal, juez, policía o incluso ministro.

De hecho, mi propio padre llegó a ser Alcalde y su hermano ejerció de Teniente-Alcalde. 

Una de las antiguas fachadas del Centro

Una de las antiguas fachadas del Centro

En el año 1948 la Obra Educativa se independiza del resto de actividades de la Parroquia y se abre la Escuela Profesional con cuatro talleres, varias aulas y unos 50 alumnos que costó reclutar, después de haber inundado de propaganda todo el Puente de Vallecas.

La Ciudad de los Muchachos comienza y se desarrolla como tal, con el Padre Madina como director, gracias a las ayudas económicas del Ministerio de Trabajo, a donativos del pueblo de Madrid (que supieron del proyecto gracias a un programa de Radio Madrid al que el Padre Madina acudía semanalmente y en el que explicaba la obra y pedía colaboraciones, aunque también gracias a la revista “Ciudad de los Muchachos”.

Tuvo, además, ayudas económicas por parte de religiosos de la Orden y particulares (según mi padre, uno de sus mejores benefactores fue la familia Uarte, propietarios de la empresa constructora del mismo nombre).

Incluso un periódico tan popular en esa época como fue “El Caso” llegó a publicar un artículo sobre el centro.

Imagen del Padre Luis Madina

Imagen del Padre Luis Madina

En 1949 se compró un terreno y se construyó el primer pabellón con cocina, comedor, talleres, aulas, biblioteca y salón de actos. Aunque la escuela comenzó siendo gestionada por el propio Ministerio, ciertas discrepancias entre los dirigentes oficiales laicos y los religiosos que trabajaban en ella hizo que, al final, se llegara al acuerdo de que ésta quedara bajo la entera responsabilidad de la curas.

A principios de los años 50 se construyó la Guardería Infantil y se ampliaron las instalaciones con más aulas y talleres. En 1952 se inicia la costumbre de los campamentos en la sierra madrileña de Villalba, más concretamente en Mataelpino; me cuenta mi padre que el campamento era un edificio de piedra con dormitorios, comedor, cocina y alguna que otra estancia más; esta iniciativa tuvo una estupenda acogida por parte de los chicos. No sería hasta 1962 cuando se empezaría a impartir cursos de Formación Profesional intensiva para adultos.

         El Padre Madina  abandonó Madrid en 1953, siendo sustituido en el cargo de director de La Ciudad de los Muchachos por el Padre Francisco San Martín. Sin embargo, el fundador continuó su labor y consiguió abrir otras cuatro Ciudades de Muchachos en el mundo, la última de ellas en la ciudad de Cali, Colombia, en la que finalmente murió y está enterrado.    

El padre Madina recibiendo una condecoración del Gobierno de Costa Rica

Del carácter de este hombre entregado a su causa se dice que era apasionado y combativo, no demasiado dado a la diplomacia, y que eso le causó algún que otro problema. Al parecer, no tenía reparos en denunciar lo que consideraba injusto y en criticar a los poderosos o a los estamentos gubernamentales.

Esto fue lo que hizo alguna que otra vez en el programa que presentaba Jose Luis Pecker en la radio, y al que él acudía con cierta regularidad para hablar sobre La Ciudad de los Muchachos y las penurias y el abandono que sufría el barrio de Vallecas por parte de… quien correspondiera. Personas cercanas me han contado que, quizá, fueran declaraciones de este tipo las que acabaran conduciéndole fuera de España, en un exilio no del todo voluntario.

Me cuentan, además,  que Madina pagó muchas veces la cuenta de la farmacia de vecinos del barrio que fallecían (siempre en el más estricto anonimato) para ayudar a la familia del difunto, dándole igual si eran cristianos o ateos, e incluso “rojos” - según la denominación de la postguerra - porque, según él, “la caridad no tenía nada que ver con afiliaciones políticas o religiosas”.

