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VALLECAS CON ACENTO ARGENTINO

Inocencia Soria

 

VERSOS EN TIEMPOS DE GUERRA

 

Los versos de Antonio Machado, firmados en Madrid ese mismo 7 de noviembre de 1936 constituyen el homenaje más preciado al talante con que el pueblo de Madrid afronta la ofensiva:

Cartel del Socorro Rojo Internacional para ayudar a Madrid

 

¡Madrid, Madrid; qué bien tu nombre suena, rompeolas de todas las Españas!

La tierra se desgarra, el cielo truena, tú sonríes con plomo en las

 entrañas.

 

Desde el humilde combatiente a los más ilustres representantes de las letras españolas (Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Miguel Hernández, León Felipe y la misma María Luisa Carnelli)  componen tiernos homenajes a Madrid y la llenan de piropos: Ciudad eterna”, “Madrid, abierto a todos los vientos”, la más hermosa ciudad del mundo, ciudad heroica, invicta, capital de la gloria” y mi más.

 

Incluso El Manzanares, hazmerreir de los poetas del Siglo de Oro, en especial

de Quevedo que lo trata de misculo “arroyo, aprendiz de río”, al que se le “mueren de sed las ranas y los mosquitos”, es elogiado en los romances por su papel central en la defensa de Madrid. Así lo engrandece un poeta anónimo:

 

¡Ay arroyo de Madrid, cuántos ríos caudalosos tienen que aprender de ti

 

Y Miguel Hernández, en el poema Las puertas de Madrid:

 

¡Ay río Manzanares sin otro manzanar

que un pueblo que te hace tan grande como el mar!


 

Poema de Miguel Hernández en la estación 
de la línea 1 del Metro de Madrid

Pero a medida que la guerra se prolonga, en la ciudad sitiada y con problemas de abastecimiento cada día más acuciantes, se debilita la euforia popular. 

 

Así, el diario madrileño La Voz del 25 de noviembre de 1937 se hace eco de las quejas por las desigualdades en la alimentación que se dan en las distintas zonas de la Reblica y en el propio Madrid “Mucho cante heroico, mucha literatura bonita; pero de comer, ¿qué? Cambiamos un saco de romances por medio kilo de patatas. Porque de romances tenemos ya atestada la despensa.

 

Pese a todo, durante los casi tres años de asedio, los versos y las canciones ayudaron a sostener la moral bajo los bombardeos. En palabras del profesor ctor Fuentes quizá no haya habido en toda la historia de la poesía una ciudad más cantada, en el espacio de apenas tres años, que Madrid durante la guerra”.

 

La ciudad más cantada, pero también la ciudad más aborrecida. La

LA VOZ. 25 de noviembre de 1937

 contrapartida a tanto cariño y canto heroico es el aborrecimiento que despierta Madrid al otro lado de las trincheras. En la zona sublevada se desarrolla una profunda aversión hacia Madrid. En el discurso anti-madrileño de los escritores falangistas predomina la preocupación por la estética. Buena parte de sus ginas se dedican a la indumentaria de sus habitantes, identificando a las clases populares con la fealdad física.

 

Así describe Tomás Borrás, en su obra Checas de Madrid, una manifestación: los barrios bajos vomitaban en el lujoso centro de la capital sus heces turbias. Mujeres aviejadas, saco liado al esqueleto, pingo en la pelambre, manos encarnadas de coger ladrillos en el tejar, vendedoras de verduras y aguardiente y gallinejas, comadres de casas de vecindad con críos al pecho

 

Por su parte En Madrid de corte a checa, Agustín de Foxá enumera las profesiones que le inspiraban más terror: El enemigo era la criada de nuestro cuarto, nuestro portero, el lavacoches de nuestro automóvil, el guarda del Retiro de nuestra niñez, el lechero, el panadero, el maquinista del tren de nuestros veraneos.

 

 

 

 

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