Mi padre, José Félix García Toledano, entró como alumno en La Ciudad cuando tenía 12 años, sobre 1946, y un poco después lo hizo también su hermano Luis.

Imagen de uno de los talleres datada en los años 1950

Imagen de uno de los talleres datada en los años 1950

La formación que recibían consistía en clases de cultura general por las mañanas y talleres profesionales por las tardes, en los cuales ambos aprendieron el oficio de Impresor.

Más tarde, entre 1953 y 1960, mi padre se quedó a trabajar en la propia imprenta, ayudando a editar la revista “Ciudad de los Muchachos”  que, aunque se publicaba desde 1946, no fue hasta unos años después que empezó a imprimirse en los talleres de la escuela.

Su hermano se ocupaba de preparar los moldes de las planchas, mientras que él manejaba una antigua máquina de impresión Minerva.

En 1960 la imprenta se convirtió en aula de formación profesional, momento en el cual mi tío se marchó y papá continúo ejerciendo de profesor durante un tiempo.

Gracias a la mediación de los curas de La Ciudad, en 1961 mi padre consiguió un contrato para trabajar en una empresa editorial de Oberhausen, en Alemania, donde permaneció hasta mediados de 1962,  año en que regresó a Madrid  justo a tiempo para mi nacimiento.

Fotografía del Padre Tarsicio, del álbum particular de José Félix García Toledano

Desde ese año hasta 1971 siguió trabajando para La Ciudad como profesor en el taller de Imprenta.

Tal fue la estrecha relación que mi padre siguió manteniendo con algunos de los curas, en especial con el Padre Tarsicio, que también fue por mediación de ellos que mi hermana y yo entramos como alumnas en el Colegio-Guardería Santa Luisa de Marillac y, más tarde, en la escuela “de pago” Divina Pastora, sin coste alguno para mi familia.

Ya que fue con el Padre Tarsicio con quien mi padre mantuvo una relación más estrecha, convertida con los años en afecto y amistad mutua, a él dedico parte de este capítulo. Mi madre, que también le conoció, le describe como un hombre de talante sereno y gestos tranquilos, un hombre bueno que se preocupaba por los demás más que de sí mismo, simpático y suave en el trato, pobre como los pobres a los que intentaba ayudar.

Ella recuerda que él y el padre Juan iban a casa a veces, a tomar café, y que se lamentaban porque, con su sueldo, a menudo no les alcanzaba ni para cigarrillos, o que en su residencia debían racionar hasta las bolsitas del té, que usaban hasta dos o tres veces  

         El relato que viene a continuación es parte de un documento que me resultó especialmente difícil de conseguir: la biografía del Padre Tarsicio. Ya que el original estaba en francés, idioma que no domino, fue mi madre la que desempolvó sus conocimientos del mismo y, con ayuda de un diccionario y mucho cariño, tradujo el documento al español para que yo pudiera entenderlo y extraer la información que necesitaba. Espero que estos breves apuntes resulten interesantes para algunas personas que, como mis padres, conocieron a este sacerdote en su época de La Ciudad de los Muchachos.

 Gaspar Lorente Madorran nace en Calahorra (La Rioja) el 6 de Enero de 1915.  Desde niño recibe educación en escuelas cristianas hasta que, en 1927, entra como alumno en Elorrio (Vizcaya), sede central de los Agustinos Asuncionistas en España, donde permanece hasta 1931. Después, continúa completando su educación en Francia y es allí, en la ciudad de Nozeroy, donde empieza su noviciado con el nombre de Tarsicio por devoción a un joven mártir que así se llamaba.

El 5 de Octubre de 1932 pronuncia sus primeros votos (tenía 17 años).

Entre 1932 y 1934, en Francia, estudió Filosofía, pero también Teología en el centro San Agustín, dirigido por los Padres Escolásticos. Sus estudios se verían interrumpidos a causa de la Guerra Civil española. Habiendo sido ordenado sacerdote en París el 17 de Diciembre de 1938, hasta el fin de la guerra ejerció su primer ministerio sacerdotal junto a los soldados del frente.

Acabada la contienda continuó su trabajo eclesiástico en la Parroquia Dulce Nombre de María  del barrio de Doña Carlota, en el Puente de Vallecas, Madrid. Allí se dedicó a prestar su ayuda a las personas más desfavorecidas, tanto en sus necesidades materiales como espirituales, a niños y adultos.

La Comunidad de Agustinos Asuncionistas de Vallecas estaba formada, aparte de por él mismo, por los sacerdotes Luis Madina, Ignacio García, Pedro Frías y Eduardo Arroniz.

Reproducción de la imagen de uno de los talleres de Artes Gráficas (Extraído de un articulo de ABC, de 1947)

El Padre Tarsicio siempre guardó un emotivo recuerdo de esa primera estancia en Madrid y de su labor en Vallecas, donde trabajó especialmente con los jóvenes, actuando como maestro y logrando, junto al Padre Madina, fundar la famosa escuela Ciudad de los Muchachos, en la que permaneció hasta principios de los años 50  

Entre 1951 y 1952 fue Superior de la escuela de Elorrio, donde también ejerció como profesor con la misma dedicación y devoción que antes lo hiciera con los chicos de Madrid.

En 1952 se marcha a Barcelona para hacerse cargo de la Parroquia de San Francisco Javier de Horta donde, una vez más, pone cuerpo y alma en la tarea de crear una colonia y una escuela popular para las clases más desfavorecidas, buscando a personas que le ayuden a cuidar de los pobres y a los enfermos y, al mismo tiempo, impartir la fe cristiana que a él mismo le mueve.

Reside en Barcelona hasta 1954 y, tras una breve estancia en Madrid, se marcha a Argentina, a la misión de Buenos Aires; después será Belgrado y los Santos Lugares, hasta que en 1963 regresa a Madrid, donde se hace cargo de la dirección espiritual de los jóvenes de La Ciudad de los Muchachos, de la Parroquia del Dulce Nombre de María, la de San Felipe Neri y de La Estrella. En 1979 se marcha a Nueva York para trabajar en otras parroquias Asuncionistas.

En 1988, año de sus Bodas de Oro sacerdotales, comienza su apostolado en México. Es aquí donde cae enfermo y debe regresar a España, cesando de toda actividad. En 1991 se hace cargo de la Comunidad Reina del Cielo de Leganés, en Madrid, pero su salud está ya muy deteriorada y ninguno de los tratamientos médicos a los que se somete le ayudan; sin embargo, jamás quiso ser ingresado en un hospital durante su larga enfermedad. Sabiendo que no le queda mucho tiempo, regresa a Elorrio, el lugar donde empezó su vocación y donde quiere acabar sus días. El Padre Tarsicio murió el día 22 de Abril de 1999, siendo enterrado en el Panteón de los Sacerdotes de Elorrio.

Su buen amigo, el Padre Víctor Blanco, aún le menciona en sus clases de catecismo a los alumnos como ejemplo de fe y dedicación, de amor a la Virgen y a sus semejantes, destacando sobre todo su labor entre los jóvenes de Madrid en la Ciudad de los Muchachos, aquellos que tantas penurias pasaron durante la Guerra Civil y la posguerra.

Hasta aquí esta breve historia sobre La Ciudad de los Muchachos; como ya he dicho antes, la Orden de Agustinos Asuncionistas dejó el centro en manos de los Salesianos en el año 1989, que actualmente siguen gestionándola.

Este ha sido mi pequeño homenaje a un lugar y a unas personas que tanta influencia y tanta ayuda ofrecieron a mi padre, a quien escuché desde niña contar historias sobre su amada escuela y sobre su estrecha y emotiva relación con los curas. Esto es, únicamente, un pedacito de su memoria sentimental, como tal he tratado de escribirlo y así debe tomarlo el eventual lector.